Calles y avenidas
Arzobispo Portes
Dirigió catolicismo en Santo Domingo

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“Aun como Iglesia hemos sido olvidadizos e indiferentes ante el bien motivado recuerdo del Arzobispo Portes”.

Monseñor Juan Félix Pepén hizo el comentario en 1996 en la presentación del libro sobre el insigne eclesiástico que dirigió el catolicismo en Santo Domingo en épocas cruciales de la vida nacional logrando, empero, notables conquistas y primacías para el clero.

Una calle de la Ciudad Colonial evoca la memoria del venerable prelado. Tomás de Portes Infante tuvo una niñez tan convulsa como sería después su adultez, matizada por conflictos y espinosas situaciones políticas aunque la que le dio fama fue el famoso enfrentamiento con el dictador Pedro Santana cuya constitución se negó a jurar, en principio. Después de producido el escándalo de su negativa, sin embargo, aceptó certificarla. El activo mitrado quizá ha sido relegado por la Iglesia, no por la historia que recoge abundante documentación sobre su vida en la serie “Hombres de iglesia” que dirige monseñor Rafael Bello Peguero. José Luis Sáez escribió, comentó, anotó el ejemplar con datos de archivos y autores como fray Cipriano de Utrera, Carlos Nouel, Max Henríquez Ureña, Vetilio Alfau Durán, José Gabriel García y otros.

En la obra se destacan dos invaluables méritos de Portes: la erección del Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino, en 1848, y la celebración del Primer Sínodo Arquidiocesano del siglo XIX. El anterior databa de 1685. Además, restableció la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores en el antiguo convento de los Dominicos, que había entrado en receso con la ocupación francesa.

Fue “Cura Mayor” y “Prebendado” de la Catedral, Vicario General Sede Plena del gobierno de la Arquidiócesis y Delegado Apostólico de la antigua parte española de la Isla desde finales de agosto de 1833. Visitaba parroquias, confirmaba y después, a pesar de su avanzada edad y de las dificultades sociales seguía gobernando la Iglesia dominicana en una época “que muchos consideraban insostenible”.  Estuvo en su función de Arzobispo hasta 1848.

Patriota.  Se tiene a Portes como el primero que otorgó a Duarte el título de Padre de la Patria, al recibirlo en el muelle de Santo Domingo el 15 de marzo de 1844.

 Es que entre el prelado y el patricio existían vínculos patrióticos desde que el clérigo contribuyó al crecimiento del movimiento separatista clandestino de 1838. “Fue testigo de los cambios de mando de las autoridades haitianas y de la creación de un Estado Autónomo. Despidió a Duarte con una bendición en la Puerta del Conde y celebró una fiesta en la Catedral con motivo de la proclamación de la primera Constitución”, el 23 de noviembre de 1844.

Fue elegido Arzobispo de Santo Domingo por sus virtudes civiles y morales y por la religiosidad y celo con que se condujo en las circunstancias difíciles en que se encontraba la parte española de la Isla, y el nombramiento fue uno de los primeros actos de la Junta Central Gubernativa que además declaró el catolicismo como religión oficial del Nuevo Estado y restituyó a la Catedral la condición que ostentaba antes de la ocupación haitiana de 1822. A Portes tocaron, en consecuencia, las primeras Cartas Pastorales de la nueva República.

A él se debe, en resumen, la consolidación de la Iglesia, que dotó de una base constitucional simbolizada, a juicio de José Luis Sáez, en la fundación del Seminario Conciliar y la celebración del citado Sínodo Diocesano.

También, añade, la capacitación y formación intelectual del clero nacional que hasta entonces estuvo limitado a las tradicionales escuelas episcopales del siglo XVI y a la convivencia con familiares de los sacerdotes.

 Tomás nació en Santiago de los Caballeros el 11 de diciembre de 1777, hijo de Juan Portes y María Infante Morell de Santa Cruz, santiagueros. Asistió a la escuela del licenciado Andrés Muñoz Caballero y después de recibir en su ciudad natal la primera tonsura y órdenes menores, se trasladó a la Capital para empezar sus estudios en la Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo.

Emigró a Puerto Rico a los 17 años “a consecuencia del conflicto surgido con las primeras invasiones del Oeste”. De allí pasó a Caracas, Venezuela, donde completó sus estudios y obtuvo el grado de Bachiller en Derecho Civil. En 1802 se trasladó a Santiago de Cuba donde fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa. Ejerció el ministerio sacerdotal en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores y en la parroquia de San Salvador de Bayamo, para volver de nuevo a Santiago de Cuba donde permaneció hasta su regreso a Santo Domingo a finales de 1809. Se desempeñó entonces como cura rector interino de la parroquia de Santa Bárbara.

La calle. La calle Arzobispo Portes, a la que la tradición atribuye curiosas historias, se llamó de la Misericordia hasta el 14 de diciembre de 1914 cuando, atendiendo  una propuesta del regidor Ramón Jansen, se le designó con el nombre “del Ilustrísimo doctor Tomás de Portes e Infante, gloria del clero dominicano y Arzobispo que fue de esta Arquidiócesis”.  Nace en la “Isabel  la Católica” y se extiende hasta la “Presidente Vicini Burgos”. 

Famoso diálogo

El famoso diálogo entre Portes y Santana se produjo en el Congreso Nacional el 14 de marzo de 1853, a propósito de la Jura de la Constitución, para lo cual el dictador convocó al prelado.

“Señor Presidente, yo he jurado guardar la Constitución del Estado pero sin renunciar a las prerrogativas de mi Iglesia. Yo no juro leyes inicuas”, reaccionó Portes.

Santana decía que el país estaba en anarquía porque los poderes se confundían, aclarando que el pueblo no podía consentir dos poderes en el Estado. Portes le contestó: “No, no, Señor Presidente, no diga eso, hay dos potestades aquí: la Civil y la Iglesia. Yo soy un enviado de Dios”.

Santana entonces sacó de su cartera un documento que puso en manos de “aquel hombre justo e inofensivo”: el pasaporte fechado aquel mismo día, y 400 pesos. Portes se limitó a decir que se embarcaría “y Usted, Presidente, se acordará de mí”. Cuando se marchó Portes,  Santana reiteró que “el clero no debe tener ninguna participación en los asuntos del Estado”.

Una semana después Portes accedió a las exigencias del gobierno y juró la Constitución “deseoso de poner término a esta cuestión”. Notables curas fueron deportados por Santana.

Una significativa actividad pastoral de Portes después del sonado caso fue unir la iglesia dominicana a la universal en las celebraciones del dogma de fe de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX, en 1855. Escribió en un mensaje que con las festividades alababa al Señor “que se ha mostrado tan magnífico, tan liberal y poderoso en la Concepción de su madre purísima, y al mismo tiempo para dar a María, sin pecado concebida, los parabienes que le son debidos”.

Murió en Santo Domingo, el 7 de abril de 1858, a los 81 años de edad. “Al menos se vio libre de ver las nuevas humillaciones que sufriría su clero a la vuelta al poder del absolutista Santana, y lo que sería más triste, un nuevo período de Báez…”, apuntó Sáez.

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