Campesinos  Bajo Yuna  sumidos en la tristeza: lo perdieron todo

Campesinos  Bajo Yuna  sumidos en la tristeza: lo perdieron todo

Por Altagracia Ortiz G.
HOSTOS, Provincia Duarte.-“Esto se acabó mi hija, en un año son tres las cosechas que hemos perdido”, dijo Tomás Castro Segura, un agricultor que esperaba que el río Camú le permitiera ver lo que quedó de sus 100 hectáreas que tenía sembradas de plátanos.

Esta expresión la repetía cada campesino con lo que conversaron periodistas de HOY al recorrer ayer los principales municipios del Bajo Yuna.

La tristeza y desesperanza se han apoderado de los campesinos que no ven parar las lluvias en la región, mientras desconocen con qué alimentarán a sus hijos en los próximos meses.

Todas sus cosechas están bajo agua luego de la devastación de las tormentas Noel y Olga ocurridas el 28 de octubre y 11 de diciembre respectivamente.

Cada campesino narra su tragedia. En cada entrevista se escucha lo mismo. “No sé de dónde voy a mantener mi familia, he sembrado tres veces y dos veces las lluvias lo han sepultado todo”, narró Ramón Antonio Cordero, de Hostos, una comunidad cercana a Castillo, donde los ríos Yuna y Camú se unificaron y se llevaron todos los sembradíos así como novillos de raza.

Esta es una de las zonas de alta productividad del país, aquí se cosecha arroz, plátano, habichuela, cacao, yuca, batata y variados tipos de frutas. Los campesinos viven de la siembra y con los frutos de sus cosechas cubren sus necesidades.

 “Vea, mis plátanos estaban pariendo, pero la brisa lo dañó todo”, dijo un campesino que intentaba llegar a la comunidad de Acicate para saber qué fue lo que quedó de su cosecha de plátanos.

En Villa Riva, el Acicate, La Ceiba de los Pájaros, Nigua, El Cerrejón Arriba y Abajo y la Isleta, el drama de desolación y tristeza es el mismo.

En la comunidad de Acicate un grupo de hombres trabajaba a mano para quitar los escombros que obstruían el paso de los vecinos.

Mujeres embarazadas y niños con escasas ropas esperaban que las bravías aguas del Yuna y Camú le permitieran regresar a sus hogares. Un caudal  impedía  que la gente del Cerrejón volviera a sus hogares, la gente intentaba penetrar al agua sucia, pero se devolvía, y el tránsito se hacía en yolas y caballos.

“Esto es un brazo de mar y lo que más nos asusta es que no cesa de llover”, confesó Licarino Gil, quien mantiene a sus cinco hijos y a su mujer con lo que siembra. Las contradiciones en torno a si llega o no la ayuda oficial afloran en la población.

Unos dicen que les llega de todo, pero que sólo es distribuido entre los militantes del partido de gobierno. Otros dicen que sólo el síndico de Hostos se ha preocupado por ellos, pero una parte de las comunidades asegura que la ayuda del gobierno llega.

“Yo volveré a sembrar mi tierra, pero me gustaría que el Gobierno nos dé una mano, porque esto que nos ha pasado es muy grande”, aseguró Víctor de León.

A pesar del dolor y la tristeza que abaten a los moradores de los diferentes municipios del Bajo Yuna, aquí también fluye la solidaridad. De hecho, muchos ciudadanos que no gustan de los refugios están en casas de sus familiares.

En la zona comienzan a registrarse casos de afecciones respiratorias, fiebres y muchos casos de dengue. Sin embargo, en varios refugios se pudo observar la presencia de médicos pasantes de Salud Pública que vacunaban y medicaban a los enfermos.

En esos municipios se registran unos 3,200 personas refugiadas, los demás están en casas de familiares y amigos. Uno de los mayores temores que tienen en estos momentos los moradores de la provincia Duarte es que llegue a colapsar el puente de Ranchito. Es la única vía de acceso que tiene la zona. Se trata de una vieja estructura que ha recibido poco mantenimiento.3

Este campesino intenta llegar a su casa.

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