Cambiando el paradigma médico

Cambiando el paradigma médico

Somos la sumatoria de lo que comemos, bebemos, respiramos, oímos, vemos y pensamos. Aún mantiene vigencia aquello de que uno nace y el medio lo hace. El genoma humano trae consigo el alfabeto con la plantilla de lo que seremos, siempre y cuando aparezcan los ingredientes e implementos necesarios para completar la maquinaria músculo-esquelética y sistémica del organismo. Gracias al rápido avance de la ciencia en la época llamada por algunos como la cuarta fase de revolución industrial, podemos anticipar y hasta prevenir dolencias, mediante la identificación de las mutaciones genéticas acaecidas en la molécula de ácido deoxiribonucleico, abreviado ADN.
Medio siglo atrás la tarea del médico se limitaba a atender a los enfermos, es decir a tratar a las personas que acudían a la emergencia o a la consulta quejándose de alguna dolencia corporal. El uso cada vez más expandido de las vacunas obligó a los galenos a emplear una parte de su tiempo a la práctica de la medicina preventiva. Ahora que comprendemos la complejidad envuelta en el desarrollo de determinados males, estamos ya en la capacidad de interferir con su inicio, curso, complicaciones y final. Sabemos qué tipo de individuos son más vulnerables a contraer ciertas enfermedades, lo que facilita trazar una ruta alterna de vida que impida la asociación secuencial de eventos necesarios para que el mal se exprese en la persona.
Veamos un ejemplo de aplicación moderna de los avances actualizados en la comprensión del fenómeno salud-enfermedad. El exceso en el uso de la voz, aunado al tabaco y el alcohol contribuye a la aparición del cáncer de la garganta; a un locutor se le aconsejaría evitar el fumar y la ingesta de etanol a fin de prevenir el desarrollo del carcinoma de la laringe. Una ronquera que se extienda por más de dos semanas en una maestra conllevaría a un cuidadoso examen por parte de un otorrinolaringólogo. Una historia familiar de poliposis intestinal obliga a un mapeo genómico de los descendientes asintomáticos con el consabido propósito de identificar a los portadores del gen anormal para que sean sometidos a un chequeo periódico con el colonoscopio. El hallazgo de múltiples pólipos en un miembro de la familia sería una poderosa razón para una amplia cirugía preventiva.
Un lastimoso e intenso gemido llega al cielo desde la intersección de las coordenadas 19 grados norte con 700 40’ oeste, es decir, de la República Dominicana, en donde en pleno siglo veintiuno es todavía un sueño insatisfecho para casi diez millones de almas la tradicional medicina curativa.
La privatización de los servicios de salud, hija de la receta neoliberal impuesta a la patria de Duarte, ha conducido al triste espectáculo de contemplar a un infeliz, clamando con dolor, mientras estoicamente espera, si está asegurado, a que su agencia aseguradora dictamine si aprueba o rechaza una solicitud de servicio de emergencia o de consulta.
Cuando pensábamos esperanzadamente que la inversión estatal en el área sanitaria dispondría de los recursos de rigor para fortalecer los acciones destinadas a la educación en salud, promoviendo nuevos hábitos culturales, disminuyendo la incidencia obesidad, hipertensión arterial, diabetes, embarazos prematuros, alcoholismo, abuso de drogas, conducta violenta y las muertes por accidentes de tránsito, despertamos anegados en llanto.
Más temprano que tarde el progreso sanitario nos llegará; éste habrá de venir acompañado de la sustitución del obsoleto paradigma médico reinante.

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