Todos los ambientalistas tienen la mirada fijada en Cancún, ese balneario tan fragilizado en el Yucatán,  por los cambios climáticos y uno de los principales competidores de los destinos turísticos del Caribe insular. De nuevo dos concepciones del mundo actual se enfrentarán: el mundo de los que viven bien, consumen mucho y para esto se imaginaron dos nuevos negocios: el mecanismo de desarrollo limpio (MDL) con la compra de bonos de carbono y las tecnologías “verdes” y el mundo de los que, como América Latina, sufren las consecuencias del consumismo del mundo desarrollado.

América Latina es hoy por hoy el continente que plantea las soluciones más radicales, “cambiar el sistema” con el apoyo de sus poblaciones campesinas e indígenas involucradas en plantear soluciones para seguir produciendo, entre todos los otros campesinos del mundo, el setenta por ciento del suministro mundial de alimentos. Uno de los aspectos fundamentales en juego hoy.

En Cancún, los líderes mundiales deberían aprobar una serie de medidas para enfrentar  las inquietantes manifestaciones del cambio climático, entre ellas un compromiso firme ante las reducciones de dióxido de carbono a corto plazo; sin embargo, el escepticismo impera, la crisis del modelo de desarrollo, contrario a lo que se esperaba, no implicó una reflexión sobre sus causas profundas sino en cómo resucitarlo para no afectar su estándares de vida.

Muchos creen que en Cancún no se enfrentarán el problema de frente sino que se propondrá profundizar las ayudas a los pequeños estados insulares para involucrarlos en el negocio de los mecanismos de Desarrollo limpio (MDL) lo que permitiría a las naciones desarrolladas seguir con sus modelos  de desarrollo y de consumo.

Tras la gran decepción ocasionada en Copenhague, los ambientalistas militantes provocarán otra crisis de conciencia en el cómodo mundo del despilfarro, no hay muchas esperanzas de fijar limites a las emisiones, lo que se espera es subir un escalón más hacia la concientización del mundo mostrando realidades como el derretimiento de los frentes glaciares del mundo, la pérdida de biodiversidad del planeta, los primeros refugiados climáticos del mundo y nuestras presencias angustiadas frente a manifestaciones de la naturaleza cada vez más violentas y menos previsibles, que demuestran cada vez más que los pobres son los más expuestos y los más desprotegidos.