Calor amenaza a Washington

Calor amenaza a Washington

WASHINGTON (EFE).- La capital estadounidense y toda la costa este de EEUU se preparan para recibir la ola de calor que en los últimos días ha derretido la región de Chicago y gran parte del centro del país con temperaturas de más de 40 grados centígrados.

En algunos lugares, el calor llegará acompañado de tormentas muy fuertes y de índices de humedad elevadísimos que aumentan la sensación térmica provocada por las ya de por sí altas temperaturas.

Es el caso de Washington, donde los termómetros se sitúan hoy en torno a los 37 grados centígrados, acompañados de una humedad superior al 60 por ciento, por lo que el Servicio Nacional de Meteorología ha alertado a la población de que ello incrementará la sensación térmica en más de tres grados en las próximas horas.

«Se esperan condiciones similares, o incluso de más calor, para el martes», prosigue el boletín difundido hoy por los servicios meteorológicos de Washington, que mantienen la situación de «alerta grave» hasta mañana, con posibilidad de extenderla también al miércoles.

Chris Vaccaro, portavoz de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera de EEUU (NOAA), explicó a EFE que las previsiones apuntan a un empeoramiento de la situación en las próximas horas y precisó que la sensación térmica podría alcanzar mañana los 43 grados centígrados en Washington.

Ante una situación como ésta, añadió, los ciudadanos deben optar por ropa fresca y ligera, evitar desplazamientos en las horas de más calor, beber mucho líquido y estar pendientes de familiares y vecinos.

Las autoridades están repitiendo estás consignas desde hace dos semanas en el oeste y centro del país, donde la ola de calor se cobró la vida de, al menos, 24 personas.

La mayoría de esas víctimas fueron mendigos, de ahí que en algunas ciudades se haya comenzado a distribuir agua en plena calle y se han abierto refugios con aire acondicionado para acoger a las personas sin hogar.

Son algunas de las medidas adoptadas en Chicago donde, por primera vez en los últimos seis años, se han superado los 40 grados centígrados.

Los responsables de la ciudad han puesto en marcha un plan de emergencia para evitar que se repita la tragedia de hace tan sólo una década, cuando una ola de calor similar a la de ahora se cobró la vida de 700 personas.

Los medios de comunicación repiten constantemente las previsiones meteorológicas y alertan de las medidas de prevención que deben tomar los colectivos más vulnerables, especialmente los niños y ancianos, para evitar la deshidratación y los golpes de calor.

Una de las recomendaciones más repetidas es la de no dejar a niños o animales domésticos en los coches con las ventanillas subidas, tal y como se recoge en un comunicado del Servicio Nacional de Meteorología.

Las temperaturas en el interior de un vehículo, prosigue la nota, «pueden llegar a alcanzar los 65 grados centígrados rápidamente» y causar la muerte de los ocupantes.

El diario «USA Today» recoge hoy esta misma advertencia en una información con el título de «cómo su coche puede convertirse en un horno», en la que precisa que 19 niños murieron por hipertermia en el interior de un vehículo durante este año.

Los hospitales ya han recibido algunos casos de insolación y los médicos insisten en que hay que beber mucha agua para evitar la deshidratación.

Al margen de las graves consecuencias sobre la población, las condiciones meteorológicas han provocado también varios incendios en todo el país y han elevado el consumo de energía hasta niveles récord por el continuo uso del aire acondicionado.

Según el operador que gestiona la red eléctrica de Nueva York (NYISO), el martes pasado se batió el récord de consumo con 31.741 megavatios (MW) de electricidad, casi 1.000 megavatios más que el anterior máximo alcanzado el 9 de agosto del 2001.

El derroche de electricidad para combatir el bochorno hace temer que pueda repetirse el apagón masivo que sufrió EEUU en agosto de 2003.

El 14 de agosto de ese año, un fallo en una línea de distribución del estado de Ohio provocó un efecto en cascada que en pocos minutos dejó sin electricidad, en algunos casos hasta durante dos semanas, a más de 50 millones de personas en el sur de Canadá y noroeste de EEUU.

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