Cambio en Taiwan

Cambio en Taiwan

El reelecto presidente de la República de China en Taiwán, Chen Shui-bian, produjo un giro de 118 grados en su política exterior respecto a los «hermanos continentales» del territorio de República Comunista China, en el discurso inaugural que pronunció al juramentar por segunda vez el cargo en Taipei, el 17 de mayo último.

Chen, que obtuvo una precaria y suspicaz reelección luego de otro famoso cuento chino de un supuesto atentado contra su persona y la de su compañera de fórmula vicepresidencial Annette Lu, escenificado en Taipei el 19 de marzo último, un día antes de las elecciones, para mayor curiosidad y sospecha, asignó un vuelco conceptual impresionante a su fórmula de propiciar la independencia final de su diminuta república de apenas 23 mil kilómetros cuadrados, similar a nuestras provincias del Este, La Altagracia, El Seybo y La Romana, cuando sermoneó en relación a aparcar ese proyecto.

Evidententemente reconvenido por el presidente George Bush jr. sobre el propósito de no irritar a Pekín, el presidente Chen ha sustituido la agresividad de su política exterior frente a los «hermanos continentales», el gobernante isleño ahora propicia unas relaciones más armoniosas con el politburó de la Ciudad Prohibida, y viabilizar así con calma, pero sobre todo con absoluta seguridad de preservar el enclave formidable económico de Taiwán, el proceso de reintegración al continente, que será una realidad a más tardar en 2008.

Sabido es que Washington ha sido el garante superlativo de la República de China en Taiwán desde que el generalísimo Chiag Kai-shek abandonó el territorio continental en 1949 empujado por las hordas de La Gran Marcha que dirigió el Gran Timonel Mao Tse-tung, refugiándose en Formosa, que devino ser en la República de China, ROC, siglas en inglés.

Desde entonces, la Séptima Flota Naval de USA que merodea el Mar Amarillo y el Estrecho de Taiwán con China Continental, ha fungido de cancerbero y garante del proyecto nacionalista del generalísimo Chiang, así como también custodio del enclave formidable económico del cual los inversionistas norteamericanos son puntal principalísimo del llamado «milagro taiwanés».

No hay milagro taiwanés, sino dedicación admirable al trabajo, por además, con el ceño duro de un Estado de excepción y ley marcial que recién derogó el presidente Lee Teng-hui en 1990, que conformó una titánica como ciclópea estructura industrial que hoy refleja el 24 polo de desarrollo de la aldea planetaria.

El desplazamiento del 24 polo de desarrollo económico del mundo sentó sus reales hace algunos años en los contornos de Shanghai, donde, idéntico a Silicón Valley en California, florece un enclave industrial colosal producto de inversionistas taiwaneses y norteamericanos, que eclosionaron al conjunto de la filosofía genial del no menos genial Deng Xiao-ping de «una China, dos sistemas», Abrete Sésamo del trepidar industrial formidable de Pekín, relegando al desván del recuerdo los pujos ineficaces de una economía centralizada.

Así, en esa orientación, al socaire de los nuevos vientos aventados por Deng que consintió cobijo a las euforias insepultas de las delicias de la burguesía que jamás se ha tendido en sus fastos orondos y hegemónicos, el presidente Chen acopla las circunstancias y su devenir pristino, en una coyuntura inteligente, sensata, en la que inclusive, aunque no lo ha confesado, podría disputar los comicios de 2008 al derrotado Lien Chan, presidente del Partido Nacionalista Chino, el otrora poderoso Kuomintang que fuera la catapulta del generalísimo Chiang para entronizar el despotismo ilustrado y propulsor del capitalismo en la segunda importante referencia del Lejano Oriente, luego de la gestión inolvidable del general Douglas MacArthur al concretizar el renacer del Imperio del Sol Naciente.

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