Calles y avenidas
Maestro Malaquías Gil Arantegui

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Maestro Malaquías Gil Arantegui

En República Dominicana le recuerdan con veneración innumerables profesionales que se nutrieron de su sabiduría en aulas universitarias, institutos comerciales, escuelas secundarias. Organismos públicos y privados se beneficiaron de programas, técnicas, metodologías, reformas y reglamentos que introdujo en la enseñanza. Pero pocos conocieron al soldado del Partido Socialista Obrero Español que a los 18 años se afilió a la Unión General de Trabajadores y al comenzar la Guerra Civil en su país se incorporó a la lucha como alférez y comisario de dos brigadas del Ejército Republicano.

Malaquías Gil Arantegui, el consagrado maestro de invariables saco, corbata, sombrero y paraguas que acudía a pie a clases y trabajos no solo para ejercitarse sino porque consideraba la caminata como su tiempo para pensar, fue un revolucionario permanente que se libró de dos intentos de deportación en el trujillato, con sensibilidad y compasión tan especiales por los pobres que se despojaba de sus ropas para vestirlos y menguaba su salario para becar estudiantes sin medios económicos.

Menor de seis hijos de Malaquías Gil Pelacho, próspero industrial de muebles, fue el único en la familia que se incorporó a la promoción del bien común y la justicia, influenciado por José Gaos, su maestro que fue discípulo predilecto de Ortega y Gasset.

Luego de estar en campos de concentración en Francia, en 1939 recibió un visado para Santo Domingo donde pensó vendría de paso en el vapor “Flandes” para reunirse con una hermana en Chile, pero estando de maestro normal en Barahona conoció a Carmen Leah Fiallo Suazo con quien casó el 31 de mayo de 1941. No salió de esta tierra hasta 1966 cuando retornó a su Madre Patria para tratarse un derrame cerebral que le provocó un estudiante de la UASD al vocearle: “Malaquías, español franquista, vete!”.

 Laura del Pilar, que heredó del eminente escritor sus luces intelectuales y sus libros, comenta mencionando al irreverente líder estudiantil: “Llamarle franquista a una persona que tuvo 47 años de exilio por no serlo, y que cuando salió de España a todos sus hermanos los metieron presos porque no lo pudieron encontrar a él para matarlo, sólo podía hacerlo el fanatismo, la obcecación de una persona que no piensa”. Felizmente, el profesor sobrepasó la adversidad que contrarió hasta el dolor su corazón de rebelde contra el abuso.

Del ilustre sabio habla también Leah Fermina, de cuyos ojos brotan lágrimas ante las remembranzas sobre su progenitor. La otra hija es Rosa del Carmen Gil Fiallo.

“Desde el alba hasta el crepúsculo”.  Nació en Zaragoza el 15 de septiembre de 1912. Su madre era Rosa Arantegui Blasco. Malaquías quedó huérfano muy niño y lo criaron Fermina, hermana de su padre, y su esposo Andrés. Allá estudió filosofía, letras, geografía, historia, y se graduó con Premio Extraordinario. Fue profesor ayudante de Historia Medieval. A los 20 años  era catedrático de Segunda Enseñanza en un Instituto de la ciudad de Jaca, del que fue subdirector.

Aquí, luego de breve tiempo en Barahona se trasladó a la capital y fue profesor en la Escuela de Peritos Contadores, Instituto de Señoritas Salomé Ureña, Colegio Calasanz, Universidades Autónoma de Santo Domingo y Pedro Henríquez Ureña, de la cual fue fundador decano de Humanidades. En 1963 fue experto de la UNESCO en Colombia y durante 20 años técnico de la Secretaría de Educación donde dirigió el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. Laboró un decenio en APEC  como asesor de los Centros de Educación a Distancia.

Impartía pedagogía, historia, geografía, introducción a la educación, español, literatura española, entre otras materias, y orientó programas de reformas para la secundaria, bachilleratos vocacionales, convalidaciones y formación en humanidades

Laura y Leah rememoran las invariables visitas sabatinas junto a él a la librería de los Escoffet, y los recorridos de la familia completa por la “Feria de la Paz” así como los almuerzos dominicales en “El Trianon”. “Por las noches sostenía con nosotras largas conversaciones sobre arte, literatura, historia, política, pedagogía, geografía”. En cada llegada de Laura a la casa, le preguntaba si había llevado libros nuevos.

Tocaba música española todas las mañanas. Los amigos, dicen, se deleitaban “viéndolo bailar con mamá, ella merengue y él llevándola al ritmo de pasodoble”.

De baja estatura, fuerte de musculatura, espalda ancha y ojos entre gris y amarillo claro, piel blanca y cabello negro, de temperamento apacible, “siempre encontraba solución a todos los problemas”, afirman las hermanas que ponen de manifiesto el amor y la ternura que don Malaquías entregó como esposo y padre.

Laura no olvida su madrugar para poner la mesa del desayuno antes de partir a sus faenas. “Volvía al mediodía, almorzaba, dormía su siesta mediterránea y al levantarse se bañaba y antes de ir a clases se paraba en la ventana de su biblioteca a rezar. Pedía a Dios morir en plenitud de facultades, no hacer agonía ni quedar inválido para no depender de nadie. Y así fue”, declara. Falleció en Zaragoza el ocho de agosto de 1988, víctima de un fulminante derrame cerebral. Fue sepultado en Santo Domingo, como pidió en vida pues “decía que ésta era su Patria paralela, le parecía poco decir que era su segunda patria”.

Laura exclama que el ejemplo que les dejó lo resume una frase que repetía: “Aprendamos toda la vida, desde el alba hasta el crepúsculo”.

Entre sus obras publicadas están “Concepto y didáctica de la geografía”, “Limitaciones educativas”, “Periodos históricos de la Historiografía Moderna” y “La Primera Constitución Dominicana”, en colaboración con Javier Malagón Barceló.

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La calle

El 18 de diciembre de 1990 fue designada “Malaquías Gil” la antigua calle “C” del ensanche Serrallés. La denominación fue promovida por Dennis R. Simó,  presidente de la Junta Directiva de los Centros APEC de Educación a Distancia. Nace en la Filomena Gómez de Cova, donde vivió la familia Gil Fiallo, y termina en la José Amado Soler.

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