Cambiemos el estilo

Cambiemos el estilo

MARIEN ARISTY CAPITÁN
El pequeño títere anuncia la función. El telón se abre y, como por arte de magia, los payasos comienzan a hacer chistes y buscar, desesperadamente, que el público ría ante sus ocurrencias.

Nadie quiere hacerlo. Los payasos de nuestra era no nos convencen. Comercian con nuestras vidas, juegan con nuestros destinos y, haciéndose los buenos, nos crean un aura casi tan mágica que a veces estamos a punto de sucumbir.

Sus nombres son altisonantes. Su profesión, más que diversa. Pero todos, sin importar de dónde vengan, se dedican a hacer malabares. Aunque serios, no son más que los protagonistas de ese gran circo que se llama política.

Una política que se precia de honesta pero sólo sabe despilfarrar. Que se lleva el dinero de las intenciones en grandes carteles que inundan nuestra ciudad y contaminan visualmente cada uno de nuestros días.

Desde el partido oficial hasta el más tímido candidato, todos tienen vallas a gran escala. Con fotos retocadas, que les hace más jóvenes y hasta ilustres, nuestros candidatos se pasean frente a nosotros y nos regalan una amplia sonrisa. En lugar de ello, ¿por qué no gastar lo que dilapidan en hacer obras de bien? El pueblo, ese que les elige para bien o para mal, bien lo agradecería.

Hablando de ello, se me ocurre preguntar si la honestidad de cada uno de ellos les alcanza para contarnos con detalle cuánto gastan en esta campaña. Sin contar los ardides que alguno que otro pudo hacer, sería interesante descubrir cuántas escuelas, cuántos hospitales o cuántos «metros del metro» se podrían construir con ese dinero.

En un país en el que los niños sufren de deshidratación y muchos ancianos no saben qué se llevarán a la boca, por sólo mencionar un par de cosas, sería bueno que cambiemos el estilo de hacer política.

A muchos de los candidatos de ayer o de hoy poco les importan. Así lo descubrí el sábado pasado, cuando por coincidencia me tropecé en la entrada de un restaurante con el ex-presidente Hipólito Mejía. Al verlo, pensé que dentro se armaría todo un espectáculo. Nada sucedió. Hubo cuchicheos, sí, pero atrás quedó la eterna fiesta que acaecía a su llegada.

Entonces me puse a pensar, ¿vale la pena gastar tanto dinero en una gloria tan efímera? Tras el poder, sólo queda la soledad. Tras el intento de alcanzar ese poder, un montón de fotos y palabras gastadas. Viendo esto, ¿no es preferible que al menos queden la sonrisa de un niño, la salud de un desposeído y la satisfacción de que hemos hecho algo por los demás?

Vale apuntar que ya estamos cansados de tanta campaña y tantos disparates. Que los dimes que te digo de los candidatos nos resbalan y que desearíamos tener un poco de paz. Queremos que nuestro dinero se use en algo más productivo que subvencionar a los partidos políticos.

En este país hacer política no es más que una forma de buscarse la vida. Por eso surgen tantos partiditos y por eso todos quieren alcanzar una curul. Se «pica», y se pica muy bien, y la mejor muestra es que antes a nadie le interesaba ser regidor. Era un cargo honorífico, que producía más dolores de cabeza que dinero, y por eso a pocos les llamaba la atención. Ahora, ¿somos capaces de recordar la cantidad de candidatos que hay?

Ojalá que algún día las cosas cambien. Ojalá que dejemos de ver cómo el Gobierno gasta millones de millones en publicidad. Ojalá que estemos vivos para ver cómo termina esta eterna función.

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