Cambios en la economía

Cambios en la economía

A pesar de que siempre se hace referencia a la globalización como algo nuevo, que apenas se aproxima, lo cierto es que fenómenos y comportamientos económicos externos siempre han sido deterrminantes para el curso del país y sus regiones. Lo bueno y lo malo.

Los problemas de desempleo, pobreza y arruinamiento en provincias como Barahona y San Pedro de Macorís, resaltados en los días que discurren, guardan estrecha relación con la declinación y el hundimiento a escala mundial de la industria azucarera, subordinada a precios internacionales permanentemente por debajo de los costos de producción promedio en casi todas partes del mundo.

Desde luego: otros factores agravan la cosa. El clientelismo político, con saqueadores turnándose para desnaturalizar y quebrar a los ingenios estatales, echó a la cloaca buena parte de un patrimonio nacional llamado CEA.

–II–

Ahora sucede que la pérdida masiva de ingresos, tanto en Macorís como en Barahona, La Romana, Villa Altagracia y otras comunidades que venían sirviendo como canteras de mano de obra barata, es consecuencia del cierre de industrias de zona franca.

China, La India, Tailandia, Bangladesh, etcétera, atraen, con costos inferiores de confección textil, los contratos que generaban jornales para miles y miles de trabajadores dominicanos.

Y como hemos carecido de políticas, leyes y decretos eficaces para estimular cada región del país hacia la diversificación de las actividades productivas, muchos recursos humanos han ido quedando en la desocupación y la desesperanza.

En atención a las características de cada zona del territorio nacional, debieron estarse cumpliendo procesos de creación o mejoramiento de infraestructuras, y sobre todo, de formación técnica de ciudadanos en edad productiva.

Va ampliándose ominosamente la brecha entre algunas formas eficientes de generar riquezas, pero para unos pocos, y una población pobremente entrenada, para la que no se crean condiciones ocupacionales.

-III-

Algunos medios de producción importantes en campos y ciudades, en lo agrícola y en lo industrial, no son al mismo tiempo grandes generadores de empleos, porque ya la poca o mucha inversión que se emprende llega con tecnologías e implementos que ahorran mano de obra y hasta suelen incluir la utilización de maquinarias mucho más rentables que las personas.

El turismo es, desde luego, un campo promisorio, pero si no se le impulsa hacia modalidades que atraigan un visitante que gasta más y salga del país con muchos deseos de regresar –y si las escuelas técnicas y las universidades no preparan el personal calificado para ese avance— va a seguir creciente el ejército de hombres y mujeres sin oficios en muchos sitios, como ya se ve en zonas turísticas con tendencia al afloramiento de pequeñas villas miseria en los alrededores de los resort.

Con respecto a las zonas francas, cabe también una posibilidad de transformación, propiciada por los propios inversionistas locales y extranjeros.

Se trata de parques en los que debe crecer la presencia de líneas de producción de mayor valor agregado que el que acompaña al hilo y la aguja.

Lo primero es extender facilidades para que eso ocurra, lo que incluye no solamente enseñar oficios que tengan que ver con la electrónica y la informática.

También hay que propiciar alta rentabilidad al empleador para el que debe estar abierta una ancha puerta sin obstáculos burocráticos y sin trabas a importaciones y exportaciones, con abundancia de electricidad a costo razonable y con disponibilidades crediticitas similares o mejores en costo a las que imperan en los sitios en que desde el exterior se compite con la producción dominicana.

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