Camino hacia un estado moderno

Camino hacia un estado moderno

VIRGILIO ALVAREZ BONILLA
Tal como expresara el presidente Leonel Fernández y ratificara posteriormente el secretario de la Presidencia, Danilo Medina, el contundente triunfo del Bloque Progresista en las recientes pasadas elecciones, significará el inicio del camino para la transformación del Estado Dominicano en un ente moderno que sirva para afianzar nuestras débiles instituciones y fortalecernos como Nación.

El presidente Fernández, convencido civilista que es, asegura a la vez que el arrollador triunfo de su partido y aliados, nunca servirá para avasallar sino que dentro del concepto que hoy se conoce como gobernabilidad, los ganadores serán generosos y sabrán compartir con sus adversarios el necesario equilibrio de los poderes del Estado.

Sin duda, tanto el Presidente como sus partidarios y aliados, al emitir públicamente estos conceptos sobre la necesaria gobernabilidad, lo hacen convencidos de que es ésta la única manera de poder avanzar hacía un desarrollo sostenido y lograr las metas que como Gobierno el principal ejecutivo de la Nación se ha propuesto. Pero lo hacen también porque conocen las penosas experiencias que el dominio absoluto del Estado en la concentración de todos sus poderes significa; lo han vivido en carne propia y en consecuencia comprenden perfectamente los negativos resultados que de ello se derivan. El equilibrio en el manejo del triunfo aplastante es más que necesario, claro, que no se debe confundir generosidad con derivas pródigas. Cuando se habla de ceder, la palabra negociación tiene que estar obligatoriamente en el medio. En este sentido nos hacemos eco de los recientes rumores que indican que el oficialismo podría ceder la Cámara de Diputados a una parte de la oposición y la Liga Municipal a la otra parte. Esto dicho así parece muy factible, sobre todo cuando algunos auspiciadores de la “generosidad” peledeísta alejan antecedentes de los cuales ese partido se benefició siendo minoría en la Cámara Baja.

Balaguer ciertamente cedió en varias ocasiones la presidencia de los diputados al PLD, cuando este partido contaba con muy pocos representantes en aquel organismo congresional. Lo hizo como una forma de demostrar su acuerdo con la llamada “gobernabilidad”, tan cacareada en aquel entonces por la oposición, principalmente por el PRD, cuyo discurso de entonces se enfilaba a demostrar lo poco que creía el líder reformista en un proceso verdaderamente democrático. Si lo que se quiere es cobrar deudas pasadas, hoy día no hay ninguna deuda que cobrar en ese sentido; el reformismo de ayer no es el mismo que el de hoy, los compromisos ha, nada tienen que ver con el presente; por el contrario, las recientes experiencias demuestran lo contrario. La política de equilibrio abre las puertas a unas negociaciones prudentes conceptuadas sobre la base de cadencia mutua, no para que la oposición actúe plegada al Gobierno, sino para que se comprenda que el equilibrio debe primar en ambas partes. Negociar la Cámara de Diputados, por ejemplo, debe implicar otras negociaciones que abarquen las instituciones que son factibles de cambio, como lo es la Liga Municipal; el PLD no debe olvidar que no sólo cuentan en este juego político los partidos perdedores, existen otros factores de igual importancia que deben ser tomados en cuenta, como lo son sus propios aliados y otros partidos emergentes que forman parte de esta madeja política tan complicada.

De cualquier forma, se conviene que lo indispensable es que la “gobernabilidad” sea complacida, si eso evita males futuros y ayuda verdaderamente a la transformación del Estado, pues bienvenida sea. Hace algunos meses me tocó presenciar la despedida que el organismo de integración centroamericano le dedicara al entonces presidente de Costa Rica Abel Pacheco, psiquiatra de profesión. Uno de los demás presidentes asistentes, al mencionar las grandes aptitudes del gobernante tica, expresó: “A usted presidente le debemos sus innumerables contribuciones a la “gobernabilidad”, pero estamos convencidos que la mejor manera de poder aplicarla en nuestros países, es que el presidente sea psiquiatra”.

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