Cambios, incertidumbres y fe

Cambios, incertidumbres y fe

Una antigua maldición china se limita a desearle al enemigo que viva en un período de transición, de grandes cambios. Conforme a este punto de vista, estamos aplastados por una maldición. Todo está variando a grandes velocidades, y las rocas a las cuales podía uno aferrarse para no ser llevado por el furioso oleaje de las circunstancias, se mueven, o se han tornado desesperadamente resbaladizas o, peor, se han hundido dejando apenas una marca de espuma en el lugar donde se encontraban.

Dentro de una ebullición de antivalores, predomina la sensación fortísima de que todo no es más que una fiesta de mentiras, falsedades y patrañas.

Nada es creíble, y, como todo se mueve, hacia adelante o hacia atrás, el irrespeto por la palabra empeñada («soy contrario a la reelección» o «no seré vicepresidente de nadie») se expande como un derrame de petróleo en el mar. Así resulta que vemos en El Caribe de este 29 de marzo (pag. 6) una foto de un alto oficial de la Fuerza Aérea Dominicana, con insignias de general y uniforme de campaña, repartiendo billetes de cien pesos durante la gira del Presidente Mejía por Elías Piña. A pesar de los testimonios gráficos, ese extraño personaje que es el señor Sánchez Baret quien más o menos ocupa la presidencia del PRD mediante un proceso resbaladizo, afirma que «se trata de un chisme barato y vulgar. Ningún oficial de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se dedica a ese tipo de actividad… había que recurrir a algún tipo de calumnia para empañar el rutilante éxito de nuestros candidatos».

Los recursos del Estado se están utilizando descaradamente en la campaña reeleccionista de Mejía. Ahí están la caravana de yipetas con placa oficial y toda la parafernalia costosísima que arropa las actividades del Presidente de la República, haciendo uso de unos recursos que no son suyos, sino del pueblo que paga impuestos injustos y descomunales.

Quienes están en la extrema miseria, como lo está la mayor parte de la población dominicana ¿van a perder la oportunidad de conseguir cien pesos?

La venta o alquiler de cédulas de los que no votarían por el Partido en el poder ¿puede evitarse, cuando el hambre hinca tenazas, y la desesperación familiar por ingerir alimento se clava hondamente en el alma de quien tradicionalmente es el proveedor del núcleo?

La responsabilidad de proveer lo necesario para la familia que se formó o a la cual uno, por circunstancias, es garantizador solidario, lleva a situaciones en las cuales -como me sucedió una vez a mí- desearía ser un objeto con valor en el mercado, algo que se pueda vender o empeñar para así aportar alimentos, medicinas o lo que fuese necesario.

Por bondad divina, tales apremios extremos fueron ocasionales. Ya a los trece años ganaba cuarenticinco pesos en la Sinfónica Nacional y para mí madre era el único ingreso sólido y confiable, porque mi padre, excéntrico, unas veces producía lo necesario -y más- y otras veces cerraba la imprenta en una rabieta sin importarle -aparentemente- las consecuencias.

A lo que voy es a que sé de las carencias desesperantes. Y comprendo.

¿No es una medida desesperada robarse tapas de alcantarilladas o alambres electrificados de los semáforos o de luces públicas, para fundirlos y venderlos?

¿Harían eso sin una angustia extrema?

El aumento de la delincuencia, que camina con las botas del gigante de las siete leguas, si bien tiene parte de explicación en el asunto de la droga (que aquí, un país pequeño en el cual la gente se conoce o se deduce, es ubicable) no resume sus problemas al narcotráfico y uso de estupefacientes.

Es la miseria.

No será así en otros países, en los cuales la degeneración tiene otras trayectorias y diversas fuentes nutritivas. Pero aquí la corrupción tan abierta y sin el menor pudor es un fenómeno nuevo. También el extremo descuido social.

¿Nos esperan cambios sustanciales? ¿Nos aguarda un relativo imperio de la lógica, de las prioridades nacionales en lugar de las voracidades personales?

¿Qué nos queda?

La fe en una intervención divina.

Una intervención que, saltando alto sobre las mezquindades humanas, transforme a quienes alcancen el poder el próximo 16 de mayo, haciendo posible un país manejado con prudencia, sensatez y sentido histórico.

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