Camarada Rabochi García empezó en las filas revolucionarias con 13 años

Camarada Rabochi García empezó en las filas revolucionarias con 13 años

En la Revolución de Abril fue de los primeros que se acogió a la consigna “Armas para el pueblo” surgida del Partido Socialista Popular en el que comenzó a militar porque el Movimiento Popular Dominicano, del que fue miembro, “había cambiado” y él veía en los nuevos compañeros mayor formación política.
Rodolfo Pierre, Valentín Giró, Félix Frank Ayuso y Roberto Cassá le acompañaron en la arriesgada aventura en la que con un spray rojo escribió la frase en la esquina formada por las calles Mercedes y Palo Hincado.
Era prácticamente un niño que había recibido entrenamiento militar para un alzamiento en la loma y que conoció la prisión en la Casa Albergue por participar en las actividades de apoyo urbano a la guerrilla de Manolo Tavárez, en 1963.
Es que desde los 13 años comenzó a luchar por la libertad y el bienestar general de los dominicanos cuando conoció en San Lázaro a los antitrujillistas Tolingo y Rigoberto Llano Soriano.
Ajusticiado el tirano ingresó al MPD por sus relaciones con la familia Erickson. Pasó a tener como orientadores y dirigentes a Numitor Jiménez Sanlley (Tito Montes), Edgar Erickson, Ramón Caballero y José Ramírez Conde con los que compartió experiencias políticas no escritas.
Porfirio Andalio Sebastián García Fernández, “Rabochi” para los camaradas, ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, estuvo inmerso en todos los procesos políticos, sociales y culturales dominicanos desde la adolescencia.
Miembro de una generación de pioneros economistas que muchos consideran la mejor del país, es un modelo de trabajo y de superación. Laboró desde los 17 años en los sectores público y privado y jamás se ha detenido. En la actualidad escribe y se desempeña como consultor y asesor económico.
Este alegre, extrovertido, manso y sensible intelectual es además parte de la historia educativa, sobre todo de la UASD en cuyos movimientos estudiantiles estuvo involucrado como fundador y donde fue director de la Escuela de Economía, vice decano de la facultad de Ciencias Económicas y Sociales, de la que fue dos veces decano, y rector desde 2002 hasta 2005.
Conversar con él es un aprendizaje. Los nombres de la vieja izquierda revolucionaria están ligados a su historia. Como menor, adolescente, adulto, fue diligente en las tareas impuestas por sus líderes, algunas de las cuales prefiere no revelar. Es políglota, escritor, viajero, investigador histórico y científico que anduvo en misiones políticas por países socialistas y que tenía el convencimiento de que fue adiestrado para la guerra. Por esa convicción se retiró del Partido Comunista Dominicano en 1969. Entendía que en esta agrupación los cambios fundamentales se habían “frenado”. Pensaba que se debía “continuar la lucha”.
Debido a esa certeza su tema preferido es el de la Revolución de Abril, de la que habla con vehemencia y se extiende, aunque es comprensible su fogosidad porque combatió con ardor desde el principio hasta que concluyó el conflicto.
Armas en Palacio.- El 24 de abril de 1965 Porfirio abandonó un compromiso en el liceo Juan Pablo Duarte cuando dirigentes y compañeros del PSP consideraron, luego del llamado de José Francisco Peña Gómez y el alzamiento de los militares constitucionalistas, que debían lanzarse a las calles a detener el ejército encabezado por Marcos Rivera Cuesta, jefe de Estado Mayor.
El 25 estaba en el Palacio Nacional procurando armas. “Vi oficiales partidarios del retorno de Juan Bosch a la presidencia y otros que se oponían”.
Luego se trasladó a Villa Consuelo a buscar botellas de vidrio, gasolina y arena para preparar bombas que pasaba a los que combatían en el puente Duarte.
Por eso la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lo colocó en el número 32 del volante de los supuestos comunistas que iniciaron el movimiento, identificándolo como “Rabochi, experto en molotov”.
“Cuando yo era jovencito hice cursos de ruso con Asdrúbal Domínguez y él se despedía con un “Dasvidániya tovarishch rabochiy” (adiós, compañero rabochi). Rabochi, en ruso, es obrero”, explica. De ahí le quedó el seudónimo que los yanquis escribieron en su inventario y así le siguen llamando, sobre todo ex militantes del PCD.
El 28 de abril Rabochi recibió una llamada de Manolo González (El gallego) para que se incorporara a un equipo de hombres armados situados en la azotea de la casa de Frank Díaz Vásquez, en la calle Santomé esquina Padre Billini, y era tan jovencito y delgado que cuando el padre de aquel lo vio armado con una pistola exclamó: “¡Pero eso es un huevo!”.
Amaneció en ese lugar como parte de la vigilancia junto a Justino José del Orbe, Getulio de León, Pedro Conde Sturla y otros. Para García Fernández esta experiencia representó “el primer ensayo civil de un comando”. Estando ahí les instruyeron participar en el asalto a la fortaleza Ozama.
“Penetramos, logramos obtener muchas armas. Yo vivía por la calle Padre Billini, que sirvió para guardarlas e ir muchas veces a la fortaleza”. Ese arsenal y otro obtenido en asaltos a cuarteles fue trasladado a la calle Espaillat 55 donde originalmente estuvo el comando del PSP hasta que se produjo el desembarco norteamericano.
Expresa que “la primera avanzada, que fue por Haina, la componían mil 700 hombres y gradualmente fueron creciendo. Nos retiramos para analizar la situación, sin embargo, a los tres días los organismos intermedios nos ordenaron formar un comando en POASI”, relata.
Los integrantes de esa unidad eran trabajadores de arrimo y estudiantes. Entre estos últimos estaban Ariosto Sosa Valerio, Rafael Gil Echavarría, Osvaldo Domínguez, Rodolfo Pierre, Roberto Cassá, Félix Frank Ayuso. Sus comandantes eran Valentín Giró, un obrero llamado Diógenes y un militar de la Marina unido al bando constitucionalista. Rabochi siempre vistió de militar.
“Nos llenó de mucha tristeza la primera muerte de un trabajador al tomar el jeep asignado al combate”. Se llamaba Juan Moratín, recuerda. Una bala lo alcanzó desde Molinos Dominicanos. “Lo llevamos agonizando al Padre Billini. Murió en mis brazos”.
Uno de los primeros documentos contra la Ocupación fue escrito por el organismo al que pertenecía Porfirio, denominado “Carlos Libknecht” en honor a un gran revolucionario alemán. Lo redactó Roberto Cassá. Después de mimeografiado lo distribuyeron por la ciudad. García recuerda que, entre otras cosas expresaba que “la invasión norteamericana había cambiado la naturaleza de abril, convirtiéndola en una Guerra Patria en la que lo más importante era luchar por la soberanía”.
Su vivencia en esta batalla es extensa y sus narraciones están avaladas por manifiestos y fotos en las que aparece armado de fusil, resguardado con casco protector, conduciendo un jeep, apostado en más de un lugar obligado por los incesantes ataques del enemigo. La caída del compañero de POASI significó un cambio de local. Ahora el activo Rabochi continuó la patriótica faena en la Juana Saltitopa casi esquina Mella.

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