Calles y avenidas
La espada de la Restauración

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Del general Gregorio Luperón se han publicado, con justicia, infinidad de libros, artículos, semblanzas, biografías, exaltándolo como “Primera espada de la Restauración”, “Prócer restaurador”, luchador decidido contra la Anexión que combatió con frenético furor resistiendo las cargas feroces de los veteranos soldados españoles.

 Del “Jefe Supremo de las Fuerzas Restauradoras en el Sur y el Este” de la República que a sangre y fuego “libró las más tremendas batallas” y que “a salto de mata” fue perseguido, acorralado, en ocasiones derrotado y puesto a precio su cabeza, queda muy poco por decir pues lo que no han contado los cronistas figura en las “Notas autobiográficas y apuntes históricos sobre la República Dominicana, desde la Restauración hasta nuestros días”, que publicó en 1896 y de las que se han hecho múltiples reediciones.

Ha recibido todos los homenajes que merece su heroísmo y las ponderaciones de los más destacados escritores de todos los tiempos que exaltan su espíritu antillanista, porque también era partidario de la libertad de Cuba y Puerto Rico, y su amistad con Betances, Baldorioti de Castro, Víctor Hugo, Garibaldi, entre otros.

De humilde panadero, pescador, vendedor de frutas en el mercado, dulces en los cuarteles, bidones de agua jineteando en burro, llegó a Presidente de la República y durante años decidió la suerte de la nación desde Puerto Plata, convirtiéndose en árbitro de su propio partido, que imponía a sus militantes por quién votar, como ocurrió cuando ascendieron al poder Ulises Francisco Espaillat, Fernando Arturo de Meriño y Francisco Gregorio Billini.

 Restaurada la República, Luperón ocupó cargos de gran importancia y después de su muerte su estatua ecuestre se impone en parques, escuelas, colegios y su nombre glorioso lo ostentan calles, callejones y avenidas en pueblos, campos, barrios y ciudades.  En Santo Domingo existe desde 1897 la calle “General Luperón”, en la Ciudad Colonial, pero en 1970 el presidente Joaquín Balaguer solicitó al Congreso Nacional que la más importante avenida que se construía entonces se llamara “Luperón” en reconocimiento al denodado guerrero de valor sin paralelo”, como lo definió Arturo Logroño en 1939.

Balaguer y Luperón.  El 25 de noviembre de 1970 Joaquín Balaguer escribió al presidente de la Cámara de Diputados: “La espada de Luperón relampagueó fulgurante en todos los campos de batalla en la contienda restauradora desde el momento mismo en que se inicia” y “poco menos de dos años después de haberse consumado la Anexión a España, el patriotismo dominicano se hizo presente en febrero de 1863 en Guayubín y Sabaneta. Allí estuvo el puertoplateño sin miedo, Gregorio Luperón, y fue proclamado por todos sus compañeros de armas general de brigada”.

Añade que “en incesante peregrinar por  la Línea Noroeste llega a Capotillo, es hecho preso en Los Llanos de Pérez y escapa de su prisión, se dirige entonces a Puerto Plata, pasa a Mao y luego a La Jagua, en La Vega. Reinicia la propaganda revolucionaria que culmina con el Grito de Capotillo y da comienzo a la Revolución Restauradora el 16 de agosto de 1863”.

Balaguer enfatiza el mando de Luperón al frente de las tropas que atacan en Arroyo Bermejo, ocupa San Pedro, vuelve al Cibao, llega a La Vega, al Bonao, al Maniel, Piedra Blanca, Rancho Arriba, San José de Ocoa y Baní y entra, por fin, triunfante, a San Cristóbal. “En 1864 lucha cuerpo a cuerpo en el combate de Sabana del Vigía y luego en las cercanías de Monte Plata, en Yerba Buena, Paso del Muerto, Boca del río Yabacao” hasta que en 1865 es nombrado Jefe Superior de Operaciones de la Línea Noroeste y Delegado del Gobierno”. Renacida la libertad de la Patria, entra de lleno en las luchas partidistas”.

 Por esos motivos Balaguer recomendó que la avenida “que se extiende de Sur a Norte entre la Avenida Independencia y la Carretera Duarte” se llamara Luperón, así, “tan hermosa y moderna vía en construcción se honrará con el  nombre esclarecido del glorioso soldado que contribuyó como ninguno a restaurar la perdida soberanía de la Patria”. El Congreso acogió la petición y mediante la Ley número 67 designó la Avenida Luperón el 3 de diciembre de 1970.

Expandir zona industrial

El arquitecto Rafael Tomás Hernández, quien participó en las discusiones para abrir la avenida Luperón, contó que ésta fue “el resultado de una de las medidas de planificación urbana más correctas y oportunas que han sido tomadas en la Capital: el establecimiento de la Zona Industrial de Herrera”.

Se lamentaban entonces de que cuando se instaló el primer parque industrial en la parte Norte de la Capital, en los alrededores del Cementerio Nacional, se producían efectos contaminantes que las brisas del noroeste movían afectando el núcleo central de la ciudad. En la desaparecida Comisión Nacional de Desarrollo, relató, se planteó que se disponía de esos terrenos “y además, la Isabel Aguiar, que era un camino carretero que atravesaba la zona de Herrera, resultaba precario”.

Ante la necesidad de expandir la zona de industrias y proveer un deslinde que al mismo tiempo diera facilidades al tráfico, se comenzó a construir la hoy Avenida Luperón. Hernández recuerda que en la planificación participaron el arquitecto Leopoldo Espaillat Nanita y el ingeniero Diego Moya Canaán. “Los puentes en las intersecciones con Kennedy, avenida Independencia y 30 de Mayo, dependían de la Secretaría de Estado de Obras Públicas”, afirmó.

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Gregorio Luperón

(Gollito), nació en Puerto Plata el 8 de septiembre del año 1839, hijo de Nicolasa Duperrón y Pedro Castellanos. Asistió a una escuela modesta mientras ayudaba en cortes de caoba en las sierras de Pedro Dubocq, en Jamao. Intervino en política desde los 18 años cuando fue nombrado Comandante Auxiliar del Puerto Cantonal de Rincón.

El 21 de mayo de 1865 casó con Ana Luisa Tavárez, de San José de Los Llanos. Con ella y otras mujeres procreó varios hijos. Murió en Puerto Plata el 20 de mayo de 1897. Sus restos reposan en el Panteón Nacional.

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