Camino al desastre

Camino al desastre

Los años muestran experiencias que se aplican al diario vivir. Una vez, fui a la Universidad de Hamburgo invitado por la Asociación de Estudiantes de Arquitectura Naval, me acompañaron tres amigos, pasaríamos el fin de semana. La invitación fue institucional ya que yo era el presidente de la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos de  la hoy Universidad de Hannover.

Era el único que sabía conducir  el ligero y viejo carro convertible. Por viejo o por descuido el carro se sobrecalentó, quedándonos varados en la autopista. Un ecuatoriano se ofreció a buscar agua, como no, la trajo, bien fría pues la tomó de un río cercano. Cuando prendimos el carro y vertimos el agua en el radiador, sentimos que el bloque del motor, hecho de aluminio, se quebró. ¡Tamaño problema! Todo parecía que no llegaríamos a Hamburgo. En esto, pasó un Mercedes Benz conducido por un señor que tuvo la bondad de detenerse y ofrecerse a remolcar estos cuatro estudiantes “exóticos”. Nos llevó hasta el Decanato de Ingeniería Naval, coincidió que era ingeniero naval y conocía bien el área y la celebración.

¡Llegamos y celebramos todo el sábado! El domingo nos tocaba resolver el problema, la escuela naval tiene un taller de metalmecánica completísimo y los anfitriones eran diestros en su manejo. Resolvieron el problema. No sé por qué nos dejaron que le pusiéramos la tapa del bloque que era, simplemente, enroscar unas tuercas. En particular conocía vehículos americanos, Buicks y Chevys con motores grandes y fuertes de acero, nunca de aluminio. Puse las tuercas a mano y luego una a una las apreté. Quería que estuvieran seguras para que no dejaran escapar la compresión pues ya teníamos la debilidad de la grieta. Así que las apreté “firmes”, todas quedaron muy bien menos una, a ésa, le rompí el tornillo que salía del bloque. Es decir, apreté demasiado y me pasé de rosca de mala manera pues el carro no sirvió para gran cosa.

¡Qué buena enseñanza extracurricular! Tanto se aprieta la rosca hasta que se rompe ella o su tornillo.

La vivencia me ha evitado y evitaría a amigos, muchas penas y dolores de cabeza. Algunos amigos, por ejemplo, por alguna razón que ellos no comprenden, se le reducen sus ventas. Se encuentran en la disyuntiva de: ¿qué hacer? Podrían:

Buscar la causa del problema y resolverlo, aumentar la eficiencia de su firma, trabajar más horas, reducir sus gastos apretándose el cinturón personalmente, reducir el personal.

En fin, tirar por la vía del “downsizing” como ha hecho la industria y el comercio estadounidense. Desde luego esto supone sacrificios duros para el dueño del negocio y lo que quizá le es más difícil, dejar de frecuentar los sitios donde se encontraba con sus amigotes, para verlos y dejarse ver.

Escrito así fríamente, cualquiera diría: ¡Claro, esa es la vía! Pero no, ¿qué han hecho? Como venden menos, ganan menos, lo que les parece lógico es subir los precios, lo que les ocasionó el problema original, para con las pocas ventas ganar “igual”. En otras palabras, en vez de apretar su tuerca aprietan la ajena sobre la que no tienen control. Aquí queda definida su desgracia, porque entran en una espiral descendente, tienen que tomar préstamos, se les alarga la agonía y terminan por romper la “rosca o el tornillo ajeno”. Tonto pero frecuente.

Acabamos de ver el caso de Hosni Mubarak en Egipto. Algunas cadenas de televisión estiman que su fortuna puede ir desde 5 a 70 mil millones de dólares. Evidentemente robados pues ningún gobierno paga salarios, gratificaciones ni bonificaciones que permitan acumular semejante cifra, especialmente, en un país donde el cuarenta por ciento (o más) de su gente malvive con menos de dos dólares diarios. Esto sin contar la estela de muertos y torturados que deja atrás. ¡Rompió la rosca y el tornillo juntos! Y causó tal estruendo que el boom llegó a Suiza, donde su presidente, una hora después de dimitir Mubarak, ordenó la congelación de las fortunas de él, su clan y allegados. Ahora el coronel M. Gadafi se aferra al poder y causando un boom mayor que Mubarak.

¿Qué voracidad puede ser tan poderosa que ciegue a un humano de tal manera? Es un secreto de la psiquis humana que conduce directamente al desastre.

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