Cantando en la bañera

Cantando en la bañera

Alguien dijo que en la política dominicana predominan los pescadores. Se refería a los políticos que, para lograr sus objetivos, preparan las condiciones como si fueran carnada, con atractivo anzuelo disfrazado y escondido. Esperan pacientemente, en silencio, y tratan de no alterar el ambiente en que su presa está rondando.

De ahí en adelante, ponen a prueba su capacidad y poder de engaño hasta que la potencial víctima se acerca y, ya por necesidad como por curiosidad, comete el error de morder la carnada y engancharse en el anzuelo. Ya atrapado, el pescador procede a aniquilar su presa, la que por tanto tiempo esperó para dar el tirón definitivo. Claro, no siempre la víctima propiciatoria cae en la trampa y muerde el anzuelo. Los pescadores tienen un porcentaje bajo de aciertos. Son más las presas que no les hacen caso y escapan, que las que capturan. Esto sucede porque pierden la creatividad y tratan de pescar con la misma carnada y el mismo anzuelo a los peces que, por irracionales que sean, aprenden a descubrir la trampa que se les ha puesto repetidamente.

En algo parecido reincide el actual gobierno pescador dominicano. Golpeado en su credibilidad por los inmorales acontecimientos del pasado diciembre de 2008, busca ahora refugio en lo que a su jefe máximo más fascina: un seminario para decir allí lo mismo que se ha discutido hasta la saciedad. Le fascina escucharse una y otra vez, como el aficionado que canta en el baño para que la resonancia de la pequeña habitación lo ayude a ocultar sus fallos y sus gallos. No obstante, la convocatoria a este seminario es una aceptación implícita de que el gobierno necesita aparentar que modificaría su actuación por la opinión de ajenos.

Desnudos y evidenciados por los desmanes de diciembre, apostaron al circo con paseitos gratis en el “toy train”, creyendo que con esa feria podían tapar la matanza de narcotraficantes en Paya, el escándalo de la Sun Land , el fraude de los jueces de la Cámara de Cuentas, los insultantes indultos presidenciales, los desistimientos del Ministerio Público ante varios casos de corrupción, así como la sobrevaluación de la remodelación del Palacio de Bellas Artes. Ante el descalabro, el narcisismo resurge como en cada etapa de las continuadas crisis gubernamentales.

Quieren escucharse en el hotel Hilton, ver sus retocadas fotos en los periódicos y sus afectados gestos en la televisión. Prefieren un torneo de oratoria para justificar lo injustificable aunque resulte penoso para aquellos que se prestan o se alquilan para participar en un evento donde hablarán durante unos cuantos minutos para decir lo que durante años han dicho y nunca han sido tomados en cuenta.

Si de verdad apostaran a obtener lo mejor para el pueblo, siempre sería más económico sentarse a leer los periódicos o ver las grabaciones televisadas de las opiniones que hasta ahora han sido dadas a conocer por numerosos personajes. Pueden mencionarse numerosos analistas independientes que han expresado opiniones inteligentes sin que los motiven intereses politiqueros o personales. Y los gobernantes saben quiénes son aunque quizás no les agrade aceptar sus recomendaciones porque no coinciden con su afán de lucro.

Me atrevería a recomendar la lectura de los artículos de Luis Arthur, Juan Bolívar Díaz, Rosario Espinal, Miguel Guerrero, Andrés L. Mateo y muchos otros que sólo buscan acercarse a la verdad aunque desde Palacio los tachen de antigobiernistas. ¿Por qué no analizar lo que cada uno de ellos ha escrito o dicho y así definir los puntos de coincidencia y de disidencia? ¿En qué medida puede alguien confiar en el interés real de un gobierno que trata de salir del atolladero de fin de 2008 con un torneo de oratoria? ¿Qué garantía hay de que el gobierno pondrá caso a opiniones que ha ignorado públicamente muchas veces? Por lo menos sería más barato comprar los periódicos que alquilar el Hilton para una fastuosa reunión.

Lo mejor que podría hacer el gobierno es posponer el bendito seminario ese. Que lo suspenda, tal como hizo con aquel congreso de izquierdas farsantes latinoamericanas que una vez intentó. Porque podrían hacer el ridículo al encontrarse en el Hilton acompañados solamente de sus asalariados políticos.

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