Cuidar la piel no solo de los rayos solares cuando se está en exteriores, sino también en interiores, debido a que las luces utilizadas en la casa, así como los dispositivos electrónicos tienen efectos que podrían dañar la piel, es harto sabido por la mayoría de la población, ya que es la recomendación frecuente de los dermatólogos.
Sin embargo, pese a que se sabe, se suele olvidar, o muchas veces no llevar el procedimiento adecuado de cuidado de la piel, trayendo esto múltiples consecuencias, que van desde la aparición de feas y desagradables manchas no solo en el rostro, sino en todas las zonas expuestas, hasta el temido cáncer de piel. Ahora bien, por lo que se ve y se siente en la actual temporada, que aún es primavera, el inclemente e inaguantable sol que ha roto todos los parámetros de las más elevadas temperaturas, para nada sería atrevido vaticinar que el verano que se avecina para mediano del presente mes de junio, será fatídico, básicamente para la piel.
Con la finalidad de tener una recomendación actualizada y certificada por un experto en la materia, consultamos a la dermatóloga Luisa González de Bogaert, cirujana dermatóloga, jefa de las unidades quirúrgicas del Instituto Dermatológico y Cirugía de Piel Dr. Huberto Bogaert (IDCP).
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Recomendaciones de la experta
Explica la doctora González Bogaert que es necesario protegerse básicamente de la exposición solar en las horas calificadas como las de mayor incidencia de los rayos solares, de 11:00 de la mañana a 3:00 de la tarde.
Tomar abundante agua, jugos naturales, comer ligero con una dieta consistente en frutas y vegetales, disminuir la ingesta de alimentos altos en grasas y las bebidas alcohólicas.
Usar ropa de colores claros que permitan una adecuada transpiración, como son las texturas de algodón; evitar en la medida de lo posible vestir ropas de materiales sintéticos y de colores oscuros, debido a que estos suelen absorber el calor, así como tejidos muy tupidos como el rayón, nylon o poliéster, ya que estos no permiten la traspiración y retienen el calor porque no son permeables.
No fumar, debido a que la liberación de nicotina produce oxidación de los tejidos de la piel; no usar perfumes ni maquillajes cuando se está expuesto al sol.
Recomienda además la especialista de la piel, que no deben por ningún motivo olvidarse los protectores y bloqueadores solares en las diferentes presentaciones: lociones, cremas, geles, esprays, dependiendo de las características de la piel del paciente, así como el sexo, edad, ocupación…
Indica, igualmente, que un recurso súper importante para cuidar la piel de los rayos solares, especialmente si se está expuesto directamente, son las gafas de sol polarizadas, usar sombreros, cachuchas y viseras que cubran de forma adecuada, sobre todo, la cara, cuero cabelludo, pabellones auriculares, cuello, hombros…
Los más vulnerables al calor y el sol: sus consecuencias
Indica la dermatóloga que los cuidados de la piel deben ser más extremos en envejecientes e infantes, porque son más sensibles al calor y a la exposición solar.
Señala que entre los efectos irreversibles que tiene el no cuidarse la piel del sol, adecuadamente, están el fotoenvejecimiento y la aparición de carcinomas en la piel (un tipo de cáncer en la piel), rigidez o arrugas con mayor incidencia, defectos en la coloración de la piel, tales como la aparición de manchas color marrón o melasma, hipocromias, o color claro como la dermatitis solar hipocromiante, la cual tiene mayor frecuencia en los niños.
Pueden, igualmente, aparecer cambios en la textura de la piel tornándose áspera y apergaminada, con un aspecto de la piel cuadriculada o romboidal, más frecuente en pacientes pescadores, dice la doctora González Bogaert.
Asimismo, la aparición de dermatosis con mayor presentación: lentigos seniles, lentigos solares, aumento de acné inflamatorio, algunas enfermedades de orden genético, como son la epidermodisplasia verruciforme y el xeroderma pigmentoso, así como otras enfermedades de orden inmunológico como el lupus eritematoso crónico discorde o el lupus sistémico
También, la aparición de carcinomas de piel no melanoma, tales como los carcinomas basocelulares, el carcinoma epidermoides y el melanoma maligno.