Caminando por las calles de la vida

Caminando por las calles de la vida

Caminando por las calles de la vida
Tropezando con angustias con desdichas
He aprendido a vivir
He aprendido a sentir
Con el corazón abierto a la esperanza
Con mi canto como arma de batalla
No me voy a rendir
Porque quiero seguir
Y he aprendido a reír
y he aprendido a llorar
Y las cosas pasadas dejarlas atrás
(…)
Pongo al descubierto parte de mi alma
Con canciones que salen de mi garganta
Nada frágil me hará porque ésta es mi verdad
He aprendido a reír
He aprendido a llorar
Y las cosas pasadas dejarlas atrás
La vida no es como uno quiere
sino como se presenta
(…)
Porque la vida es así
tú sufres un poquito y después te hace reír
Después de caminar y haber pasado tanto
Defiende lo tuyo no lo dejes ir
Porque la vida es así
tú sufres un poquito y después te hace reír
No lloro más, no lloro más
El pasado ya se fue y yo lo sé
Recuento (Fragmento), Maridalia Hernández
Escribo estas palabras, una hermosa noche de primavera, después de haber pasado un largo día laboral, en el que las llamadas no cesaban, los mensajes por whatsApp eran interminables, algunos solo eran bromas repetidas, pues se reciben por diferentes vías. Y en medio de la vorágine cotidiana, había que atender algunas demandas hogareñas. Después salí a buscar a mi hermano Miguel, un cariñito que le doy los lunes después de un proceso médico obligatorio. De regreso a casa pensaba mientras esperaba en los tapones me preguntaba tantas cosas. Por ejemplo, como ver la belleza de la vida, cuando el tránsito te abruma, cuando los limpiacristales te atropellan sin compasión, cuando en cada esquina la gente sigue mostrando sin pudor sus miserias; cuando el agente de AMET en vez de agilizar el tránsito lo detiene, haciendo que el trayecto cotidiano sea una agonía. Me preguntaba con tristeza por qué a veces uno se empeña en ver los problemas.
Me avergoncé porque, yo que me tildo de positiva, y una mujer de esperanza, caminaba por las calles de su entorno, y solo veía pesar, aunque ante sus ojos el sol brillaba por primera vez en mucho tiempo; aunque el sol tenía un azul intenso y hermoso y se reflejaba en el inmenso mar Caribe. Me dije entonces, recordé entonces, que todos tenemos derecho a la tristeza, a la saturación existencial, al dolor en el alma cuando alguien osa herirte.
Vine a mi casa, a mi oasis personal de paz. Luego tuve que volver a salir porque debía ir a la Academia Dominicana de la Historia. Mientras tomaba mi ruta habitual, constaté de nuevo lo caótica que es nuestra capital. Cuando tomé la calle Hostos, de repente el vehículo comenzó a moverse de forma rara. ¿Qué pasa? Me pregunté. ¿Se habrá pinchado una goma? Pronto me di cuenta que los adoquines que costaron millones de pesos, se estaban hundiendo. Pasamos meses largos con las calles abiertas de la Ciudad Colonial. Colapsó uno de los hoteles más hermosos. Se eligió una comisión que nunca presentó su dictamen. Los ingenieros responsables de la remodelación de la zona no fueron sometidos. Se invirtieron millones de pesos para remozar la Ciudad Colonial, y esta sigue fea y caótica. Y no pasa nada.
De regreso de nuevo a mi casa, escuchaba la radio. De repente comenzaron a reproducir una entrevista a un funcionario público que comenzó a atacar al movimiento verde. ¡Oh Dios! ¡Cuánta insensatez! En vez de entender que hay una población descontenta, que tradicionalmente no participa en estos movimientos, quiso expresarse porque está cansado con la falta de transparencia, la impunidad y el abuso del poder.
Llegué de nuevo a mi casa y me refugié en mis cosas. A veces quisiera que muchos de mis lectores que prefieren la escritura de lo que siento, me permitieran refugiarme por largo tiempo en la escritura de lo que pienso. Al escribir este Encuentro, en la tranquilidad de la noche, y en mi oasis personal, pensé concretamente en la amiga Magdalena Rathe, una de mis asiduas lectoras y que cuando un Encuentro toca su alma, me llama para decírmelo.
Los Encuentros escritos desde el alma me sacuden profundamente. Me drenan emocionalmente, porque a veces, muchas veces, no podemos concatenar palabras solo con risas y felicidad. La vida tiene dos caras, y la tristeza, la desidia y el desaliento forman parte de una de ellas.
Lo bueno, como dicen los taoístas es que las lágrimas se agotan y se esfuman por un tiempo. Como ocurre con la madre tierra. Nos regala la lluvia para alimentar las plantas. A veces se enoja pues la maltratamos y nos azota con la tormenta. Risas y lágrimas, yin-yan, blanco-negro, noche-día; son los binomios existenciales que vivimos, padecemos a veces. Conocer la dualidad nos hace añorar la risa cuando estamos tristes; el sol cuando la lluvia es llanto; la alegría cuando estamos tristes.
Perdonen por este encuentro, escrito sin pensar, solo se escribió con el sentimiento profundo de un alma que reivindica el derecho a no levantar los brazos, a quedarse impávida ante un mundo tan difícil y caótico. Perdonen por esta mujer que llora por su país, que ya ni siquiera los chistes políticos le hacen gracia, porque el hastío ha llegado a sofocarla.
Tengo la dicha de que puedo escribir lo que pienso, de esa manera puedo aprender cosas nuevas y ofrezco un tiempo de paz a mi alma. La lista de pendientes es larga, como ancho y profundo es el conocimiento. Me faltará mucho tiempo para leer lo que me falta.
Magdalena, este Encuentro de mis sentimientos termina hoy. A partir del próximo voy a iniciar una serie con lo que pienso. Deseo sumirme en ese éxtasis para olvidar un poco esta realidad que tanto lastima. Amiga, espero tu comprensión.

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