Canadá trató de convencer a Castro abriera régimen en 1998

Canadá trató de convencer a Castro abriera régimen en 1998

TORONTO (Canadá) (EFE).- Canadá desplegó una intensa actividad diplomática secreta a finales de los años 90 para reformar el régimen cubano, explica en un nuevo libro un antiguo asesor del primer ministro Jean Chrétien y encargado de las negociaciones.

   James Bartleman, entonces asesor diplomático de Chrétien, estuvo encargado de presentar al líder cubano, Fidel Castro, un programa de reformas políticas y económicas diseñado por Ottawa «para aumentar las posibilidades de que una transición a una democracia liberal, cuando pasase» fuese pacífica.

   El objetivo era que la transición se asemejase a la sucedida en Hungría pocos años antes y que no fuese sangrienta como la rumana.

   Bartleman, actual gobernador general de la provincia de Ontario, explica con detalle el proceso seguido por el gobierno de Chrétien y las reacciones de Castro y su régimen a las propuestas canadienses en su libro de memorias «Rollercoaster» («Montaña rusa»).

   En sus memorias, Bartleman describe la insistencia de Chrétien, año tras año, para reunirse «cara a cara» con Castro y discutir reformas, porque estaba convencido de que el líder cubano «podría estar tentado de seguir el modelo chino para introducir una economía de mercado reteniendo las reformas políticas».

   Bartleman viajó a La Habana en 1996 para preparar el terreno llevando una propuesta de reformas, llamada Plan de 14 Puntos, en la que Canadá había incluido una «fuerte referencia a los derechos humanos».

   El asesor de Chrétien se reunió con Castro y le explicó que «el primer ministro quería que Canadá ayudase a Cuba para continuar su proceso de adaptación», que ya había empezado con reformas como las recientes leyes que abrían el país a la inversión extranjera.

   Castró respondió con un largo monólogo en el que enumeró los logros de Cuba y los suyos personales desde su llegada al poder, reconoció que «Cuba había perdido la guerra ideológica contra EEUU en el Tercer Mundo» y finalmente aceptó revisar el Plan de 14 Puntos.

   El plan se convirtió en una declaración firmada en enero de 1997 y, el 24 de febrero de 1998, Bartleman volvió a visitar La Habana para comunicar a Castro que Chrétien estaba dispuesto a realizar una visita discreta a Cuba, «pero que tenía condiciones».

   Castro recibió a Bartleman en sus dependencias privadas del palacio presidencial. El político canadiense describe el enfermizo aspecto de Castro y su cambio de humor con respecto al encuentro de 1996. En esta ocasión «su humor era de una intensa irritación».

   La reunión había empezado antes de la media noche y terminó a las 8 de la mañana. Bartleman pidió a Castro que como gesto de buena voluntad, La Habana considerara liberar disidentes de importancia y firmar el Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas.

   Aunque Castro no aceptó explícitamente, el viaje del primer ministro canadiense se realizó finalmente el 27 y 28 de abril de 1998 y el encuentro se convirtió rápidamente en un enfrentamiento en la primera reunión oficial.

   Castro intentó impresionar a Chrétien con un discurso de apertura sobre la revolución cubana, pero el primer ministro le interrumpió para discutir la Declaración de 14 Puntos y los derechos humanos, finalizando con una lista de cuatro destacados disidentes que Canadá quería fuesen liberados.

   Según Bartleman, la cara de Castro «pasó de asombro a enfado y después a resentimiento» y tras unos instantes de silencio murmuró: «Nunca he sido tan humillado».

   «El presidente estaba preparado para liberar tres prisioneros de bajo nivel a modo de regalo humanitario, pero el primer ministro había elevado la apuesta. Probablemente en este momento Castro decidió que la política de contactos constructivos había alcanzado su límite de utilidad. Los canadienses estaban tomando los derechos humanos demasiado en serio», afirma Bartleman.

   Tras la visita, los cuatro disidentes que Chrétien quería liberar fueron sentenciados a largas condenas y en julio de 1999 el primer ministro canadiense declaró que «tenemos que poner algo de hielo del norte» en la relación bilateral.

   Un hielo que, seis años después, todavía no se ha derretido.

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