Exposición. En 2011 partía el más querido de los pintores dominicanos. Una gran exposición le rinde homenaje
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Cándido Bidó está considerado, unánimemente, como el pintor y maestro emblemático de la República Dominicana.
Por sus colores –dominando el famoso azul y el anaranjado-, y su Sol … su sol tan omnipresente que lo buscamos siempre.
Emblemático también por sus personajes, criollos y caribeños. Por sus temas de la calle y la ciudad, del campo y los cerros cibaeños…
Por esas aves … que se convirtieron en “los pájaros de Cándido Bidó”, especie que en retratos mágicos jamás se extinguirá.
Cándido Bidó, diez años después
La muestra, antológica, retrospectiva y conmemorativa, que se despliega en la Galería Nacional de Bellas Artes, se titula “Cándido Bidó presente siempre”.
Las obras salieron del patrimonio familiar y de colecciones cuyos dueños las cuidaban esmeradamente.
Como principio rector de la curaduría está la síntesis de una creación que jamás detuvo la búsqueda de nuevas expresiones, ni rompió con los períodos anteriores, fiel a su identidad hasta en la investigación.
La muestra antológica, retrospectiva y conmemorativa, se despliega en la Galería Nacional de Bellas Arte. La muestra antológica, retrospectiva y conmemorativa, se despliega en la Galería Nacional de Bellas Arte.
Aquí no sólo presentan las pinturas, los collages, los dibujos, sino también el volumen y la tercera dimensión.
Con el tiempo, Cándido Bidó ha marcado una transición en sus cuadros, desde la frecuencia de rostros femeninos frontales, clásicos en su belleza antillana –alguna herencia de su profesor, Jaime Colson-.
Luego, él estuvo animando la superficie con texturas, encolados y relieves. Finalmente, agregó, reinventó, ensambló, integró muñecas de trapo.
“Muñecas que venían de París,”-decía la canción y el mismo Bidó riéndose-, ¡de hecho las muñecas venían de Bonao!
Pero nuestro creador no sabía detenerse. La talla directa en madera y las figuras en metal hicieron su aparición, las cabezas retomando líneas y formas inconfundibles… Cándido hubiera podido ser un escultor especial.
Ahora bien, por geniales que sean unas obras, por contundente que sea su representación, una exposición fascina solamente si cuenta con una gran museografía que le corresponde.
Y la tenemos, gracias a un museógrafo estupendo, artista también: Salvador Bergés.
(Continuará)