Calles y avenidas
Doña Chucha: se entregó a niñez

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Doña Chucha: se entregó a niñez

Al iniciarse el siglo veinte  ya había decidido su destino en la sección El Carril, de San Cristóbal: entregar su vida a la niñez desamparada. Pero su filantropía llegó más lejos: puso en práctica un don curativo y con pócimas milagrosas salvó la vida de hombres y mujeres que acudieron a ella desahuciados por los médicos y hoy dan testimonio de su curación.

Los infantes sin pan, educación, techo, abandonados de sus padres o huérfanos conmovieron su corazón y para suplir en algo sus necesidades vendió el molino para caña y los terrenos heredados de su padre e invirtió en estos pobres callejeros, harapientos, el fruto del sencillo patrimonio. Acogiendo menores y adultos le sorprendió la muerte a los 117 ó 118 años de edad, en un viejo caserón asilo de orfandad, miseria, enfermedad y de todo el inmenso amor de quien fue mamá, enfermera, santa, que ya había trasladado su obra a la “Jerónimo de Peña”, en San Carlos.

Una calle de Santo Domingo lleva el sobrenombre que la dio a conocer, “Doña Chucha”, aunque se llamaba María Victoria de la Cruz viuda Medina.

Es poco recordada pese a que falleció en 1967. No hay documentos que consignen sus datos biográficos. De ella sólo se conserva una cédula de identidad expedida en 1941 y el recibo del cementerio que aporta la fecha de su enterramiento, el cinco de diciembre.

El siete de febrero de 1964, el reconocido periodista Miguel Hernández tuvo la oportunidad de entrevistarla cuando el Presidente del Triunvirato, Donald Reid, la visitó y le prometió ayuda. Pero sólo describió con patética conmoción el hogar donde vivían “virtualmente hacinadas” más de 70 personas.

Expuso con dolor la hora del almuerzo, “comiendo todos agrupados en el frío cemento del piso”, y las deplorables condiciones de los aposentos. “En medio de la promiscuidad duermen los infantes junto a los mayores, algunos enfermos…”. 17 cunitas y 15 camas, agregó, estaban diseminadas por el destartalado hogar, que entonces recibía 25 pesos de la Cruz Roja e igual cantidad de Previsión Social. María Victoria, sin embargo, siempre recibía provisión de Dios, en El que siempre confió.

La muerte

El reputado comunicador y prestigioso abogado Miguel Ángel Prestol reseñó su partida pero enfrentó la escasez de datos biográficos y sólo pudo destacar la filantropía y devoción cristiana de la fenecida, que construyó al lado del asilo una capilla que bautizó “De la Sagrada Familia”.

“No sólo rogaba a Dios en la pequeña iglesia sino que ejerció el bien practicando la letra de la religión”, escribió Miguel Ángel. Ya Carmen Victoria recibía del Gobierno 90 pesos y el pago de la energía eléctrica, menos que un año antes en que le suministraban leche, pan y 100 pesos para sus menores desamparados.

Prestol afirmó entonces que a la occisa le sobrevivía un hijo: Máximo Montero.

La hermana Escolástica de León Araujo, Misionera Parroquial de María Auxiliadora que junto a la hermana Falconerys Mercedes Henríquez ha continuado la obra de aquella virtuosa dama, informó que ésta tuvo tres hijos del matrimonio en que quedó viuda.

Al morir María Victoria no se escribió un editorial lamentado el deceso ni glorificando su misión meritoria. Sólo monseñor Hugo Polanco Brito, frente al cadáver, destacó en palabras emotivas sus virtudes: “Apenas sabía las cosas elementales de la vida, pero tuvo un corazón tan grande que supo acoger y consolar el corazón de los demás”.

Y agregó: “Nos parece ver retratado el Evangelio en la vida de doña Chucha, cuyo cadáver hoy devolvemos a la Madre Tierra. Por eso su gloria está segura en el cielo, porque ella creyó en la palabra del Señor y la hizo carne en la carne y vida de su vida”.

Luego de su partida, el pueblo siguió llamando “Doña Chucha” a María Nieves Sierra, su colaboradora largos años  que falleció el 27 de diciembre de 2007. Pero no fue quien inició el apostolado.

María Victoria de la Cruz, de piel negra, siempre usaba turbante y vestía de largo. En San Cristóbal la confundían con una misionera. El hogar de niños “Doña Chucha”, que también funcionó en Ciudad Nueva, tuvo como colaboradores a los doctores Sención Matos y J. Valdez, que atendían a los enfermos, y al padre Andrés Nemeth, Salesiano, que ofrecía ayuda espiritual, económica y educativa a los “hijos” de la generosa mujer. Hoy está en la calle Caonabo, de Gascue, con 90 niñas internas y cinco varones de medio tiempo. La mayoría, informó sor Escolástica, proviene de familias desintegradas, son huérfanas, muy pobres. Aunque en mejores condiciones físicas que los que sostuvo María Victoria, “tiene necesidades, se mantiene gracias a que la Providencia toca los corazones de personas que nos ayudan”. Precisan mejorar la alimentación y la capacidad técnica de las niñas, dijo la religiosa. Reciben 58 mil pesos del Gobierno y sólo de personal pagan 129 mil, significó.

Escolástica de León manifestó seguir el ejemplo de María Victoria “en lo que fue su entrega incondicional, en servir sin esperar nada a cambio, en su confianza en Dios”.

La calle

Tras varias comunicaciones cursadas desde finales de noviembre de 1976 entre el Presidente Joaquín Balaguer, Atilio Guzmán Fernández, Freddy D’Óleo Montero, Alberto Hernández D., César Sánchez Viñas, Josefina Portes de Valenzuela, Antonio José Lalane, José Eligio Bautista Ramos y José Quezada, el cinco de enero de 1977 se resolvió designar con el nombre de “Doña Chucha” la antigua calle 13 de María Auxiliadora, “que se extiende de Este a Oeste desde la Oscar Santana hasta la Hermanos Pinzón”.

Escolástica sostiene que “el homenaje es grande, pero el mejor reconocimiento que se le puede hacer es trabajar para que no haya niños necesitados y se formen familias íntegras”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas