Campaña negativa

Campaña negativa

Contra la República Dominicana se ha hecho sentir en estos días una campaña de imágenes fílmicas injusta, engañosa y con evidencias de manipulación, detrás de la cual han estado dos sacerdotes que parecen estar  en  conflicto con la Iglesia Católica.

Para quienes conocemos la realidad de los bateyes, los ingenios azucareros y  los braceros, en un marco general de pobreza y desigualdad que a todos nos afecta, los documentales que se han exhibido recientemente en París y Miami son obra de gente que juegan confusamente con imágenes e incurren en exageraciones  y distorsiones.

Los sacerdotes  que parecen alentar estas muestras propagandísticas  son injustos y actúan de manera abusiva contra todo el país  en el que desarrollaron su controversial trabajo pastoral.

Al hacerlo, se colocan de espaldas  a la realidad de que las migraciones, no importa en las direcciones en que  vayan, son traumáticas para grandes grupos humanos, forzados a desplazamientos que han tenido muy diversas implicaciones en la historia de la humanidad, algunas de ellas muy positivas.

Los dominicanos han pasado penurias en su persecusión del sueño americano. Desde morir en naufragios y en bocas de tiburones, hasta pasar a constituirse en una sub-clase social  que tiene que aceptar salarios inferiores a los normales en el país al que llegan, por el hecho de ser ilegales. Injusticias y pesares dignos también de un documental.

Miles de dominicanos murieron en los últimos años en el “paraíso” del capitalismo (que lo es también de la cocaína, no del azúcar) porque el bajo mundo los acogía y los utilizaba para su espurio comercio de drogas en el que abundan los asesinatos que llaman ajustes de cuenta.

¿Debemos protestar ante las autoridades norteamericanas y acusarlas de irresponsables por permitir que los barones de sustancias prohibidas usen tan masivamente a inmigrantes en su negocio de sucia explotación y crimen mientras los pejes gordos eluden el peso de la ley hasta en los propios Estados Unidos?

    II

¿Han reparado los  padre  Pedro Ruqoy y Christopher Hartley en que las leyes de migración de Estados Unidos les permiten a las autoridades de ese país  mantener separados por muchos años a padres de hijos, esposas de esposos, y hermanas  de hermanos, mediante  implacables requisitos que impiden reunir a familias dominicanas a las que solo les dan visas de residencia  a una parte de sus miembros? ¿Saben esos curas que a centenares de dominicanos los trasladan de cárceles en Estados Unidos para que sus familias no puedan usar recursos legales para impedir sus deportaciones y que la mayoría de los ex convictos deportados son cruelmente separados de sus seres queridos aunque ya saldaran sus deudas con la sociedad norteamericana? ¿Saben esos “apóstoles de la causa de los haitianos (la mayoría de los cuales  obtienen aquí la forma de ganarse la vida que falta en su patria) que al frustrarse la reforma migratoria en Estados Unidos en estos días, alrededor de un millón de dominicanos seguirán siendo ciudadanos de segunda clase, trabajando duro para sobrevivir sin los plenos derechos  de los blancos norteamericanos, que reciben, en virtud de su  legalidad, mejores sueldos y protección social?

El próximo documental de esos señores  debe demostrar que  son capaces de ver y denunciar la injusticia independientemente de las nacionalidades  de quienes la sufren.

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