Canción “Por amor”: AÑOS DESPUÉS

Canción  “Por amor”: AÑOS DESPUÉS

Las letras de la canción “Por amor”, de Rafael Solano, poseen un trasfondo cristiano, y un mensaje de amor y de paz. Encarna la pasión, la misión mística y el evangelio de la confraternidad con el mundo y la naturaleza. Las dos primeras estrofas representan el punto de vista del autor sobre el hombre y el amor. La naturaleza será el centro motivacional de sus letras. Amor, naturaleza y belleza del mundo actúan como correlato del paisaje retórico de su lírica. Escrita para ser cantada, confluyen ecos románticos con filosofía de superación personal. Busca persuadir, no adoctrinar. Nos insta a mirarnos a nosotros mismos y a mirar a la naturaleza, y a poner en práctica el mensaje cristiano del amor. Hay un tono de impersonalidad en sus letras, como forma de huir del adoctrinamiento religioso.
Las anáforas que representa el sintagma “por amor” funcionan como tentativa que le confiere a esta canción, ritmo, armonía y melodía. A partir de la quinta estrofa, adopta un matiz temático distinto, pues aparece la apelación o invocación a un tu imaginario (Cristo o la amada), cuando se refiere a un tú: “Por amor… soy de ti”.
Esta expresión se repite como un leitmotiv, en el bosque de la noche, como un llamado a los hombres a cultivar el amor entre sí. O a hacer conciencia de la potencia y sentido del amor, en tanto condición existencial del ser humano: del amor cristiano se pasa al amor de pareja. Nunca al erotismo; siempre el amor que se entrega, y cuya pasión la alimenta el beso o el abrazo. Del sufrimiento en la cruz de Jesucristo, el mensaje se vuelve símbolo de redención.
“Por amor” es una canción de raíz profundamente bíblica; no evangélica sino laica. El sintagma “soy de ti” alude al otro femenino o masculino de la pareja: a Cristo o a Dios. Es decir, la defensa del amor, en tanto preámbulo y condición natural de la vida. Ser del otro es ser para la vida, para la trascendencia del yo, donde el amor se convierte en aliento y motivo, razón y pasión de las cosas. El amor como alimento vital y fuego, o llama viva que enciende el deseo de vivir: amor al vivir como permanencia y persistencia del ser. “Si todas las cosas quieren perseverar en su ser” —como dijo Spinoza–, la vida para Rafael Solano existe para el amor y se vive por el amor, pues el sentido de la vida reside en el amor: base de sustentación y razón de ser.
“Por amor” es una canción en tiempo de bolero, que representa la voluntad de afirmación del ser, la entrega del espíritu, que se vuelca a la voluntad de vivir para negar la muerte. En este compositor, el amor es la antítesis de la muerte: la fuerza y la potencia que instauran el deseo y la necesidad de vivir, y que transforma la posibilidad en necesidad. El mensaje del amor a la paz, a la naturaleza y a la mujer, cuyos ecos de sus letras retumban en la noche y el día, el alba y el crepúsculo –en las voces de Niní Cáffaro, Marco Antonio Muñiz o Vicky Carr–, constituye un evangelio y una homilía de fe a la naturaleza y a los hombres, a la civilización contra la barbarie: la confraternidad versus el salvajismo, el altruismo frente al egoísmo.
Rafael Solano es el Walt Whitman criollo que clama, con voz panteísta, urbe et orbis, con un mensaje lírico de tolerancia y convivencia pacífica. Su voz es un canto contra las tempestades del espíritu; es, a mi juicio, el último canto de cisne del bolero latinoamericano, cuya edad dorada se remonta a la década de los 50, a la época de los grandes compositores e intérpretes de este género de la música popular del Nuevo Mundo. Solano deviene así en el mensajero del amor místico, en la tradición del bolero caribeño. La esencia de su origen, acaso, haya que buscarla en la resaca que nos dejó la guerra yugulada de 1965. Si René del Risco vio y sintió un “viento frío”, Solano le cantó a la esperanza para disipar el frío de la derrota y la utopía frustrada. Con Pedro Mir se funda la patria moderna de la vida democrática del país; con Solano, se recrea el amor, más que filial, de pareja, y el amor cristiano, que niega y se distancia del egoísmo y la guerra. El amor como “espejo de la naturaleza” y centro motriz del espíritu humano, aparece en este músico clásico y popular, encarnado en el contexto de una atmósfera política y social de inestabilidad, y también convulsa. Nos llamó así a reivindicar el amor a todos los dominicanos, como una manera de encontrar el camino de la paz, la fraternidad y la reconciliación después de la guerra abrileña. Y de ahí que no es extraño que luego de “Por amor”, Solano escribiera la canción “Por caridad”, como otra forma de clamar al país el cese del rencor y del odio.
Del poema Hay un país en el mundo, a la canción popular, en clave de bolero de Solano, oscila, la utopía social dominicana de posguerra y de la posdictadura trujillista; es decir: el sueño dominicano. En voz atenorada y vibrante de Niní, las letras de esta canción adquirieron un matiz y una inflexión, un color y una magia, que la hicieron convertirse en ese otro himno dominicano, no de guerra, sino en el himno nacional del amor. De este modo, se transformó su lírica en la encarnación simbólica del optimismo de la voluntad del dominicano, cuya melodía retumba en el campo y el bosque, la ciudad y el mar, los ríos y los intersticios de la vida cotidiana. Esta canción trascendió –sin proponérselo Solano– los límites de la isla, en voz de Muñiz, el “As de siempre”, para convertirse en emblema y símbolo no de la dominicanidad rígida, ni de la identidad chata, sino de las palabras que representan la esperanza, hecha música. Desde las letras de “En la oscuridad”, “Hay noche” o “Dominicanita”, en las voces del mago borinqueño Tito Rodríguez, Francis Santana y del propio Solano, respectivamente, la dimensión como compositor y letrista de este maestro universal de la canción, adoptó aire de consagración y permanencia en el tiempo histórico, y afectos en el gusto musical vernáculo.
Si Franklin Mieses Burgos concibió nuestro país como “paisaje con un merengue al fondo”, Solano vislumbró nuestro porvenir como una patria, con visión más universal y ecuménica. Por eso el músico dominicano anheló una “paz perpetua” –como quería Kant. De ahí que podemos considerar a Rafael Solano como un heraldo no de la muerte o la guerra, sino como un portavoz del amor y la vida que, al fin y al cabo, es lo mismo.
Canción humanística, ecuménica y ecologista. Canción del amor cósmico. Telúrica y celeste. “Por amor” encarna la luz y el silencio: el amor en su plenitud y pureza. A 50 años de esta memorable y emblemática pieza del cancionero dominicano, el espíritu de sus letras irradia y reverbera en el paisaje de nuestra naturaleza social tropical, antillana y caribeña.

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