Candelá

Candelá

Es un derroche de movimientos, bailes, luces, colorido, canto, brillo, impresionante vestuario, nostalgia y presente hechos canciones, contoneos, música, que ya lleva varios meses en cartel en el anfiteatro de Altos de Chavón.

Tan profesional, variado y novedoso es el espectáculo, que en cada presentación se trasladan a La Romana dominicanos de todas las regiones y provincias para unirse a los alegres turistas contagiados, emocionados con los ritmos y danzas de sus países, representados en la multicolor revista. Mezcla de romanticismo, pasión, sabor a trópico o recorrido por el mundo del arte escenificado con la gracia del bailarín voluble y tornadizo, cantado con el sentimiento de las voces más sutiles. Es Candelá.

La pista se enciende con un Yo soy candela, soy una llamará, y cuando siento ritmo mi cuerpo quiere más, en conjunción de vaporosos trajes, pies alados, ligeras caderas y cinturas que dan la bienvenida con gracia y deleite caribeños.

Lo que sigue es un desfile emocionante en el que el abundante elenco conmueve el alma soñadora, primero con el magnífico dúo preguntándose y respondiéndose: Dime por qué lloras,/ de felicidad/ y por qué te ahogas/ por la soledad… / No me ames, porque pienses que parezco diferente…” y ya todo el show es un ameno y enternecedor mosaico que transporta a Cuba, México, Brasil, Puerto Rico, Norteamérica, o se queda aquí con Siboney, El bodeguero, La bamba, Ay mamá Inés, La cucaracha, Cielito lindo, Cómo se hacen las maracas, Olivé bon soir, Caña Brava, La agarradera, La ventanita, La gozadera, El rompecintura, Yesterday, My way, New York-New York, turbantes, arandelas, son chachachá, conga, pachanga, mambo, mariachis, timbales, fantasías y remembranzas africanas, palos, salves, exaltación a Oshun, recuerdos de Elvis Presley, Frank Sinatra, Jerry Louis, rock and roll, bugui-bugui, twist o blues, pies, cinturas, caderas, glúteos enloqueciendo al público con las mulatas apenas cubiertas, las trigueñas inundando el ambiente de vaporosas faldas, los chicos envolviendo con diestros brazos el cuerpo ardiente de las danzarinas leves.

El carnaval dominicano se hace presente con el contento y el alborozo de robalagallina, los hombres en zancos, los lechones, el Güerembé, dame la maraca, tócame el tambor, que la sangre me hierve cuando bailo. Esto se encendió y el amplio escenario sigue iluminado de destellos de luces blanquecinas, de símbolos, lujo, paisajes criollos dibujados en inmensos lienzos que son a la vez vestimenta genial que abren y cierran mientras el repertorio se hace inagotable.

Baila en la calle sacude todos los cuerpos como lo hace el estremecedor bambulá-bambu, los artistas dan en inglés los buenos días con el tradicional Good morning o piden su Guavaberry en ese divertido mosaico que es fiesta, evocación, amor, poesía, delirio, frenesí, efusión, gozo, risas, sensualidad, incandescencia, llama de regocijo que no cesa. Con razón su productor, Chiqui Haddad, lo bautizó con el acertado nombre de Candelá.

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