Canastas navideñas que empobrecen y niegan empoderamiento

Canastas navideñas que empobrecen y niegan empoderamiento

Cada navidad nos encontramos con la misma escena de empujones, golpes, heridos y hasta muertos en los repartos de las migajas de humillaciones que ofrece la Presidencia de la República.

Los repartos se han convertido en desgracias para las personas que asisten en búsqueda de una caja y se encuentran con la muerte, desaparición de niños/as, maltrato físico  y verbal. Estos repartos revierten los procesos de erradicación de la pobreza convirtiéndose en un retraso en su consecución por efectos como los siguientes:

– Debilitamiento de la cohesión social en las comunidades

La cohesión social es un elemento clave para el desarrollo humano en la sociedad. Así se ha visto en los informes de desarrollo humano de América Latina y de nuestro país. La cohesión social implica relaciones fluidas y solidarias entre las personas en las comunidades.

Los repartos de canastas debilitan la cohesión social porque generan conflictos entre las personas y se desatan situaciones de agresividad y violencia en la competencia por la obtención de canastas. Se convierten así las canastas en un factor generador de violencia, agresividad y conflicto, deteriorando las relaciones interpersonales y la cohesión social.

– Bloqueo al empoderamiento de la población.

 La repartición de canastas tiene como sustrato una lógica asistencialista que convierte a las personas en sujetos pasivos frente a su condición de pobreza. En la medida en que la gente se acostumbra al “dao” no se involucra en acciones de cara a mejorar sus condiciones socio-económicas y por tanto no se empodera.

La erradicación de la pobreza no puede darse con acciones asistencialistas sino con programas que ofrezcan oportunidades y que desarrollen el empoderamiento de las personas. Cuando se realizan acciones de reparto de canastas y alimentos se refuerza la pasividad social y con ello se hunde a la población en su pobreza bloqueando el desarrollo de sus capacidades desde la educación y la participación ciudadana.

Los repartos de canastas navideñas afectan las posibilidades de desarrollo humano de las personas y las convierten en dependientes de los políticos y de la Presidencia de la República, fortaleciendo el clientelismo.

Si el dinero de las canastas navideñas se invirtiera en programas de desarrollo humano que fomenten oportunidades y capacidades en la población, la pobreza disminuiría y no se necesitaría repartir canastas.

Las canastas navideñas debieran ser generadas con la producción agropecuaria local de cada comunidad y como parte de iniciativas de procesos cooperativos y participativos desde las organizaciones, no como una dádiva del Presidente de la República para fortalecer su imagen mesiánica, mientras niega una mayor inversión en educación a la población.

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