Calles y Avenidas
El solidario capitán Rafael Atoa

<STRONG>Calles y Avenidas<BR></STRONG>El solidario capitán Rafael Atoa

Las embravecidas olas del Mar Caribe se quedaron con su último aliento cuando luchaba en vano contra ellas tratando de salvar la vida de unos náufragos que no pudieron escapar del impetuoso ciclón de San Zenón, en 1930. Junto al valiente capitán cayó también su hijo que le acompañaba en la arriesgada hazaña.

Ya en 1908, Rafael Atoa, cuyas nobles acciones han sido reconocidas con la consagración de su nombre a una calle de Santo Domingo, había librado de la muerte a la dotación de otra nave, por lo que recibió en vida el reconocimiento a su gallardía: la entrega de una medalla de oro y un diploma  en acto solemne organizado por el Cuerpo de Bomberos de San Pedro de Macorís.

 De él, sin embargo, sólo se conocen su osadía, sus intrépidos  gestos y una foto. No fue posible localizar más datos de este marino solidario que no conoció el miedo. Tampoco a familiares.

 En Listín Diario, revista Blanco y Negro y El Diario del Comercio se publicaron crónicas de la ceremonia en que fue reconocido en 1908 y un pie de foto, en el primero, dando cuenta de su tragedia al lado del vapor que sucumbió el tres de septiembre de 1930 cuando San Zenón arrasó Santo Domingo.

 “Vapor nacional 12 de Julio” que igualmente rompió sus amarres, perdiéndose en el Placer del Retiro, consignándose la muerte de los tripulantes que no pudieron salvar la vida en la catástrofe. Entre ellos su capitán, el bravo marino Rafael Atoa y su hijo Rafaelito”, expresa el Listín.

 Luis E. Alemar se refiere a la “Playa del Retiro” como un puerto interior al que entraban “buques calados de hasta 35 pies”. En 1943 apuntaba que el progreso “la hizo desaparecer para siempre”. Otro naufragio.   “En San Pedro de Macorís, en la tarde del domingo pasado, se efectuó un acto meritísimo y dignificador: la entrega de la medalla de oro al señor Rafael Atoa, capitán del vapor “Santo Domingo”, como premio bien merecido a su abnegada conducta el día del naufragio de la goleta “IV Roma” en ese puerto, salvando en un bote con varios compañeros a muchos de los náufragos que luchaban con las rabiosas olas”, publicó “Blanco y Negro” el 12 de octubre de 1908.

 El mal estado en que se encuentra Listín Diario de la fecha en que ocurrió la desgracia, impide la lectura, por lo que no se sabe si fue publicada.  En el Diario del Comercio se reseñó el homenaje a Rafael Atoa y sus compañeros.

 “Ayer (11 de octubre de 1908) a las cuatro de la tarde se efectuó la entrega de la medalla y el diploma que el benemérito Cuerpo de Bomberos Civiles de esta ciudad ofreció a los bravos marinos del vapor “Santo Domingo” por el acto heroico realizado por ellos la tarde del 26 de septiembre en el naufragio de la “IV Roma”. La fiesta resultó lindísima y fue aquello un acto solemne que pone de relieve los fines humanitarios del Cuerpo de Bomberos”.

 Añade que los miembros de la institución bajaron en formación al muelle “donde se encontraba un numerosísimo público. El primer jefe del Cuerpo, Rolando Martínez, leyó un magnifico discurso y acto seguido le fueron entregados al señor Atoa la medalla y el diploma. También hicieron uso de la palabra los oficiales Francisco Valdez, Francisco Raúl Aybar, el bombero Horacio V. Febles y el señor Lorenzo Sánchez. El señor H. de Marchena dio las gracias al Cuerpo en nombre del señor Atoa. Los concurrentes fueron espléndidamente obsequiados por el capitán y demás tripulantes del vapor”.

 Señala que Atoa consagró su vida a la marinería y murió “en fiel cumplimiento de su deber el tres de septiembre de 1930, en plena furia del ciclón que ese día devastó a Santo Domingo y tratando de salvar la embarcación que capitaneaba el barco de faro y boya “12 de Julio”.

 Dispuso denominar con el nombre de “Rafael Atoa” la hoy extensa y muy transitada vía que para entonces era la calle “Camino de la Fuente”.

Va desde la “Ravelo” esquina “Vicente Noble”, pasa por debajo del puente “Duarte” y termina en la “Calle A”, del barrio “La Fuente”.

Zoom

La calle

 El cuatro de marzo de 1964 los doctores Antonio Frías Gálvez y Alberto Hernández, presidente y secretario, respectivamente, del Ayuntamiento del Distrito Nacional, firmaron la resolución con la designación de la calle, considerando que “el señor Rafael Atoa fue intrépido marino que se distinguió por su valiosa aportación a nuestra Marina, destacándose entre sus hazañas la realizada en septiembre de 1908 cuando salvó numerosas vidas en la tormenta que azotara las costas de la ciudad de Santo Domingo”.

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