Calles y avenidas
Beethoven Escoto R. asesinado por el SIM

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Beethoven Escoto R. asesinado por el SIM

Los sicarios de la tenebrosa  cárcel La Cuarenta  del Servicio Militar de Inteligencia (SIM) de Trujillo mostraron su máxima crueldad asesinando a los  adolescentes Escoto

Ahora son los Escoticos

A estos malditos comunistas los han adoctrinado los mayores. A los otros no los busquen, porque se los vamos a matar de una vez”.

Así reaccionó un sicario de la tenebrosa cárcel “La 40” cuando en 1960 llegaron a la sala de torturas Nelson y Beethoven Escoto, dos adolescentes que cayeron víctimas de los desalmados miembros de la llamada “cofradía de Radhamés Trujillo”, según familiares, y que hoy son reconocidos por dos calles del ensanche “La Fe”.

José Escoto Román (Chuchú), hermano de Beethoven que había pasado por el inhumano presidio y luego vivió confinado, esposado junto a su primo Daniel en la isla Beata, recibió esa información de compañeros que compartieron las ergástulas y lograron sobrevivir. Beethoven no retornó. Su sentencia quedó marcada el día que protestó ante el atropello del esbirro que lo golpeaba sin piedad. “¡Hijo de la gran puta, tú estás matando gente por un sueldo y me agredes porque estoy esposado, pero no me vas a callar!”.

El verdugo sintió burlada su autoridad y amenazó a Beethoven: “Tú eres muy guapo.  Vamos a taparte la boca para siempre”.

Al otro día, cuenta José, “lo sacaron y no lo regresaron. Después hicieron lo mismo con Nelson”.  Atribuye la desaparición de ambos a amigos de Radhamés Trujillo.

Los primos habían arreciado la oposición a la tiranía cuando ocurrió el asesinato de las hermanas Mirabal, aunque ya eran antitrujillistas desde niños, influenciados por los sentimientos y acciones de sus padres y tíos, también perseguidos, apresados, torturados. Ocho hermanos pasaron por las cárceles y Luis, líder de la familia, fue asesinado.

Beethoven, “casi un niño”, no tuvo tiempo para diversiones ni juegos. Estudiaba, trabajaba en el taller de zapatería de su tío Leandro y dedicaba las noches a colocar afiches en Villa Juana, Villa Consuelo, San Carlos, La Fe. Los servicios de seguridad lo vigilaban. “En la puerta de mi casa amanecían encendidos dos carritos cepillos”, narra Chuchú.

Agrega que cuando a él y a su primo Daniel los dejaron en libertad, “ya la gente estaba perdiendo el miedo y la casa se convirtió en una embajada el 12 de diciembre de 1960”. Opositores allegados y familiares se refugiaban en la antigua calle “20” (Moca), de Villa Juana, donde entonces residían.

Sin embargo, fresco el sufrimiento y aún abiertas las cicatrices por los chuchazos y pelas con alambres de púa, Chuchú quiso evitar esos martirios a su hermano pues él era el mayor de 12 de padre y madre. Le aconsejó prudencia, consciente de que el próximo que cayera no regresaría. El muchacho lo entendió como demostración de miedo y prometió continuar con más intensidad la lucha. “Ahora es que hay que seguir”, reaccionó.

“El grupo mío era más avanzado, de mayor combate, teníamos conciencia de lo que queríamos pues ya habíamos cogido cárcel. El de Beethoven era más estudiantil, aunque ya veían la lucha de clases y sentían un gran repudio al atropello, al crimen”, explica. Recuerda entre los compañeros de su hermano a Freddy Cabreja, Pedro Piña y Miguel Sorbes Acosta.

Era decidido y muy valiente, testimonian. Chuchú recuerda que cuando se enteraron de la expedición de 1959, la abuela dejó a un lado la bandeja del arroz que limpiaba y se arrodilló frente a Beethoven: “Mi hijo, la próxima vez que te agarren te van a matar”. Y dice Chuchú que tomó en sus manos un puñado del cereal y lo esparció por el suelo exclamando: “¡Hay que luchar, seguir el ejemplo de los que vinieron!”.

Zoom

La calle

El 23 de mayo de 2003 la Sala Capitular del Ayuntamiento del Distrito Nacional  designó como “Beethoven Escoto Román” la  calle 51 del ensanche La Fe, que se inicia en la Lope de Vega y se extiende hasta el sector La Agustina, en reconocimiento a este “joven antitrujillista perteneciente a los núcleos de Villa Juana, La Fe y Villas Agrícolas que integró a la lucha contra la dictadura a decenas de estudiantes de esas barriadas”.

El día fatal

Con ellos, cuenta José, estudiaba un delator que había ocasionado la detención y la muerte de decenas de condiscípulos. Beethoven no escapó a sus informes. El 10 de febrero de 1961 habían atrapado a Nelson y el traidor fue al día siguiente a avisarle a Beethoven que tenía noticias de su primo. “Lo cogieron en la puerta de los Carrasco, que vivían al doblar la Marcos Adón”, refiere.

Buscaron infructuosamente por todas las cárceles. “Mamá mandó un telegrama a Balaguer, que era el Presidente, y le contestó que abriría una investigación y que aparecerían. Sabíamos que estaban en La 40, pero mataron a Trujillo y no aparecieron”. Se enteraron de que fueron introducidos en sacos y lanzados a La Incineradora.

“Un muerto más sin sepultura”, lamenta Chuchú asaltado por las lágrimas.

 Beethoven nació en Santo Domingo el 30 de mayo de 1940, hijo de José Escoto Gómez e Idalia Escoto Vásquez de Escoto. El nombre quizás se deba a que padre y madre eran virtuosos de la música. Él, bohemio, tocaba guitarra y ella descendía de los famosos Vásquez cantantes e instrumentistas del “Callejón de la Alegría”, de Santiago.

Hipólito Beethoven estudió en las escuelas Chile, Emilio Prud-Homme, Cristóbal Colón, Intermedia República Argentina y en La Normal. Inició estudios de medicina en la Universidad de Santo Domingo.

“Fuerte de carácter y corporalmente, jabao, de elevada estatura y cabello negro macho, duro”, sus primos lo definen “reservado, profundo, con aptitudes artísticas (tocaba clarinete). Era muy decidido, su idea era clara, a esa edad planteaba que a Trujillo había que agarrarlo vivo”, declara César, su primo. Afirman que era culto, amante de los autores clásicos. Sus padrinos eran el doctor Tejada Florentino y su tía Eladia Mercedes Escoto Gómez (Lala), quien conservó la única foto que tiene la familia, heredada por Luz, otra tía.

“La última vez que hablé con Beethoven fue cuando nos soltaron de La 40. Cándido Torres Tejada, Clodoveo Ortiz y un tal licenciado Faustino Pérez Martínez se lo entregó a su tío Andrés Peña y le dijo: “Ya ustedes nos tienen jartos”, manifiesta Chuchú.

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