Camino a la Copa del Mundial Alemania 2006 (1)

Camino a la Copa del Mundial Alemania 2006 (1)

POR MARIO ARVELO, HÉCTOR MOLINA Y ARTURO PEÑALÓ
Prólogo

República Dominicana es uno de los pocos países del mundo donde el béisbol se practica profesionalmente, consagrando una tradición ya centenaria. Menor aun es el número de países donde este juego  ¿supuestamente inventado por Abner Doubleday” tiene rango de deporte rey. En el caso de los dominicanos, esta disciplina está firmemente enraizada en su cultura popular.

Tal condición, la de ocupar el centro de la vida deportiva nacional, está reservada en la mayoría de las naciones del mundo al fútbol. Es por ello que en la prensa deportiva dominicana las columnas especializadas en tratar asuntos relacionados con el balompié se cuentan con los dedos de una mano. Fue en ese contexto (de excepcional silencio, salvo ilustres excepciones, sobre los pormenores que rodean la práctica del fútbol) dentro del cual surgió Tarjeta Roja.

Comenzamos a barajar numerosas ideas que nos permitiesen impulsar el desarrollo nacional del deporte que el cronista deportivo chileno-argentino Luis Omar Tapia, estrella de la narración a través de la cadena ESPN, llama “el más hermoso del mundo”. Luego de examinar varias posibilidades para impulsar la difusión del balompié en República Dominicana, acordamos escribir sobre el tema en la prensa.

Publicar una columna de frecuencia semanal en uno de los diarios más prestigiosos del país fue una experiencia inolvidable, y testimoniamos nuestra deuda de gratitud al director de este periódico, Mario Alvarez Dugan, al Editor Deportivo Franklyn Mirabal y a los cronistas especializados en fútbol Félix Disla Gómez y Jorge Rolando Bauger, quienes brindaron su apoyo moral y profesional al proyecto, el cual tuvo una duración de cuatro años entre 1999 y 2003.

Al aproximarse la fase final de la Copa del Mundo Alemania 2006, los antiguos redactores de Tarjeta Roja iniciamos intensos debates sobre las posibilidades de los distintos equipos, intercambiando información sobre aspectos que, de una forma u otra, tratamos mientras publicamos la columna. Las constantes conversaciones sobre el fútbol liguero, especialmente abordando las competencias en Europa y en Sudamérica, abrieron las puertas a una nueva idea: la de compartir nociones sobre la Copa Mundial con nuestros lectores de entonces y con la nueva generación de aficionados al balompié.

Estas entregas pudieron haber concluido en un libro sobre el tema. Pensamos que, en todo caso, llegaríamos a un público más amplio a través de las páginas del HOY. Los análisis que publicaremos a partir de hoy y hasta el inicio del la Copa Mundial el próximo 9 de junio son el resultado de ese nuevo esfuerzo, orientado a compartir datos, informaciones, comentarios y predicciones no sólo sobre la Copa del Mundo Alemania 2006, sino sobre el fútbol en general.

El fútbol, más que un deporte

El fútbol no es un deporte más.  Es una pasión que se vive en todos los confines del mundo.  En palabras de Bill Shankly, entrenador del club inglés Liverpool que maravilló en los años 60 y principios de los 70: El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es algo mucho más serio que eso.

Muchos conflictos no resueltos de las sociedades que hoy habitamos se ventilan cada domingo en las canchas: la idea de la identidad propia catalana se enarbola cada vez que el Barcelona se enfrenta a sus archirivales del Real Madrid, donde no es raro ver pancartas que expresan abiertamente el grito de guerra de los más exaltados: “Catalunya no es España”. De igual manera, la reforma protestante que sacó a los católicos del poder en Escocia todavía se dirime cuando el Celtic y el Rangers se enfrentan en el clásico de Glasgow y los últimos terminan sus cánticos lanzando injurias contra la jerarquía romana. La división social entre ciudadanos del Norte y del Sur, de Italia se deja ver con las pancartas que expresan: “Vesuvio, ocúpate tú” en clara alusión al peligroso volcán que ya destruyó la costa napolitana hace casi dos mil años.

En América del Sur no es raro ver terminar en trifulca con numerosos heridos y, en algunas ocasiones, hasta decesos en las gradas cuando se juegan clásicos entre River Plate y Boca Juniors. En Centroamérica, del 14 al 20 de julio de 1969 se vivió la “guerra del fútbol”, que enfrentó a los ejércitos de El Salvador y Honduras, hostilidades provocadas por la tensión política que se vivía en aquellos días, y que fue exacerbada por la eliminación de los hondureños a manos de los salvadoreños de la Copa del Mundo de México 1970, hecho que sirvió de detonante al conflicto que costó dos mil almas.

En otras ocasiones, el fútbol ha servido para prever guerras y conflictos inminentes e impostergables. Tal es el caso de las hostilidades balcánicas entre serbios, croatas y bosnios, que desencadenó acciones criminales en las que probablemente participaron activamente algunos fanáticos radicales del club Estrella Roja de Belgrado. Asimismo, las constantes revueltas entre el Sparta de Praga (checo) y el Slavia Bratislava (eslovaco) hacían prever la separación de la antigua Checoslovaquia, años antes de que se produjera la llamada Revolución de Terciopelo.

El Mundial no escapa a esta situación. En cada enfrentamiento entre argentinos e ingleses se revive la guerra de las Malvinas. Numerosas encuestas de opinión recogen que el momento cúspide de la nación Argentina fue el juego de cuartos de final del Mundial de México 1986 donde de la mano “literalmente hablando” así como de las piernas y el corazón de Diego Armando Maradona, Argentina derrotó al que había sido  su enemigo apenas cuatro años antes en la conflagración por el control del archipiélago del Atlántico meridional. Maradona expresaría, años después, que entonces había dicho que aquel “era un partido más, pero mentíamos; en cada jugada recordaba a todos los pibes argentinos que habían muerto en el enfrentamiento”. Como saben nuestros lectores, aquella contienda se resolvió con la victoria militar británica, y la mayor parte de los muertos fue contabilizada del bando argentino.

Incluso en partidos sin importancia de cara a la clasificación (como el que escenificaron Estados Unidos e Irán en el Mundial de Francia 1998, estando ya ambos descalificados), se genera una euforia propia de situaciones que trascienden el deporte. Luego del triunfo de los persas, las calles de París y de otras ciudades galas se convirtieron en hervideros humanos donde hubo quema de banderas, agresiones a ciudadanos de a pie y otros actos de violencia antideportiva.

Los autores de Tarjeta Roja compartimos el placer del fútbol, inclinación que surge de una combinación de gusto por el llamado “deporte bello” y de respeto por la pasión que despierta en todos los continentes. Con el pasar de los años nos hemos movido del infantil fanatismo por un equipo o una selección, a degustar el buen fútbol allí donde aparece, y a investigar cada vez más a fondo los por qués de la euforia que desata en todas partes.

Las rivalidades en el fútbol

A nivel de selecciones nacionales caben destacarse los clásicos entre Inglaterra y Alemania, así como de Francia versus Alemania, donde además de adversidad futbolística existen fricciones históricas de otros matices. Algo similar ocurre cuando Italia se enfrenta a alguno de los tres países arriba mencionados. Son de igual manera interesantes las batallas entre Francia y España y las de Bélgica contra Holanda. En Suramérica, Brasil y Argentina luchan por ser el equipo señero de la región. También entre Inglaterra y Argentina existe una fuerte rivalidad desde los años ochenta, matizada por la guerra de las Malvinas y los espectaculares goles de Maradona en el Mundial de México 1986.

En el ámbito de clubes, el Real Madrid y el Barcelona mantienen una rivalidad casi enfermiza desde principios del siglo pasado. Estos equipos son seguidos por hinchas de cerebro retorcido que obtienen más placer con la derrota del otro que con la victoria de su propio club.

Es que en el fútbol no sucede como en otras profesiones, donde es aceptable cambiar de trabajo y, según criterios aceptados universalmente, ser empleado por la competencia. Luis Figo, quien llegó al club merengue en el verano del 2000, fue calificado por la fanaticada de la Ciudad Condal como un mercenario y “pesetero”, capaz de cambiar su alma por unas cuantas monedas. En el balompié se castiga amargamente el supuesto delito de la deserción, y el portugués Figo cometió la más grande de las faltas: haberse marchado del Barcelona al Madrid, clubes que representan una de las rivalidades deportivas más belicosas que existen en el mundo.

Otras rivalidades importantes de Europa tienen lugar en Italia, donde la Juventus de Turín y el Milan, en la batalla de las ciudades industriales del norte de la península que tiene forma de bota, luchan por la supremacía histórica de la Serie A. Por su parte, en Roma, la Lazio y la Roma dividen las preferencias de la Ciudad Eterna, en derbis eufóricos que tienen como escenario al monumental Estadio Olímpico, sede de los juegos de 1960.

En Inglaterra, el Manchester United y el Chelsea protagonizan la rivalidad más fiera de la actualidad del fútbol inglés. También son interesantes los combates londinenses entre el Chelsea y el Arsenal, y los aguerridos partidos entre los “diablos rojos” del Manchester y los pentacampeones europeos del Liverpool. La Liga Premier escocesa es cosa de dos, por un lado el flamante Rangers, y por otro el portentoso Celtic, ambos procedentes de una Glasgow meramente industrial. Estos combinados producen los derbis más dramáticos del viejo continente.

Mientras tanto, en Países Bajos existe una rivalidad tripartita, entre el Ajax de “Amsterdam, el Feyenoord de Rótterdam y el PSV de Eindhoven. Estos tres equipos, que son los más ricos y poderosos de Holanda, son los que se disputan los trofeos cada año. En Portugal, el Porto y el Sporting de Lisboa son los equipos más emblemáticos y los que mantienen la rivalidad más antigua y célebre del país más occidental de Europa, aunque no podemos olvidar que el Benfica está construyendo un pedestal de honor.

También en Sudamérica existen vistosos duelos. En Argentina, los millonarios del River Plate y los bailadores de tango del Boca Juniors estremecen Buenos Aires con partidos llenos de entrega y pasión, propios de una rivalidad centenaria. Por su parte, sus vecinos de la República Oriental del Uruguay nacen y crecen para ser fanáticos de uno de dos equipos: Nacional o Peñarol. En Chile, los indígenas del Colo-Colo y los estudiantes de la Universidad de Chile se dividen las simpatías de los andinos.

Volviendo la vista a Brasil, encontramos que en la bahía de Río de Janeiro ofrece el espectáculo de un Maracaná temblando con los enfrentamientos entre Flamengo y Flulminense, el famoso “Fla-Flu”, mientras que la torcida paulista contempla los enfrentamientos entre el Palmeiras y el Sao Paulo. También son dignos de resaltar los cotejos entre el Corinthians y el Vasco de Gama, combinados que por cierto se enfrentaron en la gran final de la primera edición del Mundial de Clubes.

En fin, el fútbol es un torrente de energía y de fuertes emociones, a veces de ciego fanatismo y siempre de inmenso vigor, todo lo cual se manifiesta en rivalidades que tienen lugar alrededor del planeta, y que aprovechan la universalidad del deporte para convertirlo en el más emocionante, en el más deseado de quienes trasladan a la cancha todas las pasiones.

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