Calles y avenidas
Dolores Rodríguez  Objío por la causa Restauradora

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Dolores Rodríguez  Objío por la causa Restauradora

Apoyó a los restauradores en las guerras contra la Anexión. Formó generaciones de niñas en la casa de San Carlos que compró al maestro puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Luchó  valientemente contra los invasores yanquis de 1916. Vivió la trágica muerte de su hijo Luis C. del Castillo al que acompañaba en el viaje que le costó la vida. Su fallecimiento, en 1941, evitó que agregara a su carga de pesares los asesinatos de Jesús, Fernando y Francisco, tres vástagos víctimas de la tiranía trujillista.

La indiferencia, sin embargo, sepultó el nombre de Dolores Rodríguez Objío. En 1973 el Ayuntamiento del Distrito Nacional le asignó una calle  “para rescatarla del injusto olvido histórico” pero ese tributo no la ha dado a conocer. La dama es sólo símbolo y ejemplo en el corazón de sus descendientes pues los textos sobre educación nacional, las enciclopedias, los libros con perfiles de maestros de todas las épocas, la ignoran. En  decenas de autores consultados, sólo Raymundo González  la menciona en “Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894)”. En ninguna publicación o fototeca aparece su foto.

¿La despreciarían por su condición de hija natural del aguerrido revolucionario, poeta, escritor y cronista Manuel Rodríguez Objío? ¿O el régimen trujillista ordenó postergarla por la decidida oposición que le declaró su  prole?

Raymundo González opina que quizá se deba a que “el tema de la educación, sobre todo lo que significaron los esfuerzos de las mujeres, no lo hemos estudiado y, desde luego, está ahí Dolores Rodríguez Objío que ya a los 16 años estaba dedicada a la enseñanza. Está entre las pioneras, lo que pasa es que faltan estudios de educación, lo contenido en mis propios libros, son sólo documentos”.

Alude a Dolores solicitando una subvención de 20 pesos para la Escuela de Niñas de San Carlos, en 1885 y 1886. Le fue concedida. Aclara que la distinguida maestra no es normalista ni fue la primera a la que se le otorgó licencia del Ayuntamiento, “hay otras anteriores”, expresó y añadió que “no había títulos de maestras hasta que se creó la Escuela Normal, en 1880, que graduó las primeras en 1884”.

Al denominar la vía  el Ayuntamiento afirmó que “fue la primera maestra titulada del país, investida en diciembre de 1883…”.  Jesús del Castillo Ginebra, su nieto, dice que fue la primera “matriculada”.

¿Indiferencia política?  Gracias a Jesús Augusto (Chuchi) y Milagros del Castillo Ginebra, nietos de la ilustre educadora, fue posible conocer facetas humanas, profesionales, políticas de esa abuela meritoria con quien la historia ha sido tan ingrata.

Milagros tiene de “Mamá Lola” vívidas reminiscencias. Chuchi contaba tres años cuando lo llevaron a verla el día de su deceso, a la inmensa casa de la Benigno del Castillo 12. Allí reside Ozema, viuda de Guaroa Desangles, también nieto, quien conserva  fotos de estos antepasados. Jesús y Milagros son hijos de Jesús Bienvenido del Castillo Rodríguez Objio y Rosario Ginebra de la Rocha. Chuchi guarda la rica documentación familiar.

“Me contaba que estuvo en las guerras de la Restauración junto a su padre, que era lugarteniente preferido de Luperón. Se dice que muchos escritos de Luperón eran de Rodríguez Objío. Mamá Lola suplía y cargaba las armas”, cuentan los hermanos.

Chuchi comenta que la abuela era tímida y que probablemente por haber sido hija bastarda no estrechó lazos con parientes prestantes, como los Grullón, por ejemplo. “Aunque posiblemente era la persona que tenía más sangre de patriotas. Benigno del Castillo fue fusilado por Santana, y Objío por Báez”, sostuvo.

Milagros refiere que Dolores daba clases y Luis Temístocles, su esposo, tocaba el violín. “Decía que tenía tres amores: Yo, Jesusito mi papá, y Luis Conrado, que murió en 1927”. La describe “preciosa, blanca, perfilada, con el cabello blanco recogido en un moño. Me decía que pasó muchas vicisitudes a causa de la guerra, que a veces no tenían con qué comer pero con el colegio mantenía a su familia, siguió ejerciendo el magisterio hasta que sus hijos crecieron. Contaba que era ahijada de Francisco del Rosario Sánchez”.

Chuchi añade: “Era muy cariñosa. Cuando su hijo Luis tuvo el accidente sólo preguntó: ¿Y mamá? Y murió. Iba con Guarocuya Desangles del Castillo y Luis Bienvenido del Castillo Rodríguez, dos nietos. Esa pérdida fue su gran dolor”.

Era muy familiar, agrega, siempre viajaba a Montecristi a visitar al padre González. “Vestía de blanco y pedía a mamá los trajes con bolsillos para guardar piezas que coleccionaba”, interviene Milagros, quien nació en 1933, y Chuchi en 1938.

Cuando Dolores enfermó llamaron al doctor Heriberto Valdez, rememora  Milagros. “Todos mis tíos estaban alrededor del lecho. Encargó sus hijos a papá, especialmente a Fernando y a Francisco que eran los más pequeños. Trujillo mató a los dos”.

Dolores acompañó a su hijo Luis C. del Castillo en sus campañas nacionalistas, en 1916. “Él le leía los discursos antes de pronunciarlos y cuando lo apresaron, ella le llevaba comida y ropa a la fortaleza”, refieren.

Los hermanos piensan que el olvido en que se encuentra su gloriosa abuela tal vez se deba a que estuvo casada con un del Castillo. “Creo que fue indiferencia política, más que todo”, manifiesta Chuchi, quien desconoce quien propuso el nombre de la calle.

De Dolores aportan escasos datos Carlos Larrazábal  en “Familias Dominicanas” y Ramón Lugo en anotaciones  a “Relaciones”, libro de Manuel Rodríguez Objío. También en la reseña de su muerte del Listín Diario. No mencionan su condición de maestra.

La educadora era hija de Rita Reyes, de Santiago, de quien se enamoró el poeta estando casado con María del Rosario Ravelo. Además de Dolores, procrearon a Manuel y Andrés. Dolores nació el diez de marzo de 1867. En 1887 casó con Luis Temístocles del Castillo García, padre  de sus hijos Áurea, Flor de Oro, Armando, Jesús, Francisco, Rita Indiana, Consuelo y Mencía. Falleció el cinco de junio de 1941. (Hijos y nietos de Manuel Rodríguez Objío han usado sus dos apellidos).

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