Calles y avenidas
El Plan Maestro para rescatar la Feria

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>El Plan Maestro para rescatar la Feria

Los edificios originalmente construidos para la “Feria de la Paz  y Confraternidad del Mundo Libre”  han sufrido modificaciones que cambiaron gradualmente su fisonomía. Al entorno lo han adornado con colmadones, negocios de comida, talleres de mecánica, patios habilitados para oficinas de agentes tributarios. Otros están en ruinas, desvaneciéndose por el salitre.

El arquitecto Emilio José Brea detalla  lo poco que se mantiene y todo cuanto se perdió de aquel ambicioso proyecto levantado para que, concluidas las fiestas, las obras acogieran oficinas del Estado, lo cual, dice, desgraciadamente no se cumplió en su totalidad.

Refiere diferentes usos que durante los últimos 57 años se ha dado a los que fueron pabellones de exposiciones y concluye cuestionando por qué no se aplicó un “plan maestro”  preparado para recuperar  la Feria y en cambio se dio prioridad a la construcción del Metro, “con toda su monumental parafernalia”.

Antes y después.  Al Palacio del Congreso, explica, le construyeron agregados  para las oficinas de los congresistas en la parte este e internamente le hicieron  grandes modificaciones. Al igual que el del Ayuntamiento, está rodeado de verjas.

Los juegos del que fue Parque de Diversiones desaparecieron. “Ahora es la zona donde están el Correo, Dirección de Pasaportes, el Maunaloa y Fantasy”.

En esa área funcionaron  los “Típicos” “A” y “B”. En el que fue “A” está la Universidad O&M y antes estuvo el restaurante “El Caribeño”, manifiesta. En  el “B” tocaba la orquesta de Ramón Gallardo, agrega, y en la actualidad es el techado del colegio Loyola. Ahí estuvieron una tienda de zona franca y la sucursal de la Compañía Anónima Tabacalera de Santiago”.

El edificio de la Secretaría de Agricultura, que se incendió y en su lugar se erigió el de la Suprema Corte de Justicia tenía “en la parte exterior del primer piso un restaurante con techo abovedado. Era muy bien logrado y construido”.

Por otro lado, narró que al templo San Rafael y San Eugenio, conocido como de “Nuestra Señora de la Paz”, le anexaron atrás “una casa curial inmensa y al lado un colegio que funcionaba como apéndice del Loyola”.

Recuerda el famoso “Patio de Rahintel”, al lado de la Lotería;  “El Gallinero”, donde hoy está el Liceo Francés” y deplora la arrabalización del Consejo Estatal del Azúcar (CEA).

En la parte trasera de una reconocida industria de gaseosas, añade, funcionó el “Autocinema Iris” y lo que hoy es sede del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos acogió una sucursal del Bagrícola, el Instituto Cartográfico Militar, el Club de Oficiales, la Jefatura del Ejército.

“Una enorme estatua de Trujillo se exhibió imponente en la antigua Procuraduría General de la Republica”, exclama, aunque hay quienes afirman que este edificio, donde hoy funciona la Corte de Apelación, se inauguró después de la Feria.

En  las oficinas de Nuevarquitectura estuvieron un restaurante chino, los Caballeros de Colón,  Sociedad Ecológica y la Asociación Pro Ayuda a los Bomberos.

El “Agua y Luz”.  Emilio José Brea García cuenta que en 1956 se suponía que seguirían viniendo visitantes a la “Feria”, construida a un costo que sobrepasó  cuatro millones de dólares, lo que “fue  criticado por Estados Unidos. Pero la asistencia cayó porque los extranjeros no se sentían seguros en un país en dictadura”.

Para el profesional, la obra más emblemática  fue  el “Teatro Agua Luz”,  diseñado por “un ingeniero luminotécnico catalán, Carlés Büigas Sans, famoso porque hizo en 1929 la Fuente Mágica en cascada de agua y  luces  de Montjuic, en Barcelona”.

Éste era el lugar donde se presentaban los espectáculos y se realizaban los actos. “Como no había a quien ofrecer el show, bajó la asistencia  pues no tenía  sentido encender todo aquello y ponerlo a funcionar, era de alto costo y hubo que cerrarlo”.

Los edificios  para exposiciones se pudieron convertir en oficinas, pero “éste no, porque debía seguir cumpliendo su misión. Contaba con un gran restaurante, zonas de ocupación de mesas, gigante escenario de luces y agua,  pista bailable y una pared en el fondo, semiovalada, cuyo objetivo era controlar las brisas para  mantener moviendo los chorros de agua de distintas alturas”.

Sin embargo, expresa, como no los pusieron a funcionar empezó a erosionar, el salitre se comía los equipos “con lo cual no contaba el famoso ingeniero luminotécnico. La inclemencia del clima terminó por asesinar toda la estructura”, afirma.  “Hoy hay un cementerio de guaguas viejas en todo el perímetro alrededor del edificio”.

“La bolita”.  La estructura popularmente bautizada como “La bolita del mundo”, cuyo nombre es “Pabellón de las Naciones”, es la que más impresiona a Brea por su originalidad y porque su solidez ha permitido la sobrevivencia.

“Estaba supuesta a culminar un eje que apuntaba hacia el norte, y ya dentro del recinto que fue de la Feria, había un atlante, una especie de arpa y una pasarela como  un puente para unir ambos extremos y dar significado de entrada y salida, majestuosamente, hacia la Independencia”.

Fue un trabajo de Amable Frómeta, “que creo es una de las piezas arquitectónicas mejor logradas, porque permite diferenciar dos vías. Frente a la gran  isleta central que separa ambos sentidos de la avenida, hacia el sur, hay una bifurcación en el centro, como en ángulo”. Dice que este conjunto, con réplica del globo terráqueo, “es lo que permite entender que el acontecimiento fue una feria para la confraternidad del mundo libre”.

“Obviamente, añade, ese elemento escultórico que apunta al cielo es una obra de estructura muy cuidadosa, se mantiene en perfecto estado”. Entiende que haber levantado aquello con una utilidad que no fuera la simple contemplación, “era muy arriesgado por lo alto y esbelto. Parece frágil a cierta distancia, sin embargo, hay que entender que han ocurrido sismos y huracanes y  está intacto”.

Pero, lamentablemente, “el espejo de agua frente a la réplica del globo terráqueo ya no funciona, está seco, y todos los nichos abiertos en ambos laterales tenían escudos y banderas de los países participantes, que ya no están. No sé por qué el Ayuntamiento no los hace, habiendo incurrido en gastos como las brutalidades de las Canquiñas y el ‘Gorila Park’, en vez de recuperar ese espacio”.

En el extremo sur, cerrando ese recinto, concluye, “hay un arco de sección variable que en el punto central más alto es más fino que en los extremos, eso denota que hay un equilibrio de las fuerzas estructurales que lo mantiene en pie”.

Considera que se deben colocar paneles educativos en todos los edificios del entorno “porque no hay información de lo que fue la Feria”.

Declaró que “resulta contradictorio que se convocara a concurso para la recuperación física y ambiental de la Feria y no se haya aplicado el Plan Maestro de manejo de ese concurso”. Lo ganaron los arquitectos Gustavo Moré y  Daniel Pons y “no obstante, posteriormente lo que se hizo fue el Metro, con toda una parafernalia de entrada y salida monumental sin considerar el espacio de un entorno de por sí  bastante congestionado”.

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