Camarera…perdón, sobrecargo

Camarera…perdón, sobrecargo

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJA
No había viajado en vuelos europeos últimamente. En el periplo que nos llevó a Sao Tomé & Príncipe, la ex-colonia portuguesa situada frente a las costas de Gabón en ¦frica Occidental donde asistimos a la 67ava. Asamblea General de la Alianza de Países Productores de Cacao (COPAL), tuvimos que regresar vía Lisboa para trasladarnos a Londres, en donde se celebraría el Consejo de la Organización Internacional del Cacao (ICCO). En el vuelo trasatlántico, Santo Domingo-Madrid, como Lisboa-Sao Tomé, tanto Iberia como TAP (línea aérea portuguesa), nos brindaron cena y desayuno, como parte del servicio de abordo. La situación cambió en cuanto se convirtió en un vuelo europeo.

En el vuelo Lisboa-Madrid, apenas nos dieron un pequeño bombón de chocolate. Desde Madrid hacia Londres, Iberia nos sorprendió con un carrito «tipo hot dog», en donde previamente se había distribuido un menú con los precios de los comestibles y las bebidas. Nosotros, que no habíamos desayunado y que en otras ocasiones se nos proveía del mismo, nos vimos en la necesidad de llamar a la aeromoza y comprar un minúsculo sándwich de jamón y queso por siete euros y una coca cola pequeña por dos con cincuenta euros. Para colmo, el agua también tenía un costo: 1,50 euros. Esto nos motivó a llamar a la tripulación que atendía el pequeño carrito de provisiones como ¡eh camarera! La atolondrada azafata sólo atinó a pedirnos, no ser degradada por una labor con la cual la tripulación de cabina no estaba de acuerdo, pero que debían hacerlo por temor a ser liquidadas.

Junto a nosotros se encontraba una de esas señoras desinhibidas que con gran talante y mejor humor le reprochó. «Pues hija si esta situación persiste, tendremos que volver a la tortilla de patatas y el chorizo». Con esto dejaba entender, que cuando los españoles pasaron penurias después de las dos guerras -la civil y la mundial- los que viajaban en tren, autobús y hasta en barco, llevaban cestas en las cuales incluían la famosa tortilla de patatas, chorizo, jamón serrano, pan y hasta el bollo de carne. Así, que pronto tendremos a nuestro lado, uno de estos paisanos(as) con estas raciones para mitigar el hambre y la sed durante el vuelo.

Iberia al igual que British Airways pertenecen al grupo denominado One World, lo cual deja entender que los servicios deben ser similares. Sin embargo, nuestro regreso desde Londres a Madrid fue por la línea aérea británica. Nos habíamos preparado con una botellita de agua y cuál sería nuestra sorpresa, cuando en un carrito normal, se nos sirvió un apetitoso almuerzo, con la bebida de la elección del viajero, incluido buen vino francés y tragos de aperitivo de wiskey escocés, ginebra o vodka. Para poder hacer una comparación, se nos ocurrió pedir un digestivo y nos trajeron un drambuie.

En Madrid sucedió lo imprevisto. La aeronave que debía venir de Santo Domingo, por motivo del huracán Jeannie regresó con cinco horas de retraso. Ya habíamos entrado a la sala de embarque cuando se no informó de esta demora razón por la cual debimos permanecer dentro del recinto destinado a las partidas. Se nos indicó que debíamos ir al restaurante situado en la zona y que agradable sorpresa encontrarnos con el ingeniero Leandro Guzmán, su esposa Yolanda y la hija de ambos. De igual modo, Xiomara Saladín y otra señora, muy simpática pero no recuerdo su nombre.

Al referirle a Leandro lo del carrito de «hot-dog» nos dijo, que en el vuelo de Praga a Madrid por Iberia le habían dado el mismo tratamiento. Es decir, tuvo que pagar por la ración solicitada.

A decir verdad, nos dio mucha pena observar la cara de vergüenza que atendían las aeromozas a los pasajeros ofreciendo los alimentos y las bebidas como si se tratara de la barra de un bar. Hubo una que nos dijo, si el sindicato no hace nada para remediar esta situación, estoy pensando en retirarme aunque no me den la pensión completa que un día pensé obtener.

La aviación civil en su empeño por cortar y aminorar los gastos y costos de operación, han vuelto a la odiosa práctica de vender no sólo las bebidas como antaño, sino también los alimentos que se suponían iban incluidos en el precio del boleto. Como van las cosas, para poder competir con las líneas aéreas de bajo costo, tendrán que batallar con las mismas armas; a saber, hacer colas para subir al avión hasta llenar el cupo y mantenerse en fila hasta la llegada del próximo equipo a sabiendas que no recibirán nada durante el vuelo.

Por el camino que nos conducen las líneas aéreas, se está perdiendo el «glamour» de viajar en un transporte que hasta hace poco era privilegiado. Pronto se podrá decir sin lugar a que tanto el pasajero como el que lo atiende: ¡Camarero, la cuenta por favor!

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