Cantos a la muerte – Mieses Burgos y Miguel Hernández-

Cantos a la muerte – Mieses Burgos y Miguel Hernández-

El género de la elegía ha sido atesorado por poetas de la importancia del dominicano Franklin Mieses Burgos y del español Miguel Hernández. El primero, escribió la Elegía a Tomás Sandoval y el segundo, la Elegía a Ramón Sijé. Este tipo de composición poética pertenece al género lírico y suele escribirse en verso libre o en tercetos. Está asociado al lamento por la muerte de un ser querido o a cualquier acontecimiento que provoque dolor y tristeza. Mieses Burgos rememora la muere de un joven desconocido en las aguas del mar Caribe. El autor presencia el hecho y se inspira en la soledad del cadáver expuesto y en la maravilla del ambiente marino. El poeta da rienda suelta a su imaginación y ensarta ideas sobre lo último que los ojos del caído percibieron.
Miguel Hernández, por su parte, canta a la muerte de su mejor amigo. Sijé falleció de un corazón adolorido por las inquietudes políticas y literarias (septicemia). Hernández no quiere ni puede aceptar esta partida. Pide que lo entierren con él, no quiere aceptar su muerte, el dolor resulta tan insoportable que apenas puede respirar. Finalmente, llega la aceptación. Entonces, habla de la muerte, pero desde sus raíces primarias, la tierra que lo vio nacer, el oficio de hortelano (su padre lo fue), el compañero de toda una vida, el estiércol que nutre la tierra; el llanto y la vida.

Las dos elegías resultan de puntos de vista diferentes: Mieses Burgos escribe desde la posición de observador (tercera persona); actúa de testigo con toda la carga emocional que el suicidio de un desconocido provoca. El fatal acontecimiento tuvo lugar en las aguas del mar Caribe. El poeta escribe desde la insularidad con constantes referencias al mundo natural. Veamos algunos de sus versos:
¿Quién ahora, llorando, /te alzará desde el fondo solitario del mar, /para sólo pensar desesperadamente /en el vidrio desnudo de tu limpia sonrisa, /o en aquella tu carne color de azúcar parda, /después que los peces hambrientos se comieron/ el último paisaje de sol que había en tus ojos?”

Miguel Hernandez, por su parte, está involucrado directamente, su enfoque y posición es a partir del “yo” que vive y experimenta y sufre directamente el nefasto hecho. El no pregunta quién llorará porque él es el que llora. Se enfrenta a la extinción de la vida de su amigo de infancia, su guía en la adultez, del cual se había alejado por cosas de la vida, pero ambos se amaban como se aman los amigos que se sienten unidos por el destino.

El dolor que denotan los versos de Mieses Burgos, es compasivo, se siente lejano; es el dolor del que contempla un acto que conmueve, pero que no le afecta, directamente. Pero el dolor de Miguel Hernández ante la muerte de Sijé es brutal, desgarrante, terminal, al punto que hasta respirar le produce dolor. El escenario en que sucede la elegía a Sijé es en el huerto de Orihuela. Sijé y Hernández nacieron en esta provincia de Alicante y habiéndose conocido desde la infancia existía un amor, un lazo muy fuerte que los unía y así en uno de sus estrofas canta el bardo: “Alimentando lluvias, caracoles/Y órganos mi dolor sin instrumento, /a las desalentadas amapolas /daré tu corazón por alimento. /Tanto dolor se agrupa en mi costado, /que por doler me duele hasta el aliento.”

El estilo de ambos poetas es claro. Mieses Burgos es dueño de una originalidad rítmica y flexibilidad lírica con dominio total de la metáfora, su simbolismo tiende a lo metafísico. Miguel Hernández, por su parte, combina tradición e innovacion, recurre a figuras retóricas con destreza con una tendencia orientada a la metáfora surrealista. Su simbología varía en intensidad y significado. Esta elegía nos conecta con lo telúrico y lo cósmico. En el poemario (que aloja la elegía) el amor está marcado por un destino fatal, se presentan instrumentos del dolor, hay una rabia y un malestar inalcanzable. Son versos iracundos contra la muerte.

En la elegía a la muerte de Sandoval: El dolor de la pérdida es sereno. Mieses Burgos canta a las raíces del propio existir. Los versos danzan en lo esencial, natural y efímero del tiempo de nuestra condición humana. El poeta sigue alternando sobre las consecuencias de esa muerte. El cuestionamiento contiene la ambigüedadde toda pregunta ontológica: “¿Traslúcida y radiante como un cristal muy fino/deambulará tu sombra en torno de estas islas caribes que te dieron /ese estupor de cielo mojado de aguardiente?/¿Quién ahora dolido escuchará tu voz herida de violentas, / y le dará a tu gesto de varón suicida/ todos los crisantemos crecidos en la tarde?”

La palpitación humana de Mieses Burgos late en sus poemas con sus exquisitas cadencias musicales, versos largos, uso frecuente de adjetivos calificativos (fondo solitario, vidrio desnudo, carne color azúcar parda, mulato de verde escafandra…); uso frecuente de signos de exclamación e interrogación que elevan el tono del poema y llaman a la reflexión poética. La manifestación del surrealismo en esta elegía nos impacta: “las abejas que anidaban tus labios/se habrán llevado toda la cera de tus besos”. No hay una estructura de versos fijos y aunque priman algunos tipos, no hay una constante y es que se trata de rima libre. El cantor realizó una selección de metáforas no solo nuevas, sino originales y cargadas de misterio. Marcio Veloz Maggiolo (2007), Premio Nacional de Literatura y uno de nuestros escritores primordiales lo nombró “poeta de la metáfora incansable”.

.Aquí se cumple lo dicho por Ros Zanet (2005): “La poesía acerca el mundo y las existencias; el ser y las esencias. Es la búsqueda del tiempo en los tiempos.” La poesía es un puente que conecta la naturaleza superior con la inferior, pertenece al mundo de los misterios que develan los buscadores. Según León David, poeta, académico y Premio Nacional de Literatura 2020, la crítica –aun aquella penetrante y lúcida– nunca será capaz de desvelar el arcano prodigioso de la voz poética (León David, 2007).

Franklin Mieses Burgos a través de metáforas espléndidas se lamenta de que el joven yace solo, sin nadie que lo llore ni le haga falta:
“¿Quién ahora, llorando, te alzará desde el fondo del solitario mar/ para solo pensar desesperadamente/ en el vidrio desnudo de tu limpia sonrisa/o en aquella tu carne, color de azúcar parda, / después de que los peces hambrientos se comieron/el último paisaje de sol que había en tus ojos?/ ¿Quién ahora, llorando, te alzara desde el fondo/ del solitario mar?”

La estrofa final de la elegía a Sandoval presenta el llanto de la naturaleza que se despide del joven suicida que no mira y que no quiere mirar porque decidió dejar todo atrás y es que cuando se trata de un alma desesperada nadie tiene oportunidad de guiar esa muerte. Esta obra de creación, surgida del ánimo y ánima del poeta denota un alma sensible e inspirada. Mieses Burgos es un iniciado de los misterios de la poesía. Y así cierra el canto fúnebre: “¿Quién ahora dolido escuchará tu voz herida de violentas, /y le dará a tu gesto de varón suicida /todos los crisantemos crecidos en la tarde?/En litoral amargo de llanto sin pañuelos/ las verdes hojas anchas sacudidas /por tropicales ráfagas de horno, / te están diciendo adiós, /y tú no miras…”

El viaje poético de Mieses Burgos surge de la empatía de un ser sensible frente a un hecho doloroso y desesperado; tristeza real por el sufrimiento ajeno, vivido como propio. El de Miguel Hernández nacido de una pérdida personal y esencial resulta permanente y profundo o, como diría Sigmund Freud (1917): “reacción luctuosa a la pérdida de un objeto amado”. Uno y otro consideran lo inefable, la significación de la muerte para el ser que la contempla. Estas dos elegías son piezas ejemplares de la buena poesía: una surgida desde la insularidad y la otra, desde la tierra adentro de un pueblo de España. Ambas muestran el dominio de las estrategias discursivas y los espíritus sensibles de estos dos grandes poetas de la lengua española.

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