Caminando contra viento, marea y tiros en busca de la fe

Caminando contra viento, marea y tiros en busca de la fe

BBC MUNDO. Esta Semana Santa algunos caminarán a través de un polígono de tiro del ministerio de Defensa en Northumberland, al norte de Inglaterra, con un enorme crucifijo sobre sus hombros.

Los creyentes seguirán un camino de casi 160 kilómetros -de las ciudades de Carlisle a Lindisfarne- como parte de una peregrinación anual.

A Maggie Mason le encanta la idea, porque «no ocurre en el interior de una iglesia y no está controlado por las figuras de autoridad».

A sus 59 años, ha perdido la cuenta del número de veces que ha participado en el recorrido.

Su primera vez fue en 1977, un año después de que comenzara la peregrinación de la Cruz del Norte, en Penrith, en el condado de Cumbria, en el noroeste de Inglaterra.

En ese entonces estaba embarazada de su primer hijo, y al líder de la caminata le preocupaba que el esfuerzo tuviera repercusiones.

Este tramo –hay siete desde distintas ubicaciones en Northumberland y Escocia- recorre la muralla de Adriano, pasando por la zona de entrenamiento del ejército de Otterburn y rodeando los montes Cheviot.

Entre disparos. A Mason le gusta el camino que atraviesa el ministerio de Defensa, para el cual los caminantes necesitan un permiso especial. «Nos dijeron que es seguro ir, pero no es garantía de que no habrá disparos ese día», dijo.

«Nos prometieron que estaremos bien».

«Hubo un año en que caminaron entre nosotros y fue muy emotivo. Oíamos los disparos. Te hace pensar en las mujeres que viven en áreas devastadas por la guerra, que escuchan bombardeos diariamente», expresó Mason.

La peregrinación no es fácil, ni está destinada a serlo. Quienes la practican duermen en el suelo en los salones de las aldeas, y cargan crucifijos.

La cruz Carlisle –la de la señora Mason reposa en su ático durante el resto del año y es más grande que ella- es fundamental para la procesión.

Se lleva en parejas, compartiendo la carga. Cada grupo tiene una y hay unas más pequeñas, para los niños.

«Es una forma muy profunda de entrar en contacto con Jesús durante la Semana Santa», añadió.

«Te hace pensar: ¿realmente creo en esto?, ¿para qué estoy sudando tanto?, ¿por qué cargo con algo tan pesado?, ¿por qué tengo frío?, ¿creo en esto o no?».

«Un poco loco». La peregrinación no es fácil, no está destinada a serlo. Quienes la practican duermen en el suelo y cargan enormes crucifijos. Sophie Swarbrick, de 22 años de edad y estudiante de la Universidad de Northumbria, dice nunca haber caminado una distancia tan extensa como el tramo de Carlisle.

«Puede que sea un desafío, sin las duchas a las que estoy acostumbrada, sin secador de pelo, pero creo que será muy divertido», dijo.

Sus amigos piensan que está «un poco loca», pero es sobre todo la distancia, y no la religión ni el crucifijo, lo que los asusta.

«Creo que mucha gente está demasiado acostumbrada a sus comodidades y no concibe desprenderse de ellas durante una semana y salir a caminar», señaló.

Los peregrinos no siempre se ajustan a un estereotipo: hay quienes viajan en busca de la fe y hay quienes ya están seguros de tenerla.

Mason recuerda haber visto a ateos, agnósticos, hindúes y judíos.

Se juntan para cruzar la marea de Lindisfarne el Viernes Santo, convirtiéndose en atracción turística, explica Mason.

«No es común ver a un grupo de personas caminando, cargando una cruz sin importar el viento, el clima y las tormentas de nieve», dijo.

«La sola idea genera escalofríos», concluyó.

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