Los pescadores de camarones de Estados Unidos de Norteamérica se oponen a que el comercio del ramo importe estos crustáceos desde otros países. Acusan de practicar el dumping a los exportadores Brasil, Ecuador, China y Tailandia, con la excepción de los mexicanos. Pero ellos reciben subsidios determinados por el Congreso federal, de Washington, y están solicitando financiamiento adicional «para el fortalecimiento de la industria».
)Dónde se encuentra el quid de esta disputa por unos simples camarones? Los camarones procedentes de esos países, incluidos los exportados por productores de los Estados Unidos de México, acaparan el 87% del mercado estadounidense. Este mercado entraña negocios por US$2 mil millones al año.
Los vendedores brasileños, ecuatorianos, chinos, tailandeses y mexicanos controlan tres cuartas partes de ese 87%. Esto molesta a los pescadores estadounidenses que echan redes en mares internacionales, principalmente frente al nordeste de su país, o en el golfo de México. Y solicitan que se apliquen aranceles de entre un 40 a un 267% a su importación.
Contra los mexicanos no existen querellas de parte de los pescadores estadounidenses. Pero no están excluidos debido a la presencia de los mexicanos en el tratado de libre comercio que une a los tres países del norte del continente. Los pescadores estadounidenses prefirieron dejarlos al margen porque comparten con sus vecinos la lucha contra los exportadores de otras naciones. Es, por tanto, una cuestión de estrategia que los mexicanos han aprovechado proveyendo aportes económicos para el pago de abogados y gestores políticos en Washington.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) votó una resolución en 2003 que objeta los subsidios que el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica otorga a este sector. De poco sirvió la resolución, pues contra su aplicación se han levantado políticos, asociaciones de pescadores y entidades privadas estadounidenses. La OMC dictaminó que estos subsidios son violatorios de las normas de comercio internacional y, en cierta medida, sirven como soporte local para sostener precios artificialmente bajos. En otras palabras, son una herramienta de dumping.
La aplicación de trabas arancelarias para encarecer primero y eventualmente sacar del mercado el camarón importado, pinta una vieja tendencia proteccionista en Estados Unidos de Norteamérica. Contra ella luchó Dwight David Eisenhower durante su período presidencial de ocho años. En sus memorias, «Mis años en la Casa Blanca», recuerda el día en que reunió a lo más granado de esta tendencia, entre políticos y empresarios. Les dijo que él pensaba como ellos, y que respaldaría cualquier iniciativa que tendiera a impedir la importación de bienes desde el exterior, y que secundase la venta de todo cuanto ellos produjesen.
En el curso de la conversación les hizo una pregunta crucial:
)Con qué dinero, sin embargo, van a comprarnos nuestros amigos y relacionados, cuando se les acaben sus monedas fuertes y no hayan podido acumular reservas debido a que no tienen a quién venderles cuanto ellos producen?
El grupo entendió el mensaje y lo secundaron en su propuesta de abrir el mercado de su nación a los productos de sus amigos y aliados. Fue la época en que el azúcar dominicano penetró ese mercado como un producto bajo normas preferenciales.
Lo que ocurre ahora con los camarones brasileños, ecuatorianos, chinos o tailandeses, refleja las bregas que han tenido antes los mexicanos con muchos productos y servicios. Aún después de suscribir el convenio que hizo de los mercados canadienses, mexicanos y estadounidenses, un gran mercado multinacional, los segundos debieron enfrentar muchas trabas técnicas y arancelarias. Algunas, amainadas, persisten. Otras tuvieron que levantarse por acciones encaminadas ante la OMC.
Pero hay funcionarios en República Dominicana que ignoran esta realidad, y cierran los ojos ante un mercantilismo que subyace en el pensamiento de muchos estadounidenses. Tal vez por ello se les dice a los productores azucareros dominicanos que no existe posibilidad de revisión al tema del intercambio azucarero, en el ya suscrito acuerdo de libre comercio. Pero este es un pleito que el país tiene que echar, por encima de las voces de esos funcionarios. Y para echarlo, bien está que recurramos a nuestros amigos en ese país, al que los azucareros dominicanos han suplido con perseverancia y confiabilidad desde los días de la primera guerra mundial.