Calles y avenidas
Federico Velásquez

Calles y avenidas<BR>Federico Velásquez

Con sincero amor y fervorosa admiración, pero respetando la prudencia que imponía el tenebroso régimen de Trujillo a sus opositores, apenas pudieron guardar las fotos familiares que conservan nítidas, gracias a que son obra de Abelardo, artista excepcional que eternizaba a sus personajes con sus  técnicas y tratamientos.

Porque desde el momento en que ascendió al poder, el tirano lo declaró “Traidor a la Patria”, le acosó y persiguió y él no tuvo otro camino que el destierro. Murió en 1934,  pobre y olvidado en Puerto Rico, donde aún reposan sus restos. Luego del tiranicidio se puso su nombre a una calle de María Auxiliadora.

 Muchos suponían que en la República no habían quedado parientes de Federico Velásquez y Hernández pues Guaroa, el hijo mayor, vino en 1961 pero al poco tiempo retornó al extranjero a reunirse con sus hermanos. Sin embargo, en Moca, Tamboril, Ceiba de Madera, Puerto Plata, Santiago, La Vega, Cotuí, San José de Ocoa y otros pueblos, hay una parentela que lo recuerda, defiende actuaciones políticas que ha censurado la historia, exaltan méritos y virtudes y reclaman ante la justicia la devolución de la inmensa cantidad de bienes que la satrapía expropió a la familia. Critican a cronistas que le acusan de “pro yanqui” y “entreguista”.

En El Caimito, Moca, se reunieron algunos motivados por un reportaje de HOY sobre el ex ministro y asesor financiero de casi todos los gobiernos de su época, excepto el de Trujillo y el de facto de Alfredo Victoria.

En la casa de  Josefa Mercedes Rosario Espaillat, sobrina que él mecía en sus piernas, estuvieron  María Eduvigis Velásquez, sobrina-nieta; Carlos Domingo Ramírez Velásquez y Luis Nicolás Rodríguez Velásquez, ardoroso sobrino, historiador que ha hurgado en los archivos de la CIA y en bibliotecas de Estados Unidos donde encontró impresionante documentación de su ancestro, suficiente, dice, para enfrentar a autores que considera parcializados e injustos en sus aseveraciones aunque estos estén fundamentados en pruebas.

Menciona a dos arquitectos de “la Era” cuyos nombres ostentan sendas avenidas, una de ellas en Santiago, y Nicolás afirma: “Creo que nadie tan sanguinario merece una calle”. En cambio, declaran que la vía en honor a Velásquez es poco, comparada con merecimientos que le atribuyen. Piensan que también en Moca debería tener una que honre su memoria.

De Velásquez destacan el carácter revolucionario, honestidad, inteligencia, cultura y la capacidad y eficiencia con que administró el patrimonio que según ellos no adquirió en funciones públicas sino como herencia. “Su hermano Jacinto murió joven y él quedó como troncal cuidando a los sobrinos y la relación con ellos fue de un padre. Los puso a estudiar fuera de Ceiba de Madera y los mandó a Tamboril, tenían maestro privado”, cuentan.

“Era como el gerente de los bienes, no eran sólo suyos ni procedían del Estado. Para ir a una universidad siendo de un campo de Moca, había que tener recursos”, significan.

Riquezas expropiadas.  Esa alegada abundancia de los Velásquez que antes del trujillato eran presuntamente una de las familias más poderosas de la República, se evidencia aún en la casa que fue de Ana Rosa, su hermana, madre de Josefa Mercedes. La casona está bordeada de jardines y en el fondo quedan los viejos potreros, enramadas, ranchos, hornos. La lúcida dama y sus asistentes siembran y cultivan rosas, orquídeas, helechos, carambolas, parchas, calabacitas, nísperos, zapotes, cítricos, mamey, mangos, castañas, plátanos, manzana de oro, rulos, guineos, vainilla, zapote, coralillos, buen pan, guayaba, cajuiles, limoncillos que crecen con árboles de nim, cedro, berrón, higüero y otras plantas que dan sombra a las gallinas.

Pero es de lo poco que no tocó el régimen de Trujillo, así como son ellos los dichosos sobrevivientes de esa estirpe perseguida, pues el Generalísimo mató a más de seis, incluyendo a un hijo de Federico, afirman, y posiblemente al mismo ex vicepresidente de Horacio Vásquez, de cuyo misterioso deceso hablan para otra entrega.

En  un sitio preponderante en la sala de Josefa hay una foto de Federico Velásquez Hernández que solo ellos conocen, pues al tío no le gustaba retratarse, refieren.

Las otras están celosamente colocadas en álbumes, dedicadas. “A tía Ana Rosa, en nombre de sus sobrinos. Filomena, enero 1911”. “Recuerdo de cariño para mi primita Ana Josefa. Guaroa y Cachita. Santiago, junio 11, 1914. “A mi querida hermana Ana Rosa, su hermano Federico. 29 de agosto 1907”. Y así, más retratos.

Reiteran que son  muchos los deudos del que fue maestro, líder político, periodista, escritor.

“En Ceiba de Madera somos once hermanos y estamos todos vivos. También tenemos fotografías. La familia se ha disgregado. El cardiólogo del Presidente Leonel Fernández, es Ureña Velásquez”, revela Luis Nicolás. Josefa nació el 10 de abril de 1922 y es la que tiene mayores evocaciones del ilustre tío y del calvario que representaron 31 años prácticamente de ruina. Dicen que Vicente De la Maza era de los pocos valientes que los visitaba cuando cayeron en desgracia. “¿Quién se atrevía a hablar? Vivimos en un terror hasta que desapareció Trujillo”, confiesa la educadora.

Narran que en 1932 expropiaron fincas e inmuebles que tenían los Velásquez en Doña Antonia, Guazumal, Ceiba de Madera, Salcedo, Cuero Duro, Villa Altagracia y en Santo Domingo “por donde está el Teatro Nacional y en Gascue”.

Una empresa pasteurizadora en posesión de terrenos que fueron suyos, les pagó. Están reclamando otros. Con algunos no albergan grandes esperanzas. Expresan: “Imagínese, dos propiedades nuestras fueron ocupadas por dos ex vicepresidentes de la República”. 

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