Calles y avenidas
La “Feria”: víctima del abandono

<P><STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>La “Feria”: víctima del abandono</P>

Había en la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre” una integración equilibrada entre el volumen o dimensión del espacio construido y el abierto. Las estructuras de los edificios eran aligeradas y flexibles y los diseños eran serenos, nada ostentosos, más bien balanceados dentro de una muy bien lograda ecuanimidad.

La explicación fue ofrecida por el arquitecto Emilio José Brea, estudioso de esta obra construida por el dictador Trujillo, quien describió el carácter arquitectónico que tuvieron originalmente los edificios,  de los cuales muy pocos  conservan  algunos de aquellos rasgos. El profesional complace lectores de HOY interesados en conocer ese aspecto del que fuera “el más portentoso entorno de Ciudad Trujillo”, como lo calificó la prensa de 1955, cuando se inauguró.

Agregó que los espacios dentro de las edificaciones eran amplios, holgados y pulcros, sin obstaculizaciones físicas, lo cual se modificó.

Brea enumeró transformaciones  que  se han producido con los años y elementos que se han ido introduciendo, como las altas verjas, los edificios residenciales, la construcción del Metro “con el caos que representan las entradas y salidas”, el cierre de la primera planta del palacio del Ayuntamiento y el cambio casi general en la actual avenida “Enrique Jiménez Moya” copada de vehículos estacionados y en marcha.

Al preguntarle si hubo un estilo particular que identificara las construcciones respondió que los estilos no existen, “los tratadistas acuñaron la frase por conveniencia” y manifestó que lo que hay son influencias, maneras de hacer arquitectura (manierismo). En el caso de la Feria, significó que los modos empleados eran propios de la época, y “estaban a tono con el racionalismo, un movimiento dentro del modernismo que perseguía hacer arquitectura desprovista de elementos superfluos”.

Añadió que hay que deslindar el campo político del simple razonamiento que ubica el trujillismo en esas obras, porque “el orden impuesto no balbuceaba la libertad de las formas de que se hizo galas”. Manifestó que los profesionales que intervinieron, aunque parezca contradictorio, trabajaron “con una cierta dosis de respeto y libertad”.

Aclaró que esto ocurrió porque no fue María Martínez la responsable de esos trabajos y citó el caso del hotel Jaragua, que no era del agrado de la Primera Dama “precisamente por carecer de ornamentos recargados”.

A su juicio, la intención en la Feria era “reflejar modernidad, contemporaneidad, estar al día en arquitectura, lo cual evidencia progreso, desarrollo”.

Dijo que se empleó escasa ornamentación y la poca que tuvo “buscaba rememorar los ancestros, la artesanía heredada de los taínos, fundamentalmente”. Añadió que “las texturizaciones de paredes, el uso de calados, de altos y bajos relieves” jugaron un papel determinante en el embellecimiento.

En los 12 edificios principales de la Feria se empleó hormigón (cemento y acero) aligerado y flexible, cerrando los huecos con amplias cristalerías, expresó el profesional. Desconoce el tiempo que se tomaron las construcciones pero confesó que ha escuchado y leído que fueron seis meses.

“Trujillo, que no era arquitecto, y en consecuencia no pudo hacer arquitectura, ordenó obras y los arquitectos dominicanos interpretaron sus solicitudes con cuidadosa pulcritud y con denodado fervor por una asepsia económica”, declaró. Y refiriéndose al costo se remitió al que ha dado el arquitecto Teódulo Blanchard Paulino: 25 millones de pesos.

Pero hay historiadores, acotó, que han afirmado que el proyecto no erosionó la economía, enmendando a otros que han escrito lo contrario “puesto que el ambicioso proyecto superó el presupuesto anual de la nación casi tres veces (eran nueve millones de la época)”.

Contrastó los edificios del área con el Palacio Nacional y el “Palacete de Bellas Artes que fueron diseñados y construidos persiguiendo el recuerdo clasicista de la arquitectura renacentista italiana o el templo griego por excelencia, que a partir de la Acrópolis se eternizara mundialmente”.

Un derroche.  El arquitecto Emilio José Brea reconoce que propagandísticamente “aquel ejercicio constructivo fue un derroche en el que la arquitectura y el urbanismo jugaron los papeles de recursos del Estado al accionar políticamente, como deslumbrante aporte al ficticio desarrollo que buscaba ocultar las realidades sociales, económicas, políticas y de otra índole que abatían al país, justo seis años después del desembarco de bahía Luperón”.

Un rasgo arquitectónico que se destacó en la Feria y que observa Brea es la ruptura “con la tradición urbana y arquitectónica de la capital dominicana, que era una aldea tradicional, muy apegada a su historia fundacional (colonial) y a su proceso decimonónico (republicano)”.

La Feria tuvo, a su entender, un interés urbanístico cuando eran 12 los edificios originales. “Ya no tiene ese valor porque la composición espacial fue rota por simple ignorancia de las autoridades de todas las épocas que no supieron lo que era la Feria ni supieron preservarlo”.

En esos edificios, dijo, “hubo balance, no precisamente armonía, respeto escalar, equilibrio de masas y de formas. Hablar sobre armonía es correr el riesgo de que se malinterprete el término y se diga que se parecían entre sí, lo cual no es cierto”.

Justifica la permanencia de las obras en “la buena construcción”, pero aclaró que “su persistencia lo es solo como interpretación de una resistencia ante el abandono parcial por parte de quienes debieron velar por ellos y no lo hicieron, desde 1956 en adelante y hasta la actualidad”.

Algunos definen esa arquitectura como trujillista, al respecto replica Brea: “Si se quiere mirar la Feria con ojos de piedad, se podría descubrir las similitudes formales que hacen de los edificios un conjunto que se puede considerar perfectamente como un todo coherente. Lamentablemente, la ignorancia ha etiquetado el conjunto con el mote peyorativo y burlón de ‘arquitectura trujillista’. Henry Gazón Bona fue el más prolífico realizador de obras (diseño y construcción) en tiempos de la dictadura y, sin embargo, no tiene una sola obra en la Feria”.

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