Calles y avenidas
La bella Flor  Itha Roques Martínez

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>La bella Flor  Itha Roques Martínez

Era la más joven de las tres, pero fue la primera en fallecer. Al igual que sus dos hermanas dirigió en una época el colegio Santa Teresita, se desempeñó como maestra y es recordada, principalmente, porque dio cabida al arte en todas sus manifestaciones e introdujo novedades en la formación escolar que despertaron admiración y sorpresa pero en algunos casos generaron el  rechazo de las autoridades educativas o de la estancada sociedad de entonces.

Flor Itha Roques Martínez, unas de las mujeres más hermosas de Santo Domingo, fue encarnación de la ternura que revolucionó la educación de su tiempo. Acogió como hijos propios a alumnos y amigos de sus hijas que atraía por su inmenso amor y mente abierta. La famosa actriz Iris Peynado pasó a ser miembro de su familia cuando la institución deshizo el internado. “Tía Itha” la enseñó a aceptarse con el color de su piel y su cabello crespo que en Italia le merecieron el título de “La perla negra”.

Cantaba, a pesar de que no desarrolló esa aptitud. Fue estímulo para los pintores Geo Ripley y José Miura cuando eran apenas promesas, y el símbolo de las Navidades en el Santa Teresita: cada año preparaba infantiles actores y actrices para las originales veladas que se convirtieron en tradición esperada más allá del ámbito de la escuela. Un diciembre montó “Pregones de mi tierra”, basada en un poema de Carmen Natalia Martínez Bonilla.

La enfermedad, el dolor, no derribaron su espíritu indoblegable. Padeciendo cáncer daba clases, continuaba sus viajes, sonreía, se mantenía erguida y firme. Sólo guardó cama cuando cayó en coma y su deceso, según sus hijas, pareció un momento mágico, “no una despedida”. Itha no transmitía tristezas. Cuando murió su esposo no guardó luto para no contagiar sentimientos de aflicción al alumnado. A la última actuación de fin de año, muy afectada por el terrible cáncer, esperó a que empezara la función para disfrutarla desde un aula en la segunda planta impidiendo que público y elenco se conmovieran de su estado. A los dos meses se detuvo su corazón bondadoso.

De la profesora tan hermosa que llegó a ser soberana de célebres reinados y favorita dama de honor en las bodas de amigas y parientes, hablan sus hijas Lourdes y Rosalía. Las otras son María, y Elena (fallecida). Sus sobrinas María Cecilia, Carmen, Martha, Cristina, Atala, Carmen Amalia, cuentan de ella anécdotas inacabables.

Era la más joven de las tres, pero fue la primera en fallecer. Al igual que sus dos hermanas dirigió en una época el colegio Santa Teresita, se desempeñó como maestra y es recordada, principalmente, porque dio cabida al arte en todas sus manifestaciones e introdujo novedades en la formación escolar que despertaron admiración y sorpresa pero en algunos casos generaron el  rechazo de las autoridades educativas o de la estancada sociedad de entonces.

Flor Itha Roques Martínez, unas de las mujeres más hermosas de Santo Domingo, fue encarnación de la ternura que revolucionó la educación de su tiempo. Acogió como hijos propios a alumnos y amigos de sus hijas que atraía por su inmenso amor y mente abierta. La famosa actriz Iris Peynado pasó a ser miembro de su familia cuando la institución deshizo el internado. “Tía Itha” la enseñó a aceptarse con el color de su piel y su cabello crespo que en Italia le merecieron el título de “La perla negra”.

Cantaba, a pesar de que no desarrolló esa aptitud. Fue estímulo para los pintores Geo Ripley y José Miura cuando eran apenas promesas, y el símbolo de las Navidades en el Santa Teresita: cada año preparaba infantiles actores y actrices para las originales veladas que se convirtieron en tradición esperada más allá del ámbito de la escuela. Un diciembre montó “Pregones de mi tierra”, basada en un poema de Carmen Natalia Martínez Bonilla.

La enfermedad, el dolor, no derribaron su espíritu indoblegable. Padeciendo cáncer daba clases, continuaba sus viajes, sonreía, se mantenía erguida y firme. Sólo guardó cama cuando cayó en coma y su deceso, según sus hijas, pareció un momento mágico, “no una despedida”. Itha no transmitía tristezas. Cuando murió su esposo no guardó luto para no contagiar sentimientos de aflicción al alumnado. A la última actuación de fin de año, muy afectada por el terrible cáncer, esperó a que empezara la función para disfrutarla desde un aula en la segunda planta impidiendo que público y elenco se conmovieran de su estado. A los dos meses se detuvo su corazón bondadoso.

De la profesora tan hermosa que llegó a ser soberana de célebres reinados y favorita dama de honor en las bodas de amigas y parientes, hablan sus hijas Lourdes y Rosalía. Las otras son María, y Elena (fallecida). Sus sobrinas María Cecilia, Carmen, Martha, Cristina, Atala, Carmen Amalia, cuentan de ella anécdotas inacabables.

Lectora voraz, le atraían autores de temas educativos. “De ella oí por primera vez nombres como Piaget, Montessori, Pestalozzi, aún así pensaba que el maestro necesitaba sentido común y mucho amor más que rígidas metodologías”, manifiesta Rosalía. Lourdes cuenta de los viajes de su progenitora cada verano para traer materiales didácticos que facilitaran la labor del maestro. “Mandó a quitar los clásicos mapas y abecedarios de las paredes para reemplazarlos por trabajos de los estudiantes”.

Llevó la modernidad al Santa Teresita pese a que no pudo materializar algunas ideas, como las clases de educación sexual. Comunican las hermanas que Itha “tomó con naturalidad las corrientes vanguardistas de la matemática moderna y la teoría de los conjuntos, eliminó los exámenes como única forma de evaluar el conocimiento pues, “para ella era más importante el desempeño diario y el interés por saber”, pero éste método hubo que suprimirlo por órdenes de la Secretaría de Educación.

Introdujo la tanda vespertina para clases de ballet, deportes, idiomas, mecánica, pintura, manualidades, carpintería, y además de las lecciones teóricas, enseñaba cultura con visitas a lugares históricos, que asignó a su sobrina Carmen (Canqui) Despradel Roques.

Notable por el dominio de matemáticas y gramática, impartió docencia en preescolar y secundaria y dirigió el colegio de 1965 a 1967. Convirtió el recreo en competencias de yo-yo, zancos, aros, clá-clá, ajedrez, patines. “Para terminarlo inventó dos toques de timbre, uno para quedarse paralizados, otro para ir a las filas”, evoca Rosalía.

Los “jeans” con camisetas de diferentes colores y las paredes pintadas de matices encendidos, fueron inspiración de la “tía Itha” que enseño a hijas y discípulos “el amor incondicional, enfrentar con entereza lo irremediable, defender siempre lo bueno, respetar a los demás, dejar ir y no guardar rencores, no herir ni provocar, ser responsables, reírnos de las cosas absurdas, compartir, mantener la mente abierta, no encerrarnos en nuestro propio mundo ni creernos mejores, no tener miedo, escuchar a los demás, dar sin recibir, no jugar a la víctima ni mortificar a nadie y gozar de los aguaceros. Nos buscaba los trabajes de baño cuando llovía”, cuentan las hermanas.

Cada sobrina tiene un grato recuerdo de esa tía cariñosa, tan revolucionaria y patriótica como fueron Lourdes y Minetta. “Se escandalizó cuando escuchó a un párvulo proferir un sanantonio y le aconsejó sustituir esa “vulgar palabra” por “rosa”.

De elevada estatura, piel blanca, ojos verdes, “mamá era recta pero dulce, nunca nos pegó. Creía que el padre o la madre que lo hacían era porque se les habían agotado todos los recursos”, narra Lourdes, que la describe “moderna, adelantada a la época”.

“Tía Itha era tan importante como Naná  y tía Lourdes, lo que pasa es que era la menor y se retiraba por respeto, pero era el cerebro de muchas cosas”, afirma Carmen.

Murió el 10 de febrero de 1979

María Cecilia, su sobrina, llora al referir que su esposo casó con ella porque “se enamoró de tía Itha” pero sus lágrimas se desvanecen al recordar que Itha ponía de manifiesto su sentimiento de igualdad en sus famosas veladas navideñas: “Melchor era negro y Baltazar blanco”.

Itha es una de las “Hermanas Roques Martínez” reconocidas en una calle de “El Millón”.

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