Calles y avenidas
Feria de la Paz y la Confraternidad

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Feria de la Paz y la Confraternidad

La “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre” fue una especie de reino mágico en el que además de ovacionar a la reina y su corte de princesas y “bufos”, gente de todas las edades acudía a montar en los trenes en miniatura para el transporte interno, tomar café en los “carritos Expreso” que lo ofrecían a cinco centavos en tacitas; escuchar los conciertos de la Sinfónica, ver las exhibiciones de gimnasia rítmica o bailar al son del conjunto típico de Rafael Ovalle y de las orquestas de Antonio Morel y Luis Alberti, entre otras.

Se instaló en “Ciudad Trujillo” pero dominicanos de toda la República con posibilidad de costearse los gastos del  viaje se trasladaban a deleitarse con las famosas “Follies de Ziegeld”, el ballet sobre hielo, carrusel de la fortuna, las batuteras y otros singulares espectáculos escenificados en el “Teatro Agua Luz” o en los propios jardines, pabellones y avenidas de “la Feria” como los de los boy scouts, militares y escolares de ambos sexos que marchaban con sus mejores galas.

Latin American Extravaganza, Conjunto Dunhills, bailadores argentinos Lola y Lita, Latin Quarter, pareja de baile rumba y conga compuesta por Raúl y Eva Reyes, The Fedders  y casi todos los artistas dominicanos estaban en esa prolongada festividad en la que los foráneos se presentaban con sugestiva indumentaria deslumbrando a humildes nativos. Un exchambelán del reinado de “Angelita” confesó que por primera vez en su vida vio “senos de mujer al aire”.

Otras atracciones eran aparatos mecánicos que simulaban molinos con asientos lumínicos, carros electromagnéticos, autos de goma que trabajaban con electricidad, “escupefuegos” y aviones vibradores. Los más pequeños se entretenían con el “peleador del cielo”, los jeeps, botes, autos y tanques.

Había también un “Bar del Turismo” con salón de recepción, pista de baile que se inauguró con un regio fiestón a cargo de la orquesta “Generalísimo” y en el que se sirvieron platos típicos, como pasteles en hoja y sancocho.

Causó sensación el Circo de Brasil, que dedicó una función especial a “los nietecitos” del dictador, hijos de Ramfis y Octavia Ricart: María Altagracia, Ramfis Rafael, Aída, Claudia y Mercedes, quienes estaban sentados en el palco de honor junto a sus abuelos y Japonesa Trujillo de Ruiz, Virgilio Álvarez Sánchez, Manuel de Moya Alonzo, Virgilio Álvarez Pina, Nieves Martínez Viuda Ricart, Teresita de las Nieves Ricart de Campagna, Josefina D’Alessandro y los niños Ramoncito Bergés Ruiz Trujillo y Guillermo Cochón Morillo. El presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, vino a la Feria y según el arquitecto Emilio José Brea se entusiasmó tanto que se marchó raudo y veloz a su país pues la Feria lo inspiró a construir Brasilia.

Celebrada atracción  fue la revista de variedades “El Lido de París”, montada en el “Agua    Luz” con un vestuario que sobrepasó en costo el millón de pesos. Una de sus actuaciones fue en honor a “Angelita”. Se llamó “Una noche en el Lido de París”.

Aunque en los finales no se cobró derecho de admisión y pese a que los precios de licores y consumo mínimo  eran alegadamente bajos,  en las fotos y crónicas casi no se aprecia a personas pobres en la cotidianidad de La Feria.

Medio millón de extranjeros.  Se inauguró el 20 de diciembre de 1955 a las 9:45 AM, con el corte de la cinta simbólica “que dio acceso al recinto luminoso e imponente de la Feria”. El “presidente”  Héctor B. Trujillo y el “esclarecido Padre de la Patria Nueva” escucharon el Himno Nacional, la salva de 21 cañonazos y “los vítores constantes del pueblo”.

Virgilio Álvarez Pina, presidente del descomunal evento, declaró al tirano: “Recibid, Generalísimo de los Ejércitos Nacionales; recibid, Padre de la Patria Nueva; recibid maestro, estadista, conductor, apóstol y caudillo, el homenaje de nuestro pueblo que os saluda hoy como al primer hijo de la Patria y como al más grande repúblico y gobernante nacido en tierra dominicana”. Trujillo respondió con un extenso discurso enumerando sus realizaciones desde 1930, y al concluir arrancaron la alegría y el derroche.

Se construyeron los hoteles “Generalísimo” (después Comercial y ahora Mercure), “El Embajador” y el “Paz” (Hispaniola) que se sumaban al “Jaragua” para acomodar al medio millón de visitantes extranjeros. El “Generalísimo” fue dotado de 75 habitaciones con aire acondicionado y cuarto de baño propio. Lo construyó Alejandro Alma.

En los pabellones, que después fueron oficinas públicas, se exhibían los logros de la “Era”. De entonces quedaron también el templo “Nuestra Señora de la Paz”, que fue pabellón de la Santa Sede, y el colegio Loyola, donde expuso España.

El Coro Nacional realizaba presentaciones con sus miembros de traje; el Conservatorio interpretaba “el ciclo Juan Sebastian Bach”, acompañados de festivales de bailes típicos con trajes autóctonos. Las carrozas alegóricas se sucedían mostrando por las calles de la Feria “las diferentes ramas del progreso alcanzado en la Era de Trujillo”.

Entretanto llegaban delegaciones de todo el país a entregarle flores a María Martínez y por La Voz Dominicana distinguidos charlistas celebraban la supuesta prosperidad de la nación bajo el mando del “insigne”. “Síntesis prodigiosa de una Era de Oro” y “La Feria en marcha” eran las series que desarrollaron, entre otros,  Pablo Jaime Viñas, Nelson Estruch, J. R. Johnson Mejía, que describió el acontecimiento: “La Feria, mágicamente edificada junto a las rompientes del Caribe, parece surgir mágicamente de sus aguas al influjo del Genio, dándonos la subyugadora sensación de ser una de esas ciudades irreales, solo concebibles por la mente privilegiada del poeta”.

El 26 de junio de 1956 se entregaron premios al visitante un millón, que resultó ser Rafael Cueto Díaz, chofer del servicio público. Ganó una lujosa motoneta “Lambretta”, un radio reloj y una batidora eléctrica.

El icono de la Feria fue la hija del tirano

Sus coronaciones y desfiles hicieron tanta historia como su exclusivo e incomparable traje que confeccionaron las hermanas Fontana, de Roma. La soberana y sus princesas, escoltas, “lacayos”, pajes, fueron actores incansables en aquella majestuosa conmemoración “dinástica”. “La gentil soberana en su carroza aterciopelada recibía la pleitesía de la alegre muchedumbre”, decían  lisonjeras crónicas.

Jóvenes de la alta sociedad fueron los agraciados de su pomposa comitiva. Fue un memorable reinado, hoy considerado “extravagante, grotesco”.  Pero en aquella ocasión, “cada una de las ciudades de la República envió a la más linda de sus muchachas”.

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