Campañas: sin comienzo ni final

Campañas: sin comienzo ni final

ROSARIO ESPINAL
Los intentos fallidos en los últimos meses por regular las campañas electorales, deberían motivar una seria reflexión sobre el desenfreno electoral que azota el país y las dificultades para enfrentarlo. La República Dominicana vive en campaña electoral constante. Los defensores de tanto electoralismo ven en las campañas una expresión de fortaleza del sistema democrático, pero a mi juicio, esa es una forma miope de concebir el funcionamiento de la democracia.

Las elecciones son indiscutiblemente importantes. Ellas permiten que la ciudadanía conozca las propuestas de los candidatos y que los electores escojan los gobernantes.

Precisamente por su importancia, las elecciones deben ser adecuadamente reguladas, de manera que ofrezcan las garantías de competitividad a todas las partes.

Los actores políticos, sobre todo los partidos, deberían contribuir a reglamentarlas para su propio bien y el de la colectividad.

Y hay precedentes de colaboración, ya que desde los años ochenta se han realizado muchos esfuerzos por superar los vicios del sistema electoral dominicano.

En principio, los problemas se relacionaban con irregularidades en la emisión de cédulas y los trastrueques de resultados. Felizmente, después de la crisis electoral de 1994, se lograron avances importantes en el sistema de registro de electores y conteo de votos.

Hoy se tiene un padrón electoral más preciso, al que todos los partidos tienen acceso, y con el cual pueden monitorear mejor los procesos de votación y verificar con rapidez los resultados.

Con esos problemas en parte superados, el debate reciente se ha concentrado en la regulación de las campañas: el tiempo de duración, la publicidad y la financiación.

Pero cuando se da seguimiento a la discusión, sorprende que distintas voces en la opinión pública que claman por controles, incluidos los políticos y los medios de comunicación, no ofrezcan a la hora de la verdad el apoyo necesario a la JCE.

Así ocurrió con el reglamento de campaña que la Junta tuvo que desechar recientemente.

Es cierto que la JCE ha cometido muchos errores y con razón ha sido criticada. Pero en su esfuerzo por regular las campañas, el órgano electoral debió recibir mayor apoyo de los distintos sectores opinantes para lograrlo.

Hay que tener claro que, aunque digan lo contrario, a los partidos políticos no les interesa que regulen las campañas. Les disgusta que se reduzca la duración y la publicidad, y que se restrinja el financiamiento público y privado.

Los partidos desean campañas sin comienzo ni final porque las elecciones son un gran negocio.

Todos tienen una amplia masa de activistas que deben mantener en acción para tener vigencia política. Eso necesita campañas prolongadas y mucho dinero, porque los activistas no trabajan gratis.

Saben que para hacerlo cuentan con amplios recursos económicos públicos y privados.

Además, los partidos mantienen una red de comunicadores ubicados en los distintos medios para asegurar que sus ideas y planes lleguen a la población. Muchos programas y estaciones también reciben anuncios de entidades gubernamentales y de la oposición.

A eso se le puede llamar libertad de expresión, y de hecho, contar con un elenco de periodistas y comentaristas que opinen a favor de uno u otro partido en distintos medios es muestra de libertad. Pero no le asignemos a eso un altruismo especial; es parte del negocio electoral.

Por estas razones, es muy difícil reglamentar las campañas, a menos que los partidos entiendan que deben hacerlo para su propia supervivencia.

Sin el apoyo de los partidos, la otra posibilidad para reglamentar las campañas es que surja un movimiento social fuerte que demande controles. Pero para triunfar, necesitaría el apoyo de los medios de comunicación.

La situación actual en República Dominicana es que ni los partidos ni los medios están comprometidos con la reducción del tiempo de campaña y la publicidad.

Como resultado, la democracia dominicana se hace cada vez más ruidosa y menos sustancial.

Crecen las insatisfacciones en la población, y en vez de respuestas eficaces del gobierno y de la oposición, retumban los alborotos electorales para llenar el vacío político que se siente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas