Para todo el mundo los problemas que se están expresando como consecuencia del cambio climático que la emisión de gases vienen generando desde hace ya un tiempo, son una realidad. Encuestas muestran que para los países de África, Asia-Pacífico y América Latina y el Caribe las consecuencias del cambio climático constituyen un problema de seguridad de ahora y del futuro. Todos tienen razón para preocuparse –y por eso tienen que ocuparse-. Nuestro continente tiene características especiales: posee una tercera parte del agua dulce del planeta; 20% de los bosques naturales; 12% de la superficie cultivable de todo el planeta, además de cuantiosos recursos minerales. Sólo América del Sur, según el Informe del PNUD “América Latina y el Caribe: una superpotencia de biodiversidad”, abarca casi la mitad de la biodiversidad terrestre y 25% de los bosques además de ser biológicamente la más diversa del mundo. Demasiado para perder, no sólo la región sino todo el mundo: al Amazonas tradicionalmente la han considerado como el “pulmón del planeta”. La participación regional en la emisión de Gases de Efecto Invernadero –GEI- es relativamente pequeña, 9.6%.
La “agresión” medio ambiental que provoca el cambio climático ya se manifiesta con claridad: tormentas intensas, incremento del nivel del mar, sequías y subsecuente escasez de agua afectando la producción de alimentos, generando migraciones y conflictos geopolíticos. La República Dominicana no es ajena a la debacle ambiental, como isla la elevación del nivel del mar es un peligro muy grave además de la devastación derivada de tormentas y sequías. Se ha estimado que para finales de este siglo la temperatura media habría subido 5 grados, lo que elevaría el nivel del mar entre 16 y 82 centímetros –por ello el Acuerdo de París planteó mantener el aumento entre 1.5 y 2 grados-. En el mar Caribe ya los arrecifes están desapareciendo. Hace diez años, en el 2005, se estimaba que el 50% de los corales de Puerto Rico había muerto por un mar ya 30% más ácido. En 100 años este mar que nos rodea y nos baña puede ser de 100 a 150 veces más ácido. Todo ello son consideraciones de carácter científico aunque algunos pretendan ignorarlo. Esas amenazas apremian la adopción de acciones medio ambientales, económicas, energéticas y de seguridad. La evidencia se va abriendo paso y por eso los industrializados han asumido el compromiso de contribuir financieramente a ajustes imprescindibles en el mundo llamado en desarrollo para modificar el modelo de desarrollo prevaleciente sustentado en el uso masivo de combustibles fósiles, altamente contaminantes, para todos poder avanzar hacia una economía baja en carbono.
Hay naciones que ya han dado pasos relevantes. Ecuador, por ejemplo, con una inversión de 8 mil millones de dólares cuenta con una matriz energética con un 96% de energía renovable. Más encomiable tratándose de un país petrolero. La región aporta el 33% de la producción global de bioetanol y alrededor del 25% de biocombustibles. Aún queda muchísimo por hacer. La amenazante realidad que pone en peligro a todos ha obligado, a todos, a pensar en términos menos egoístas y ser más proclives a compartir recursos, tecnologías y avances científicos.