Calor y afectos paternos

Calor y afectos paternos

ATAHUALPA SOÑÉ M.
Mucho se ha podido decir sobre los casos de niños maltrados y las muy graves consecuencias que se destilan de dichas acciones, pero todo parece indicar que se trata de complementar o completar capítulos de violencia y maltrato hacia la niñez.

Los niños conocidos como «bebés maltrados» reciben toda clase de vejaciones, golpes, quemaduras, azotes, asfixia, violaciones, e incluso enterrados vivos. Muchos niños que han logrado sobrevivir presentan daños mentales, físicos y emocionales de manera permanente.

La cantidad de niños de los cuales se abusa en nuestra sociedad, puede ser en consecuencia de la aceptación de la fuerza física dentro de la crianza, cuya justificación común plantean los padres que les hace sentirse mejores padres. Estos padres violentan los límites que les son otorgados por la sociedad y su contexto de valores, razón por la cual el abuso puede variar en cantidad, no así en calidad.

Los padres que abusan de sus hijos pertenecen a todos los estratos sociales y sus distintos niveles, rangos de inteligencia o grupos culturales, religiosos y raciales. Es por esto que las facetas del maltrato puede aparecer en distintas formas vertientes y estilos.

Es una constante vertical aquella que señala que los padres que maltratan a sus hijos, alguna vez fueron maltrados o privados de alguna forma. Suelen poseer una autoestima disminuida, se han sentidos fracasado. Siete un verdadero estado de soledad, no tienen confianza en alguien que lo pueda ayudar en momentos difíciles.

Aquellos niños de los cuales se abusa al crecer frecuentemente, se convierten en padre que también abusan, por lo cual el ciclo sólo se rompe previniendo la situación del abuso en forma radical.

En sociedades cuyo adiestramiento resulta brusco y coleríco para lograr la independencia, se asociaban los porcentajes elevados de crímenes y delitos violentos, para forjar sujetos que respondan a dichas variables.

La afectuosidad paterna durante las primeras etapas de la vida, son una verdadera fuente de aprendizaje, pues los hijos captan los elementos que proporcionan dichos principios, los cuales son llevados hacia la adultez.

Cuando los padres sirven de modelos ayudan con su altruismo y moralidad a los niños. Resulta común que por vía de la disciplina los padres motiven a sus niños a contrastar sus deseos morales de una situación, bajo la consideración de las necesidades de los demás y de este modo respetar las reglas que rigen.

Resulta pues, evidente que las tácticas disciplinarias que comunican los/las motivacionales para requerir que los hijos modifiquen su conducta, parecen verdaderos hilos para fomentar la empatía.

Si por el contrario, los padres utilizan la fuerza y las amenazas, sus hijos tendrán la tendencia a desarrollar moralidades externas basadas en el miedo al castigo. La gran concentración en las limitantes externas llevan a los infantes a tener menos probabilidades para asimilar los valores paternos.

La empatía posee medios para ser aprendida y enseñada de manera intencional, tal como: identificando las emociones que los demás sienten. Comprendiendo situaciones desde la perspectiva de otros. Experimentando de manera personal los sentimientos de otro.

Estas constituyen imágenes que nos son proyectadas en espejo de la sociedad.

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