Calles y avenidas
Primer cura mulato nacido en SD

<STRONG>Calles y avenidas<BR></STRONG>Primer cura mulato nacido en SD

Fue el primero de los esclavos de raza negra, nacidos en Santo Domingo, que llegó al sacerdocio.

Venció los prejuicios raciales de miembros de la misma Iglesia para los que ser parado o mulato se consideraba estar “manchado” o tener “un defecto”.

Tomás Rodríguez de Sosa, sin embargo, demostró  talento e inteligencia y puso de manifiesto tan excepcionales virtudes que mereció el reconocimiento y la admiración de Papas, arzobispos,  gobernantes y superiores de diversas órdenes religiosas.

Del sobresaliente maestro, extraordinario predicador, teólogo, demandado latinista, existe una calle que evoca su memoria, pequeña comparada con la grandeza de quien abrió las puertas para que otros negros pudieran ser ministros de Dios.

De la vida y actividades pastorales de Rodríguez de Sosa existía  escasa noticia en República Dominicana hasta hace unos meses cuando el historiador José Luis Sáez Ramo, sacerdote de la Compañía de Jesús, publicó el resultado de sus investigaciones sobre el notable clérigo en el Archivo General de Indias y en el Archivo Secreto Vaticano.

La curiosidad del inagotable cronista la despertaron un artículo publicado por monseñor Hugo  Polanco Brito en 1969, “El Concilio Provincial de Santo Domingo y ordenación de negros y de indios”, y otro del padre A. Valle Llano, de 1950, en torno a La Compañía de Jesús en Santo Domingo, que lo mencionaban.

“Tengo que averiguar quién es este hombre”, se propuso y compró en Sevilla los informes completos de los jesuitas, de los cuales obsequió copia a Roma. Completó una  extensa, reveladora historia  y  dio a la luz su trabajo: “Tomás Rodríguez de Sosa, Un esclavo que se entregó a otro Señor”, publicado en su libro “Retratos de medio cuerpo, Nueve figuras de la Iglesia en Santo Domingo”.

Tomás nació esclavo, hijo natural de una esclava de algún convento colonial, supone Sáez, y de Alonso Rodríguez, a quien cita el Presidente de la Real Audiencia el 23 de noviembre de 1627, cuando se refiere a la condición de educador del religioso. “Los jóvenes acudían a un mancebo nombrado Tomás Rodríguez, hijo de Alonso Rodríguez, maeso de niños, para que les leyese y enseñase la dicha gramática”. Esta, acota Sáez, “es la única referencia que ha quedado acerca del padre de Tomás, y probablemente se refiere al Bachiller Alonso Rodríguez, que vivía con su familia en la isla desde 1561”.

En 1650 ya existía un clérigo ordenado que, según la tabla popular de mestizaje, catalogarían entonces como mulato: Tomás Rodríguez de Sosa. A él se refiere por primera vez un informe preparado por los jesuitas Damián Buitrago y Andrés de Solís, acerca de la factibilidad de establecer una casa de la Compañía de Jesús en Santo Domingo, consigna Sáez.

Aludían a “un clérigo mulato, que es buen teólogo y predicador, tan único por la pinta y suficiencia como por lo solitario”.

Estudió en el Seminario Conciliar, que tenía su sede en el Colegio Gorjón. El 26 de octubre de 1623, Urbano VIII le otorgó “dispensación de natales” para recibir las órdenes mayores, “en este caso el subdiaconado”, pero no recibió el pase del Consejo de Indias hasta el 14 de abril de 1625.

“Roma tuvo que darle una dispensa porque no llegaba a la edad reglamentaria que era 24 años”, comunica Sáez y dice que hubo oposición a la ordenación de parte del Gobierno colonial al que no agradaba su color.

El padre José Luis infiere por el Breve Pontificio de Urbano VIII que Tomás debió nacer entre 1605 y 1606, fecha que coincide con datos del elenco del clero de la Arquidiócesis, publicado en 1663, que le adjudicaba 56 años de edad.

Rodríguez de Sosa recibió “la primera de las órdenes mayores en las témporas de Pentecostés de 1625 y, según las costumbres de la época, una vez cumplidos los 24 años, en las témporas de Adviento de 1629 sería ordenado sacerdote por el mismo arzobispo Fr. Pedro de Oviedo”.

“De gran fruto en el púlpito”.  De las singulares cualidades del primer sacerdote nativo de la isla de raza negra, el arzobispo Pío de Guadalupe Téllez escribió a Felipe IV que “era docto, teólogo, virtuoso, de gran fruto en el púlpito, en la cátedra, en el confesionario” y que los prelados de las Indias, presidentes y oidores de la Real Audiencia le invitaban para que pronunciara los sermones en cuaresma y en fiestas reales celebradas en la catedral porque “en ella y en cualquier parte se luce con su doctrina y ejemplo incansablemente y sin que se cansen de oírle doctos y no doctos”.

El arzobispo Francisco de la Cueva Maldonado  elogió su capacidad como orador y “sacerdote virtuoso y sagaz”. Añade que “nació esclavo, después lo libertó su señor, aplicóse a estudiar y un prelado lo ordenó por verle aplicado. Es de color pardo”.

El jesuita colombiano Francisco Cortés alabó al intelectual  que “sobresalía ante todo por su humildad, rehusando cuantos honores y prebendas le habían ofrecido, mereciendo, sin embargo, el aplauso de las causas superiores, así eclesiásticas como seculares”. Una carta de la corona exalta su dedicación y cita entre sus logros la conversión al catolicismo de muchos prisioneros franceses e ingleses “y la asidua atención cuaresmal a los saldados del destacamento de San Jerónimo de Güibia, a más de media legua al Oeste de Santo Domingo” y comenta que “eso ciertamente sobrepasa sus obligaciones”.

Sáez reproduce más elogios hacia Tomás, su obra y sabiduría, provenientes de otras personalidades.

Además de que fue el primer teólogo mulato y probablemente el primer capellán de la dotación de Santo Domingo, Rodríguez tuvo a su cargo el ministerio de la Capilla de la Real Audiencia, trabajó con los soldados del presidio, tradujo al castellano la Bula de Inocencio IX que erigió canónicamente la Cofradía de la Virgen de los Remedios del Carmen; una carta del capitán irlandés Richard Jacquet al gobernador de Santo Domingo; el privilegio y aumento de armas otorgado por el emperador Carlos I a Gonzalo Fernández de Oviedo, entre otros. “La destacada participación latina de Rodríguez le hizo indispensable traductor de documentos”.

Sáez  reproduce calumnias contra el cura, “fruto de la maledicencia o motivadas en el prejuicio de que era objeto cualquier eclesiástico que no fuese de raza blanca” y registra actos de trascendencia en los que participó, como apadrinar bautizos o ser testigo en matrimonios.

Tomás Rodríguez de Sosa fue enterrado en el cementerio de la catedral el 12 de agosto de 1694.

La calle

“Me sorprende pero me alegra mucho”, exclama José Luis Sáez al enterarse que existe una calle con el nombre del cura, aunque entiende que debió asignársele en los lugares por donde él anduvo: Colegio de Gorjón, capilla de la Real Audiencia, Real Audiencia.

El 5 de enero del año 1977 el Ayuntamiento de Santo Domingo designó con su nombre “la calle que se extiende desde la avenida George Washington hasta terminar en un “cul de sac”. Era la antigua “avenida Principal” de la Urbanización “Coplan”, El Cacique”.

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