Camino de la letra al ayer

<P>Camino de la letra al ayer</P>

Las pruebas objetivas en sus diversos modelos son aliciente conspirativo contra el desarrollo mental cuando no constituyen complemento de una sólida educación. Docentes hay que en el aula de la educación superior decidieron probar capacidad de razonamiento y nivel de comprensión de lo copiado y lo leído. Impulsados por la creencia de que esas pruebas alientan el facilismo, experimentaron a partir de la aplicación de esos instrumentos de medición del aprovechamiento. Aunque durante las lecciones regulares esos docentes podían observar las deficiencias, las pruebas ofrecían la ocasión de aplicar un instrumento de verificación.

Los docentes incorporaron ítems para medir el nivel de comprensión y la capacidad de razonar, entre ítems de selecciones múltiples y similares. Los estudiantes exhibieron resultados desalentadores. Con muy escasas excepciones, casi siempre provenientes de instituciones básicas y medias del sector privado, los niveles de incomprensibilidad fueron muy altos. En la transcripción de textos suministrados en fotocopias con las cuales permanecían, a una gran mayoría le resultó imposible reescribir sobre el contenido. Aún menos responder preguntas que implicaban deducciones concretas relacionadas con aspectos del contenido.

Esos docentes pidieron consultar bibliografía impresa de forma convencional al elaborar trabajos complementarios a las lecciones del aula. Pese a tal solicitud, los estudiantes imprimían textos de páginas electrónicas conocidas. El incumplimiento a la norma prefijada por los docentes constituyó problema de poca monta. Lo malo radicó en que a muy pocos estudiantes les era posible explicar el contenido y mostrar razonable comprensión de lo copiado.

De manera que la disensión de la mayor parte de los estudiantes de nuestros tiempos con la letra no es únicamente con la que se presenta en un impreso tradicional. Aparentemente, existen serias desavenencias entre la mayor parte del estudiante de hoy y los símbolos lingüísticos. Y ello es inquietante. Una comunidad que no conduzca a su gente por caminos de adecuada educación formal, educación cívica y educación doméstica, involuciona. Para esa sociedad no se halla lejano el día del retorno a las cavernas. Suena hiperbólica la afirmación.

La exageración, no obstante, debe llamar a la reflexión a cuantos asumen responsabilidad social para que esa involución sea detenida. El porvenir no se encuentra en el ayer para ninguna comunidad humana. El ayer es una referencia, pues debe servir como pauta de aprendizaje para evadir yerros pretéritos. El porvenir de la sociedad humana está en el mañana. Y no hay mañana sin una educación que eleve la conciencia de los individuos para volverlos auténticas personas humanas.  

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