Con él se ha dado el caso poco común en la historia dominicana, de que ha sido reconocido por su intrepidez y patriotismo a pesar de sus modestos orígenes.
Humilde ebanista, maestro carpintero, pulpero, lo describen biógrafos que no permitieron que la hazaña, el nombre, el suplicio de Pedro Ignacio Espaillat se desvanecieran.
También lo impidieron el Congreso Nacional de 1889, que declaró Día de Duelo Nacional el 4 de julio de cada año, y el de 1863 que mandó a erigir un panteón en Santiago de los Caballeros para guardar sus restos mortales y los de sus compañeros inmolados. La calle de Santo Domingo bautizada en su memoria, aún perdura.
Pedro Ignacio Espaillat fue soldado de la guerra de Independencia, en la que alcanzó el grado de capitán, y mártir y prócer de la Restauración, fusilado por las tropas españolas de la Anexión.
Un hombre honrado. Era un hombre honrado, sencillo, que la bárbara nación intrusa sacrificó en su afán de infundir terror a las huestes de la enseña cruzada, se escribió en la Revista Científica Literaria el 15 de agosto de 1884.
Espaillat era uno de los jefes del movimiento que el 24 de febrero de 1863 se levantó en armas contra la llamada legítima autoridad. La acción fracasó y el soldado huyó al campo. Fue hecho prisionero en Palmar y conducido a la cárcel de Santiago. El 17 de abril de ese año fue fusilado junto a Eugenio Perdomo, Vidal Pichardo, Carlos de Lora y Ambrosio de la Cruz. Sus cadáveres fueron arrojados al cementerio, algunos insepultos. Días después fueron ejecutados en el mismo sitio el coronel Pierre Thomas y el general Ambrosio Batista, luchadores por la misma causa, en presencia del general Hungría y del Brigadier Buceta, relata Emilio Rodríguez Demorizi.
Sus verdugos, agrega la Revista Literaria, se ocuparon más al sentenciarlos en escogerlos por colores, clases, provincias y hasta por el aspecto físico.
Pedro Ignacio Espaillat, añade, supo morir como bueno, y aún en los últimos momentos dirigía palabras de consuelo y animaba a sus compañeros. No es, pues, enfatiza, el retrato y la biografía de un héroe legendario lo que hoy insertarnos, sino de un hombre del pueblo, tipo de honradez, de laboriosidad y amante de la libertad que por ese amor fue sacrificado .
En su libro Próceres de la Restauración impreso en 1963, Emilio Rodríguez Demorizi apunta que contaba apenas 37 años de edad al momento del cruel final.
A pie. Pedro M. Archambault hace el recuento del último día de Espaillat en la obra Historia de la Restauración, que editó en 1938: Al amanecer del día 16 de abril, después de recibir los auxilios de la religión, fueron sacados de capilla los nobles héroes para ser conducidos al patíbulo.
Anota que conforme a una usanza española, los reos de muerte debían ir montados en burro, y se ofreció uno a cada uno para montarse. No necesitamos eso, los dominicanos cuando van a la guerra, van a pie, reaccionaron. Llevaron las acémilas detrás del fúnebre séquito.
Éste descendió por la calle 30 de Marzo hasta la sabana frente al cementerio en donde fueron fusilados como cabecillas de los sediciosos que se amotinaron en la noche del 24 de febrero.
De Pedro Ignacio Espaillat apenas hay datos biográficos. Los cronistas se concentraron principalmente en la infortunada muerte. Se han publicado dos dibujos y referencias a pensiones otorgadas a algunos de sus siete hijos, sin identificarlos, y a su viuda Ramona Reyes, residentes en Santiago de los Caballeros.
No se localizaron nombres de sus padres ni de su prole. Nació en Santiago el 10 de enero de 1826. Una nota en el archivo privado de Vetilio Alfau Durán dice: Su viuda, Ramona Reyes, murió en Santiago en julio de 1901. Madre de los generales Pedro Ma. y Leopoldo Espaillat. LD, julio 26, 1901.
La calle
La resolución edilicia expresa: La tercera calle de Norte a Sur del mismo ensanche (Independencia o Gascue) se llamará Pedro Ignacio Espaillat en memoria del mártir de Santiago. Data del 13 de noviembre de 1934.