Campañas políticas

Campañas políticas

LUIS SCHEKER ORTIZ
La Junta Central Electoral (JCE) anunció la entrega de Quinientos millones de pesos (RD$500,000,000.00) para los partidos políticos que terciarán en las próximas elecciones de mayo. Este periódico calcula que los partidos políticos reciben la cantidad de Dos millones de pesos (RD$2,000,000.00) diarios. Algunos analistas han puesto el grito al cielo, considerando excesiva esa aportación. La sociedad civil organizada tampoco se siente complacida. Se oponen a que los bolsillos del contribuyente financien algo que debería ser responsabilidad exclusiva de los partidos políticos. No dejan, unos y otra de tener razón. Otros, insatisfechos dirigentes políticos, por lo contrario, se encuentran poco esos milloncitos y, golosos, piden más.

Personalmente no me opongo a que los partidos políticos reciban una aportación racional del Estado para sus campañas políticas y su fortalecimiento. Al fin y al cabo, son los partidos políticos la columna vertebral de la democracia, siempre, claro está, que esa columna no sea chueca. Y los partidos políticos, en general, tienen tantos afiliados y simpatizantes a quienes deben complacer, que cualquier suma que se les asigne parecería poca. El clientelismo cuesta y es voraz, y en la forma en que en el país se practica, cuesta más. Resulta un barril sin fondo y lo peor de todo, sin ningún o muy poco provecho. Así como una empresa privada gasta mucho dinero, pero su dinero, en publicidad para mantenerse viva en la mente de sus clientes, los partidos tienen que gastar lo que tienen, no mucho más para convencer a su clientela de que ellos y sus candidatos son la mejor opción. Y lo que tienen debe ser su credibilidad, que no se compra en botica. Un producto escaso, que tiende a desaparecer precisamente por las campañas políticas, llenas de ruido y estridencias, disputas ofensivas, imágenes de mal gusto y de falsas promesas y mentiras.

¿Debemos aceptar esas ofertas y empeñar nuestro voto validando ese tipo de campaña, cada vez más insustancial y enajenante?

Lo que se tiene que criticar desde cualquier punto de vista a veces con rabia, y estar de acuerdo, es la forma escandalosa e irresponsable de cómo se bota el dinero, dinero que pudiera emplearse cien veces mejor si se quisiera adecentar las campañas y dejarle alguna muestra positiva, palpable, así sea sólo una pequeña muestra a los votantes de lo que harían los partidos políticos, llegados al poder, si fueran favorecidos con el voto. Al fin y al cabo son los partidos políticos los que cuentan, a pesar de sus alianzas, sus acuerdos de aposentos muchos más que sus candidatos, piezas de un ajedrez escogidos coyunturalmente por su incondicionalidad, llamada eufemísticamente lealtad partidaria, que los pone a prueba en momentos difíciles y que tienen la virtud de ser ricamente recompensada, más que por su idoneidad o integridad personal, prendas que pocos pueden exhibir airosos.

Lo que asombra entonces es la escasa visión política de los partidos. Su falta de creatividad o su cuota limitada de amor por los que sufren. Tienen que llegar al poder para demostrar, lo que pueden y deben hacer en todo momento, y lo que esperamos todos que se haga de una vez por toda, pudiendo, en pequeña dosis, ejecutar campañas educativas, inteligentes y provechosas para toda la población, sin distingos, mediante acciones sociales programadas de modo transparente, debidamente presupuestadas que puedan ser evaluadas por la ciudadanía y supervisadas por la JCE aprobaría el proyecto para ir desembolsando su monto según las metas alcanzadas. Eso ayudaría a racionalizar el gasto y evitaría el uso abusivo, irracional, torpe e irresponsable con que se gasta una sustanciosa suma de dinero, mayor aún si les agregamos las que se consiguen de otras fuentes, algunas no santas, difícilmente identificables pero que, mejor que sus orígenes bien empleada, resultaría mayormente beneficiosa y conveniente para la población, los ciudadanos y ciudadanas votantes y para el fortalecimiento institucional y funcional de la democracia, que debe ser su principal preocupación y su única meta de los partidos políticos.

A título de sugerencia ¿por qué no usar esos fondos para comprar pupitres en una campaña por la escuela, en pavimentar o bachear las calles de los barrios y pueblos más abandonados, en recoger la basura de manera ordenada y sistemática, en procurar y distribuir medicina indispensable en los hospitales desprovistos de todo para la atención de los enfermos, dar asistencia y consultas profesionales para prevención y solución de problemas, reforestar las montañas peladas, limpiar las cañadas de aguas negras y pútridas, preservar los ríos contaminados de tantos desperdicios, atender los cementerios que se arrabalizan en un perfecto descuido aún cuando los muertos no voten pero tienen sus dolientes, en techar las casas de yaguas y ponerles sus letrinas o su piso de cemento, en fin, miles de cosas pequeñas pero edificantes que nos ayuden a ser una mejor sociedad, más comunitaria, más solidaria para superar nuestras deficiencias y limitaciones, asunto que no tiene que ser únicamente una obligación del Gobierno, o “cuando lleguemos a ser gobierno” y que pueden asumir los partidos con una mayor cuota de responsabilidad y de conciencia cívica de lo que debe ser su rol principal como instrumento político insustituible para ser bien gobernados.

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