Calles y avenidas
Espacio de La Feria perdió esencia

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Lamento que el espacio de lo que fue la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre” haya perdido su esencia teniendo un hibrido de actividades que no se corresponde con el uso posterior para el que fueron destinados los edificios.

El arquitecto Emilio José Brea  García emite la consideración dolido porque ese histórico entorno “lo han llenado de edificios como los de Pasaportes, Correos, y anexos como el techado del colegio Loyola, un complejo habitacional localizado frente a ese centro educativo, en la parte Norte; el liceo Francés, la alianza Francesa, el colegio San Pío y la Universidad O&M que están fuera de contexto”.

Señala que “si esos espacios se hubiesen reservado para la construcción de edificios bien diseñados para instituciones públicas dentro de una planificación de conjunto, haciendo incluso algunos para estacionamientos, es muy probable que Gascue no estuviera llena de oficinas recaudadoras”.

Significó que tras la Universidad O&M y los colegios van vendedores ambulantes de comida ligera que generan un público externo entorpecedor por sus horarios.

Definió como un “desatino” la fabricación  de los apartamentos residenciales porque  el lugar “era un espacio abierto que pudo haberse aprovechado para parqueos o entidades gubernamentales y que la Feria  concentrara dependencias de servicios, en vez de poner al usuario a transitar por toda la ciudad buscando sellos, papeles de buena conducta, certificaciones… Pero ahora todo está disperso. Obviamente, agregó, se necesitarían estaciones de bomberos y policías”.

Brea García es un apasionado defensor de la preservación de esa obra que se inauguró con tal derroche en 1955 y que permaneció durante un año con exposiciones y presentaciones espectaculares, reinados y desfiles.  No solo fue llevado por sus padres a conocerla y disfrutar de los carritos, martillo, estrellas giratorias del parque de diversiones al que luego se llamó “Coney Island”, sino que entre 1989 y 1995 participó en las conversaciones para que el Gobierno de Venezuela cediera el que fue su pabellón durante el ostentoso evento al “Grupo Nuevarquitectura”, para sus actividades culturales.

Por su trabajo allí hasta 2001, cuando el Senado de la República   ocupó militarmente el local, lo acordonó y sitió y le colocó una pared de hojas de zinc, conoce bien  lo que para muchos fue una “ciudad mágica”. Los conocimientos y experiencias de su profesión le permiten describir la estructura de las edificaciones, sufrir las transformaciones que han borrado la originalidad de ese entorno que defiende, aunque lo acusen de trujillista habiendo sido, desde 1959, un decidido simpatizante del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

Justamente en 1973 fue arrestado en “la Feria” en “El Caribeño”, restaurante que funcionó en el área de entretenimientos que visitó cuando niño, porque fue sorprendido hablando sobre el desembarco del coronel Caamaño.

No teme que lo señalen  como tal por su afán de recuperar la monumental  obra que es símbolo de la “Era”. Dice que “el antiperonismo, el antiperezjimenismo, el antifranquismo, el antirojaspinillismo” no han modificado los espacios urbanísticos y arquitectónicos de las ciudades donde rigieron esos dictadores y que, si fuera así, “habría que demoler la Ciudad Colonial porque la hizo Ovando, “un grosero aniquilador de aborígenes”.

“Hay muchos trujillistas que ahora son antitrujillistas porque les conviene, y no defienden la ciudad, que es lo importante”, exclamó. Aclara que lo que desea  perpetuar no es el recuerdo de la satrapía sino la ciudad que fue construida hasta ese momento, que era organizada, limpia, aunque, penosamente, a base del terror. Después, pregunta: “¿Qué nos ha dado la democracia? El desorden que ahora vivimos, no hay autoridad, control, ayuntamiento, policía… no hay nada. Hay leyes, pero no se aplican”.

Aclaró que propugna porque permanezca la Feria con sus características originales en cuanto a lo urbanístico y arquitectónico, no que se conserve lo escultórico- simbólico que conmemoraba la tiranía.

Ensanchar la ciudad.  El reconocido profesional, nacido en San Francisco de Macorís el 20 de agosto de 1950, que trabajó en Patrimonio Cultural y fue vicepresidente del Consejo Nacional de Asuntos Urbanos, cuenta la historia de las 12 edificaciones más emblemáticas de aquella Feria que conmemoró 25 años de “la paz” y del supuesto progreso físico del país, de Trujillo en el poder y de su deseo de estrechar lazos de amistad entre las naciones.

Explica lo que exhibieron en 1955, instituciones y empresas de todo tipo, qué alojaron y cómo se han transformado con el tiempo. Muy poco parece gustarle  de lo que es hoy este sitio otrora esplendoroso que, aunque denominado “Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo” después del ajusticiamiento de Trujillo, en homenaje a los patriotas que desembarcaron por esos lugares en 1959, el pueblo le sigue llamando “La Feria”.

Asimismo continúa nombrando “Angelita” a lo que es el hospital “Doctor Robert Reid Cabral”, construido para que fuera un hotel de esa Feria, pero que resultó “un fracaso”. Y al inmenso globo terráqueo que fue el signo más sobresaliente de aquel “glorioso” suceso,  el “Pabellón de las Naciones”, por años  lo han bautizado como “La Bolita del Mundo”.  Como otros lugares de allí es muy atractivo para el ejercicio de la prostitución.

“Desde el punto de vista urbanístico, la Feria perseguía el ensanchamiento de la ciudad en su entorno, de manera que siguiera el patrón de modernismo que aportó, y que “Ciudad Trujillo” cambiara de aspecto y se modernizara. Desgraciadamente no fue así”, lamenta el arquitecto Emilio José Brea.

Significa que los proyectos alrededor del lugar se hicieron muy a posteriori, como la urbanización  “Costa Brava”, y otros, como los de “Honduras” y “Mata Hambre”, fueron de interés social. “No alcanzaron la jerarquía, la magnificencia, la monumentalidad, la estética, el formalismo de los edificios de la Feria y todo el espacio público en torno a la docena de edificios que tuvo originalmente”.

Relata los 57 años del Teatro de Agua y Luz, la antigua Procuraduría General de la República, los palacios del Ayuntamiento y del Congreso, Trabajo, Colegio Loyola, Agricultura (se incendió y en su lugar fue erigida la Suprema Corte de Justicia), Consejo Estatal del Azúcar (CEA), iglesia de San Rafael y San Eugenio (La Paz), Lotería Nacional, Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y otros menores…

Uno de los que más le atormentan es el que es hoy sede del Ayuntamiento. “Le modificaron el primer piso entero, que era abierto y se veía apoyado en pilotillos pero ahora hay, entre pilotillo y pilotillo, dos y tres oficinas. Está cerrado y le hicieron grandes modificaciones interiores. Tiene, como otros, elevadas verjas, “cuando debería proyectar una imagen democrática, de integración espacial con el entorno porque, se supone que es la Sala del Pueblo, ya que el Ayuntamiento es sede del Gobierno de la ciudad”.

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