Campañas y crisis electorales (1)

Campañas y crisis electorales (1)

Año electoral y de la manifestación de la crisis extrema, no sólo económica sino también política, ética. El 2004 se inició con terribles presagios que no aguardaron para manifestarse desde su alborear. Después de las 48 horas de paralización de actividades como protesta contra el gobierno al que apenas le faltan seis meses para concluir su mandato, la profusión de rumores, de temores, de admoniciones apocalípticas es incontenible.

Sociedad de reacciones emocionales, escasa reflexión y proclive a la marrullería pública no evalúa signos para concluir que desde el balbuceo democrático repetimos sainetes y soluciones improvisadas. El momento impide la sensatez, en un país sin idea de la historia, donde el precedente como aprendizaje no existe.

Cualquier dominicano de más de cuarenta años vivió las crisis electorales del 78, 82, 86, 90 y 94, pero parece olvidarlas. Ahora se juega a la percepción del desastre, así es más fácil negociar. Desesperados, y no sin razón, la mayoría de los connacionales comienza a presagiar el fin de la democracia en el vórtice del proceso electoral. Las querellas propias del proceso no atenúan los temores. Rebatir la premisa, pura y simplemente, y ratificar la fortaleza de un sistema, para muchos imperfecto, sería irresponsable. Mejor es revisar lo ocurrido desde el 1978 hasta la fecha.

Es preciso reconocer la existencia de una pausa institucional que, lamentablemente, no se mantuvo. Las jornadas eleccionarias de los años 96 y 2000, lograron credibilidad en el proceso y en la JCE. Sin embargo, los episodios caóticos podrían reeditarse, aunque, si se acogen los dictados de la costumbre, las soluciones de emergencia evitarían el desastre, afectando una vez más el desarrollo institucional dominicano. La elite dominante repite conductas, período electoral tras período electoral.

Sin tener que hurgar en cualquier hemeroteca para enterarse cómo funcionan los políticos, los militares, el empresariado, la clerecía, cuando se avizora el caos, basta una nueva lectura de Campañas y Crisis Electorales. El texto, de la autoría de Angela Peña consigna el origen y desarrollo de las crisis electorales del 78 hasta el 94. Quien pretenda hacer un análisis de la actual coyuntura, sin interés de atizar el fuego o pretender apagarlo, debe revisar lo escrito por la eminente periodista e investigadora. Desde una perspectiva optimista se podría afirmar, después de la revisión, que honorables y políticos atenúan los efectos de las crisis electorales. Sólo un detalle faltaría a la declaración: la solución siempre ha ignorado la ley. Justifica su incumplimiento en nombre de la conveniencia pactada.

[b]REPETIR LA HISTORIA[/b]

El libro se convirtió, desde su publicación – 1996- en fuente imprescindible de consultas. Tres meses antes de las elecciones, se debe releer para comparar pasado y presente.

Una nota de los editores sirve de introducción: “Campañas y Crisis Electorales no es un libro de análisis sino la historia de cinco procesos electorales presentada de manera objetiva y equilibrada…sirve de memoria a un pueblo que se ha caracterizado por sus grandes olvidos y es una advertencia para que se tomen las providencias de lugar y se eviten situaciones y enfrentamientos que, de no recibir un corte severo, podrían provocar una desgracia nacional…Es hora de que los dominicanos, en especial los que se dedican a la política como profesión aprendan las lecciones del pasado inmediato, tan inmediato que es presente, de manera que esta nación no tenga que padecer lo que los griegos aconsejaban evitar: Repetir la historia”

Trescientas ochenta páginas resumen, sin desdeñar acontecimientos trascendentes, los azarosos procesos, sus protagonistas, las miserias que los caracterizaron. Son dieciséis años de historia electoral con actores similares. Sólo hubo cambios en el año 1996 cuando, luego del retiro del Profesor Juan Bosch del escenario político, Leonel Fernández se convierte en el candidato del Partido de la Liberación Dominicana –PLD-. Con ligeras variantes, provocadas por enfermedad o muerte, algunos protagonistas desde el año 78 no sólo son los mismos sino que sus actitudes son idénticas. Los exabruptos de los ministros de la iglesia católica, las veleidades del empresariado, la desvergüenza de los políticos, la genuflexión ante el poder de EUA, dependiendo las circunstancias y los motivos de quien acoge o rechaza el apoyo, el temor haitiano, la amenaza de un baño de sangre, los prejuicios, el racismo, el irrespeto a la vejez, la exaltación de la impunidad, la irresponsabilidad de los funcionarios públicos, la violencia, están ahí como espejo de la realidad. Resumir el texto no es posible. La pretensión es ayudar a la memoria, recreando algunos momentos de cada etapa, fieles a la investigación realizada por Peña.

[b]GACETAZO JUNTAZO[/b]

Difícil muy difícil que el bisoño elector de hoy, asaetado por la crisis y por las consecuencias de la falta de la autoridad, intuya las secuelas del Fallo Histórico, del gacetazo y del juntazo que Angela Peña consigna en el libro. De manera descarada y arguyendo un error de imprenta, para permitir la extensión del poder omnímodo de Joaquín Balaguer, se produjo, en el año 1978, la falsificación de una Gaceta Judicial con la finalidad de celebrar elecciones complementarias. Fue el tiempo de la ocupación militar de la Junta Central Electoral-JCE-, cuando el resultado electoral divulgado no satisfacía las ambiciones rojas. Como “ fallo histórico” fue bautizado el dictamen de la JCE que “sustituyendo la voluntad de las urnas despojó al PRD de cuatro curules en el Senado, dándole el triunfo al Partido Reformista en 12 municipios”. Momento para difundir rumores de golpe de estado, amenazas de muerte y para ejecutar atentados contra dirigentes políticos. Los apresamientos se multiplicaron y se intentaron acciones judiciales en contra de miembros de la JCE.

1982

“ La campaña electoral del 1982 estuvo caracterizada por los ataques personales entre los principales aspirantes a la presidencia de la República: Joaquín Balaguer, Juan Bosch y Salvador Jorge Blanco. No hubo intermediarios para el ultraje. Ellos mismos, desde diferentes tribunas y por los más variados medios de difusión, se echaron en cara conductas del pasado, defectos y limitaciones físicas. El oscuro color de la piel, la avanzada edad y hasta la falta de juicio y valor.” (pag33)

Es durante esta campaña que la intercepción de las comunicaciones adquiere la connotación de hecho público. La práctica, considerada un arma de estado, se convierte en instrumento de extorsión entre políticos. Las conversaciones del Presidente de la República, del jefe de la Policía Nacional, de los líderes de la oposición son pasto del espionaje telefónico. El hecho fue bautizado como el Watergate Dominicano.

Elías Wessin y Wessin impugnó la candidatura de Joaquín Balaguer, alegando que el líder del Partido Reformista estaba afectado por una ceguera lamentable. De nuevo los rumores de golpe de estado y la inusual comparecencia de Balaguer con una cacerola vacía entre las manos. El Doctor pretendía subrayar el hambre que sufría el pueblo dominicano y reclamaba que el bacalao costaba $2 y la libra de carne de res $1.60. También el erudito, amante de sonetos y cultor de la escuela griega, mostró en público un billete de $100 y con su oratoria característica expresó: Vedlo, flamante, limpio, fiel exponente de las últimas emisiones inorgánicas… Hoy respira, todavía anda…

A pesar de su avanzada edad el Doctor demostraba un vigor innegable y para contrarrestar las denuncias de los asesinatos cometidos durante los 12 años exhibió una tabla, cual Moisés caribeño, con el nombre de los militares fallecidos durante la gestión perredeísta.

Algunas de las consignas de la época: Ese negro no es de aquí que se vaya para Haití. Vuelve y vuelve. Ni morao ni colorao, esos viejos tan pasaos. Manos limpias. Juan Bosch se refería al tigueraje del PRD y a Peña Gómez le llamaba sujeto, embustero profesional y degenerado….

Una importante representación del empresariado dominicano apoyó públicamente al candidato del PRD. “En un comunicado A la Ciudadanía expresaba que, en estos momentos trascendentes entendemos nuestro gran compromiso ciudadano hacer oír nuestra voz para expresar nuestro respaldo a la candidatura de Salvador Jorge Blanco•”(página 81)

Aunque las denuncias de “planes vandálicos” se multiplicaban, el 16 de mayo el pueblo acudió a las urnas. La fiesta del triunfo fue celebrada en el malecón el día 20. El 18 de junio fue lanzada una granada en el local de la JCE mientras se conocían algunas impugnaciones. Entre los muertos identificables se contaron cinco. Hubo decenas de heridos.

El resultado electoral entonces: PRD 854,868 votos, Partido Reformista 717,719 y el PLD 179,849.

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