Cambio de política económica y de faldas

Cambio de política económica y de faldas

Hay que reconocer que Europa está saliendo de su doble recesión y creciendo un poco, aunque el PIB per cápita sigue estando muy por debajo de su máximo del 2007. Dentro de la comunidad europea se destaca Francia. No le ha ido tan mal en comparación con otros países.

El crecimiento francés es mejor que los de naciones tan sólidas y emblemáticas como Holanda y Finlandia.

Pero el problema de Francia y sus gobernantes son las faldas, luce ser, que es un quebranto endémico. Escribí el año pasado que el líder socialista François Hollande llegó a la Presidencia de Francia cuando un inesperado escándalo descartó a Dominique Strauss Kahn (DSK) quien sería el candidato seguro del partido socialista y posible ganador de las últimas elecciones francesas. Como se recuerda, el ex-Director Gerente del Fondo Monetario Internacional fue acusado el pasado año por las autoridades de la ciudad de Nueva York de agresión sexual a una mucama en un conocido hotel francés de esa ciudad.

Hollande ya ha cambiado tres mujeres en los últimos cinco años. Parece ser que en asuntos de faldas el hombre no sabe manejar su cabeza bien y, es como dice con propiedad una nieta que tengo – que por cierto, la sabiduría no la dejó crecer mucho -“Abuelo, ese hombre no tiene juicio”.

Miren cómo es la cosa: Valérie Trierweiler, la penúltima primera dama, hace unos días se recluyó en un hospital alegando crisis de fatiga nerviosa, cuando se enteró que la actriz Julie Gayet recibía a su marido en altas horas de noche donde él llegaba manejando su propia moto. Pero el caso es que Valérie le había quitado el marido a Sègoléne Royal, la líder socialista, en el momento que ella – la Royal – aspiraba en el 2007 a la Presidencia de Francia, que perdió frente al líder de la derecha Nicolás Sarkozy.

A nosotros, en esta media isla que compartimos con una ex-colonia de Francia, se nos hace difícil entender los amores de los gobernantes franceses. Por ejemplo, no me entra en la cabeza imaginarme al Presidente Obama dando vueltas en motoras a altas horas de la noche en Washington visitando novias y después ir como si nada a trabajar a la Casa Blanca al otro día.

Pero a los votantes franceses, eso de los amores en las alturas le entra por una oreja y les sale por la otra. En Francia, Hollande es atacado y está bajando en las encuestas, no precisamente por el asunto de faldas, sino por los desaciertos económicos y las traiciones políticas. Llega al poder, prometiendo aumentar los impuestos y subsidiar la creación de empleos. Ahora en su discurso del 14 de enero de este año – 18 meses después de empezar su mandato – cambió su política económica y cambió de faldas también. Dice que hará lo que él llama “Pacto de la Responsabilidad”, que no es otra cosa que reducir los impuestos a las empresas y al mismo tiempo, recortar el gasto para compensar ese corte.

Además, Hollande señala, que “es en la oferta donde hay que concentrar”, pues según él, la oferta genera la demanda. Los economistas saben que eso es la ley de Say. Es un principio que se atribuye a Jean-Baptiste Say (1803) que dice que no puede haber demanda sin oferta. Esa ley, es una falacia desmentida hace tiempo por los más entendidos economistas.

O sea, el líder francés llega al poder prometiendo una agenda socialista y después de ganar las elecciones cambia de casa y se muda a la acera de sus adversarios.

Los socialistas de extrema dicen que este viraje es una estrategia para congraciarse con Angela Merkel de Alemania, que es la verdadera jefa de la Comunidad Europea. Cosa extraña ésta, pues la Merkel en estos días anda ampliando los programas sociales en su patria. O sea, un viraje hacia la izquierda.

Los que se están frotando las manos son los miembros de la derecha extrema de Marine Le Pen con su partido Frente Nacional, que ahora más que nunca esperan jugar un buen papel en las elecciones del Parlamento de la Comunidad Europea para fines del próximo mayo.

Así las cosas, para la gran Francia que tanto valores y principios nos enseñaron en su revolución de finales del siglo XVIII, cambiar de política económica y de faldas es la misma cosa.

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