Cándida Martínez celebra 106 años de vida en salud y alegría

Cándida Martínez celebra 106 años de vida en salud y alegría

Villas Vásquez. Para demostrar que puede caminar, se levanta de la silla de ruedas que utiliza para movilizarse, luego de que sufriera una caída de la cama y se fracturara un hueso que la dejó casi deshabilitada.

Cándida Martínez, quien cumplirá este 25 de enero 106 años, entiende que su receta para mantenerse y llegar a esta edad ha sido comer de todo, visitar poco los médicos y no exponerse a los deseos mundanos.

“No, no, tú veras que puedo caminar con mi andador.. yo voy al baño sola, aunque para bañarme necesite la ayuda de mi hija y hasta de los nietos que tengo aquí”, expresó animada la anciana.

Tras miles de recuerdos en su cabeza, resguardados por la paciencia, el temor a Dios y una enorme vocación de servicio, esta mujer con pies firmes y una memoria envidiable cuenta con orgullo que se casó una sola vez y con su marido, fallecido hace más de 20 años, comenzó su recorrido por la vida, de la cual hubo muy pocas sombras, y sí muchas satisfacciones.

Orígenes. Nacida el 25 de enero de 1908, en la sección de Los Uveros, municipio de Villa Vásquez, provincia Montecristi, doña Cándida nunca ha vivido fuera de ese entorno.

A temprana edad sus padres se separaron y ella se fue a vivir con su madre a Villa Vásquez, donde aún reside, rodeada de gran parte de su familia.

“Si tú me preguntas porqué he vivido todos estos años, puedo decirte que gracias a Dios. Ya mis hermanos han muerto todos, solo quedo yo. Y sé que cuando muera habré de irme en paz y quiero que mi familia así lo sienta. Son 106 años, yo diría un privilegio que pocos tienen. He trabajado duro pero también nunca he pasado por un problema peligroso”, dijo.

Con mucha satisfacción, cuenta que tuvo 9 hijos, dos de ellos ya fallecidos. Tiene 30 nietos, 40 biznietos y 45 tataranietos, que la miman y respetan.

Doña Cándida, de piel suave, solo arrugada por los años. Ojos verdes lejanos pero atentos, con los cuales aún puede ensartar una aguja, y pelo blanco, parece una “gallareta”, que no para de conversar y contar cosas que aun recuerda de aquella época de juventud.

“Mi papá tenía muchas vacas y comíamos mucha carne, pero trabajamos, sí… ufff, mucho. Se nos enseñaba a trabajar en la tierra y a obedecer”, recuerda con gran lucidez.

 

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