Cambios en la familia: bueno o malo

Cambios en la familia: bueno o malo

Psiquiatra Jose Miguel Gomez

En las próximas décadas, más de 50% de las familias serán reconstruidas, o sea, los hijos vivirán con uno de sus padres, o padrastros o abuelos o tíos. Al día de hoy, casi el 38% de las familias son monoparentales o matrifocales: donde la madre tiene la tutoría y fiscalización de sus hijos. Para mal, aumentan las familias rotas, donde los padres entraron al cuadrilátero del divorcio traumático: se desvinculan, se enemistan, se quedan resentidos, y, hasta se odian.

Y para hacer la vida más compleja, más personas optan por vivir solas(os), practican el solitarismo social o la socio-sexualidad: tener sexo y compartir, pero sin apego, sin vínculos ni compromisos. Es evidente, la manera de asumir el amor, la vinculación y el proyecto de pareja y familia ha cambiado en todas las sociedades y, nuestro país no es la excepción.

Como pintan las cosas, la familia Nuclear: donde viven papá, mamá y los hijos, ha ido destructurándose producto de múltiples factores: determinantes socio-económico, factores migratorios, desempleo, divorcio, inmadurez psicoemocional, individualismo social, la visión narcisista y egocentrista con que el ser humano esta asumiendo la vida, etc. Aunque duela decirlo, para cientos de seres humanos la familia ha dejado de ser la mejor inversión social, o el espacio ideal para socializar en lo emocional, en el amor, en los afectos, en la economía, en los valores y el altruismo social.

Literalmente, la familia ha cambiado, y seguirá reaccionando como todo proceso dinámico que está articulada a los cambios socio-económico, antropológico, filosófico y político, de cada época. Debido a la pobreza, la inequidad y la exclusión, cientos de familias se hacen disfuncionales y riesgosas; con ausencia de apego sano y de limites claros.

Mientras que, en los niveles medios altos y muy altos económicamente hablando, se estructuran familias llamadas Tipo Hotel: aquella donde la gente duerme, come, le dan servicios, pero no se fiscaliza, no comparten, los apegos son ambivalentes, y la convivencia afectiva se practica de forma individualizada y egocentrista.

En las próximas décadas, la mayoría de los hijos tendrán problemas de carácter y de conducta, debido a que no vivirán con su padre; los padres estarán más solos debido a la falta de apego sano con sus hijos. Los abuelos serán abuelos de los nietos de otras parejas. Las familias sanas, oxigenantes y nutrientes, que sirvan de modelos y de referencia para la salud mental y el estado de bienestar y desarrollo personal van hacer menos del 35%. Las personas más equilibradas apostarán a invertir en sus familias: a madurar y crecer en lo emocional, lo afectivo y lo espiritual.

Todo cambia. Nada es estático. Pero no podemos ser víctimas del relativismo ético y de la atrofia existencial, que estimulan vivir la cultura de la prisa, del consumo, de la vanidad y del hedonismo social. El cambio de las familias y sus nuevas funciones parecen indicar que, en lo inmediato y en las próximas décadas existirán nuevos modelos: padres del mismo sexo con hijos de sexo diferente.

 

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