Candidatos a la JCE

Candidatos a la JCE

PEDRO GIL ITURBIDES
El Senado de la República decidió recibir nombres de abogados postulados por los proponentes, para integrar la Junta Central Electoral (JCE). El mecanismo establecido por los senadores no incluye una propuesta por vía de escritos periodísticos. Me place, sin embargo, sugerir por este medio algunos nombres de personas por cuya integridad respondo, como pueden atestiguar, también, cuantos los conocen.

Comienzo con Chito Asmar. El Senado pide abogados con un mínimo de doce años de ejercicio. El doctor Alejandro Asmar Sánchez tiene tantos de graduado, que multiplica varias veces esta docena. Es hombre de familia ejemplar.

Ciudadano probo, cuyas cualidades puede airear para satisfacción de sus hijos y nietos en una época en que una conducta como la de él no prolifera. Pero además, fue miembro de la JCE. Lo sostiene, pues, de manera adicional, la experiencia en unos ajetreos difíciles como los propios de este organismo especial del Estado Dominicano.

En su haber cuenta el hecho de que fue incorporado a la JCE hacia la época de un ejercicio en que no hubo cuestionamientos ni ruindades. O viceversa. Tiene simpatías políticas, como es natural, pero no afiliación partidaria, detalle que grandes sectores de la sociedad desea puedan considerarse en primer término.

Rafaelina Peralta Arias, entrañable amiga. En la actualidad es parte de la JCE, pero meto la mano en candela por ella. Pertenece a una de esas familias dominicanas que hicieron de la virtud doméstica un escudo contra los avances del desquiciamiento moral en que vivimos. Su madre, Melania, es matrona que ostenta el orgullo de aquellos apellidos linieros que forjaron esa parte de la República. Su padre, Juan Rafael, es hombre de partido, de intachable proceder. Toda la familia sigue la ruta del padre, pero han respetado cuando no alentado en Rafaelina la independencia de criterios que ha exhibido a su paso por la Junta.

Pero ella viene de acumular experiencias en el ejercicio de las magistraturas del estado civil que la formaron para el cargo que ostenta. Y quienes la han observado pueden dar cuenta de su pulcritud.

Juan Alberto Peña Lebrón. Poeta. Y por supuesto, abogado. Abogado de tan prolongado ejercicio, como Chito, que es mejor no hablar de ello. Si en la República puede exhibirse el ejercicio de un abogado apegado a normas éticas, debe mostrarse el de Juan Alberto. Tiene el problema de su mocanidad arraigada. El sábado anterior, cerca de él, estuve a punto de preguntarle si podía pregonar su nombre para echarle encima la maledicencia que deriva de laborar en la JCE. Me abstuve, sin embargo, porque pensé que esgrimiría entonces el sosiego mocano para desechar esta propuesta.

Y yo deseaba mencionar su nombre. Y decir todo cuanto he dicho de él, en tan pocas palabras. Entre otras cosas, porque en la República pervertida en que vivimos quedan pocos hidalgos como él. Soy constante en escribir, y hablar por radiodifusoras y emisoras de televisión, sobre la necesidad de que se escojan personas ajenas a los partidos políticos para la JCE. Mas me inclino reverente ante una mujer a quien no conozco, pero a la cual he observado en su paso por dos o tres funciones públicas. Está afiliada al partido de gobierno. Ha sido mencionada como potencial integrante de la JCE. Pero sobre todo, si la juzgo por sus actuaciones, es mujer de criterios independientes.

Escribo de Aura Celeste Fernández, la hija de Abelito. Y esposa de Guillermo Moreno. Según me han dicho. En la presente administración ejerce como Directora de la Escuela del Ministerio Público. Cargo importante éste, fragua que es de abogados inclinados por vocación o necesidad, a disputar en nombre de la sociedad por los intrincados caminos de la ley estrujada. Pero más importante sin embargo, en este momento, es postularla para que integre la JCE.

Quedan otros puestos, y nombres los hay. Pero no quisiera que me dejen tarea tan esforzada a mí solo. Propongan otros, otros nombres. Pero digo a los senadores que si eligen a estos cuatro, en adición a los otros que ellos u otras personas propongan, habrán elegido una plausible Junta Central Electoral.

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